Dic 4 2014 01:36

Reseña Crítica de Stockholm. Estreno 11 de diciembre

	Por Sandra M Ríos U
	Twitter: @sandritamrios

“Buscamos el amor donde sea por muy pequeña que sea la posibilidad”

El crowdfunding cada vez más muestra casos de éxito en la industria cinematográfica (esta iniciativa no es exclusiva del cine) y este año cerramos en el país con dos ejemplos: el primero es el largometraje colombo-estadounidense “Manos Sucias” (Leer reseña) que consiguió en KickStarter $60,483 dólares, superando lo que había proyectado (50 mil) en 2013.

La ópera prima de Josef Kubota Wladyka, no solo consiguió estrenarse en salas del país, sino que además ha recibido varios reconocimientos, entre ellos el de “Mejor director narrativo nuevo” en Tribeca y el premio del público en el Festival de Cine de Huelva, además de ser la elegida por la Academia de Cine Colombiana para representar al país en los Premios Goya 2015.

El otro film es Stockholm, segundo largometraje de Rodrigo Sorogoyen que consiguió en 2012 16 mil dólares de 10 mil que tenían como meta. Un bajísimo presupuesto que pudo optimizarse con un rodaje de muy pocos días, una historia sencilla que es sostenida por dos actores, pocas locaciones (espacios personales del director o protagonistas) y algo novedoso: el equipo no cobró un solo peso hasta que el film lograra el gran salto de tener su estreno en salas.

Que no se crea que esta forma de financiamiento reduce los valores de producción de una historia. Ambos largometrajes son ejemplo de producciones cuidadas estéticamente.

La historia de la película española Stockholm es la de un hombre y una mujer que se conocen en una fiesta, se atraen mutuamente y comienzan un juego de conquista que en las próximas horas pasa por varios estados: de lo idílico a lo apasionante y desconcertante. De ambos no sabemos los nombres, queriendo evidentemente advertir con esta decisión que los protagonistas pueden ser cualquier espectador.

El largometraje está claramente dividido en tres actos en los que se invierten las situaciones que suelen asociarse con el factor tiempo – en este caso al del día y la noche. En Stockholm a más oscuridad, el estado de ánimo de los protagonistas es más divertido y jovial, y a más claridad, más turbia sus emociones. Esto la hace una película que no casa en un solo género. Hay tanto de drama, como de romance e intriga.

La historia es un encuentro casual que también muestra el juego de poder, la doble moral, los deseos reprimidos, el lenguaje contradictorio (si quiero, pero no lo demuestro) y los instintos que despierta el cuerpo o el amor en el otro. Aunque el primer acto (la conquista) es demasiado lento (rayando en el tedio), pues da la sensación de no llevarnos a ningún lado, a este film hay que saber esperarlo. A partir de que la pareja salta a otro nivel dentro de su fugaz relación, Stockholm ofrece unos giros bastante interesantes sobre la naturaleza humana, finalizando con una historia que pasa hacia lo siniestro. Un film que sin ser perfecto ofrece elementos originales, soportándose en dos actuaciones bien logradas, una estética cuidada y una dirección que toma buenas decisiones con la cámara para acentuar las distintas emociones de los simplemente llamados “él” y “ella”.

Pedro Almodóvar la citó como una de sus 13 películas favoritas de 2013, en un listado publicado por el sitio web Filmin, y su actor, Javier Pereira, de padre Colombiano, ganó el premio Goya a Mejor Actor Revelación a comienzos de este año. La Asociación de Críticos Española también la nominó en cuatro de sus categorías a los Premios Feroz: Mejor Película Dramática (se ganó el premio), Mejor Actriz (Aura Garrido), Mejor Guion Original y Mejor Poster.