Elizabeth Taylor: El Adiós a toda una leyenda


Por Sandra M Ríos U
Twitter: @sandritamrios


Con el fallecimiento de Elizabeth “Liz” Taylor, se reduce aún más el selecto grupo de actores y directores que formaron parte de la Edad de Oro de Hollywood, para muchos incluso, con su partida, se va la última leyenda de esta industria, una mujer que cumplió con todos los estándares para ser catalogada como uno de sus ídolos: actriz, escritora, bella, talentosa, polémica, carismática, enamoradiza, caritativa, seductora y muy temperamental.

Desde los nueve años hizo parte de la industria cuando solo ganaba 100 dólares semanales y a los 12, alcanzó resonancia mundial con el film “National Velvet” (Fuego de Juventud), desde allí fue catapultada como una estrella juvenil de increíbles ojos de color violeta.

A partir de ese momento las propuestas le llovieron y fue incesante participando en más de ocho películas antes de estrenar “El padre de la novia” que protagonizó junto a Spencer Tracy cuando apenas tenía 18 años de edad en 1950. A esa edad y una vida precipitada por la fama tuvo su primer esposo, Conrad Nicholas Hilton, hijo del fundador de la cadena de hoteles que llevan su apellido. Su matrimonio solo le duraría un año debido a los problemas de alcohol de su esposo. En su diario, años más tarde, ella escribía sobre esta experiencia: “creo que el matrimonio duró dos semanas (se refería a las dos semanas que duró su luna de miel). Luego llegó el desencanto”. El alcohol fue una sombra que perseguiría en adelante a la bella actriz.

Esto no detuvo su carrera y trabajó en tres exitosas películas antes de casarse de nuevo: “Un lugar en el sol” e “Ivanhoe” y “Quo vadis?”. Su nuevo amante fue el actor británico Michael Wilding, con quien tuvo sus dos primeros hijos y vivió una vida amorosa y tranquila, hasta que el cine volvió a interrumpir su armonía cuando el productor Mike Todd, fascinado con sus encantos, la enamoró y llevó al traste su nuevo matrimonio. Un nuevo esposo comenzaba a sumarse a su lista, después de casarse tras un acalorado romance en pleno rodaje de “La Vuelta al Mundo en 80 días” (1956), que Todd producía y lo llevaría a una muerte trágica por un accidente aéreo en uno de los muchos viajes que hicieron promocionando el film. Con el productor tuvo su tercer primogénito (Liza).

Ni siquiera habían pasado seis meses y tampoco se había estrenado el film con el que recibió su primera candidatura al Oscar, “El Árbol de la Vida”, cuando ya estaba de nuevo de bodas con el mejor amigo del fallecido esposo, el cantante de pop, Eddie Fisher. Todo un escándalo que la prensa avivó y los seguidores del cine comenzaron a rechazar. A esto se suma las obsesiones de una mujer que se convirtió al judaísmo para poder casarse con el cantante.

Corría el año 62 cuando su próxima producción “Cleopatra”, se encargaría de unirla con la otra figura de la industria por aquel entonces, Richard Burton. Los rumores hablaban de la química entre ambas celebridades y pronto el romance comenzó. Taylor confesaba años después que el seductor actor la conquistó con la frase: “¿alguien te ha dicho alguna vez que eres una mujer muy bonita?” y a partir de ahí comenzó una de las relaciones más conocidas de Hollywood, llena de odios y amores. Por supuesto, Taylor se separó del cantante y se casó con Burton con quien se separó y volvió a casarse. Fue sin lugar a dudas, el gran amor de su vida de quien guardó las famosas joyas (entre ellas un célebre diamante de 71 quilates), sus fotos y cartas.

Tanto rompimiento estalló la furia del vaticano que se pronunició al respecto y rechazó tajantemente su vida y su nueva unión. Sin embargo, con muchos en contra, la diva siguió imparable y durante todos esos años participó en “La gata sobre el tejado de zinc”, el film con el que recibió su segunda nominación al Oscar, “De repente el Verano”, otra postulación más, y “¿Quién le tema a Virginia Wolf?”, con el que probó su temple para la actuación y mucha profundidad. Su sacrificio al subir 11 kilos fue compensado con el mayor galardón de la Academia a Mejor Actriz principal en 1966.

Curiosamente en este film ella debía lidiar con un profesor universitario alcohólico, situación que se repetería al conocer a su séptimo esposo, el político John W. Warner, quien la llevó al alcoholismo a finales de la década de los setenta y principios de los ochenta.

Fue la época en que su vertiginosa carrera se detuvo a causa de protagonizar tanto desmán, tantos ingresos a clínicas de desintoxicación y centros para tratar sus constantes problemas de depresión. Pero su nombre siguió apareciendo en muchos créditos de peliculas y series para televisión. Así sería hasta su última participación en la película para TV, “These Old Broads”, un musical en el que compartió escenario con otras reconocidas artistas como Joan Collins, Shirley MacLaine y Debbie Reynolds en el año 2001.

Su vida se mantuvo como un libro abierto como la última obra que se publicó el año pasado, donde se revela todo su amorío con Burton. Una carrera irregular, de éxitos y fracasos, que evidencian lo mucho que ella entregó de su vida personal al séptimo arte. Las huellas no solo fueron sentimentales sino también en la salud donde hubo muchas repercusiones y se convirtió en otro de sus temas críticos.

Sus quebrantos comenzaron con el rodaje de la secuela de “Fuego de Juventud” titulada “Doble Triunfo” en 1978, donde tuvo una fuerte caída que le produjo serios problemas de cadera y que la mantuvieron en silla de ruedas en sus últimos años. La ausencia en pantalla se debió también a un cáncer de piel y un tumor cerebral benigno. Entre las múltiples idas a los centros de atención, ella conoce a su último esposo, un obrero con quien compartió cinco años, separándose en 1996. Al respecto Taylor dijo que había tomado la decisión de nunca volverse a casar pero que eso no significaba que no quisiera más a los hombres. Con un amigo mantuvo un lazo de amistad inquebrantable, el también desaparecido Rey del Pop, Michael Jackson, cómplice de su último matrimonio, pues fue él quien prestó su famosa mansión, “Neverland”, para que ella se casara.

Sus últimos años los dedicó a la filantropía y ser la abanderada de la investigación del SIDA. Sus aportes en este aspecto fueron numerosos e incalculables.

Esa fue Elizabeth Taylor,  una mujer sincera y tan fuerte que solo alguien como ella fue capaz de soportar un torrente de enfermedades. Fue ella quien comenzó su carrera impulsada por sus padres a tan solo los nueve años de edad. Una decisión que rechazó en un principio y varios productores parecieron apoyar, pues decían que carecía de un total talento. Fue la Metro-Goldwyn Mayer la que se resistió a creerlo y le ofreció la primera oportunidad. El pasado miércoles tras una deficiencia cardiaca complicada en los últimos dos meses, murió el mito y la leyenda de una mujer tan singular como sus ojos color violeta.  ¡Adiós a la diva!

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