Reseña The Look of Silence, del cinismo de los asesinos a la valentía de las víctimas


Por Sandra M Ríos U
Twitter: @sandritamrios


“La Mirada del Silencio es, espero, un poema acerca de un silencio asumido por terror – un poema acerca de la necesidad de romper el silencio, pero también el trauma que se genera cuando se rompe ese silencio”. Joshua Oppenheimer

Después de presentar la impactante, ingeniosa, chocante, visceral y desgarradora The Act of Killing, el periodista y director Joshua Oppenheimer ha lanzando este año la secuela, el documental The Look of Silence. Sí en el primero, el cinismo y la muerte fueron agobiantes protagonistas, en esta segunda entrega, la vida y la valentía de las víctimas son reveladoras y conmovedoras.

En El Acto de Matar (leer la reseña de The Act of Killing) no habían víctimas sobrevivientes y fue fácil destacar la valentía y el ingenio con el que el director consigue que unos asesinos confiesen vilmente sus asesinatos. En The Look of Silence toda valentía y coraje está dedicada a los que han debido convivir con miedo a un régimen, someterse a la resignación y, además, tener de vecinos a los perpetradores de sus familiares, mientras estos siguen sin pagar o sentir pena o algo de remordimiento por lo que hicieron.

La historia de ambas películas comenzó a gestarse en 2001, después de que Oppenheimer fuera a rodar un documental sobre la batalla de los trabajadores en plantaciones de aceite de palma para crear una asociación en medio del régimen de Suharto. Fue allí que conoció a las víctimas y fueron ellos (resaltado) los que le pidieron que regresara y grabara a los asesinos para hacerlos confesar. Dos años después el director, productor y el director de fotografía (Lars Skree) estaban documentando el trabajo con las víctimas y los victimarios. Dos años grabaron y luego cinco más. Anwar Congo, cuenta el director, y protagonista de El Acto de Matar, era el perpetrador número 47 que hablaba ante las cámaras narrando con vergonzosa heroicidad y detalles cinematográficos sus cruentos asesinatos.

Con La Mirada del Silencio podemos conocer a la familia que se convirtió en pieza clave para tener ambos documentos dando la vuelta al mundo, conocemos a los reales héroes, es decir, a la familia de Ramli, la única victima no anónima del régimen, que murió de la peor forma y era usada como ejemplo para seguir sembrando terror. El hilo conductor del documental lo lleva el hijo menor de esta valerosa familia, Adi, que nació después del genocidio, lo que le dio un sentido más crítico (menos temeroso) de los hechos. Él, su familia y otros aldeanos en en el norte de Sumatra fueron viendo poco a poco los testimonios que los asesinos hacían a la producción, recibiendo con dolor y estupor sus narraciones, siguieron alentando y apoyando anónimamente el lanzamiento de las películas. Fue así como ellos mismos idearon confrontar, a través de Adi, a los perpetradores. Aprovechando su carácter noble y su profesión de optómetra, se acercó a ellos y los confrontó cara a cara, en sus casas. Eso es lo que se documenta en esta secuela.

La manera como se estructuró The Act of Killing fue tan singular que muchos dirán que La Mirada del Silencio no posee igual fuerza. En realidad, ambas son incomparables. La una por esa singularidad y la segunda porque apegada a la estructura de un documental, muestra la cara de la dignidad y valentía de unos sobrevivientes. El Acto de Matar no tiene concesión alguna (es un largometraje para resistentes), en cambio The Look of Silence está lleno de matices. La abuela amorosa, una madre anciana que no cesa su dolor, un padre amoroso y un hermano lleno de coraje, y más asesinos que intentan quitar peso al genocidio asegurando que “el pasado es pasado y hay que, simplemente, olvidarlo”. En esta película hay amor y sonrisas, pero también dolor y una tensión inmensamente incómoda. También tiene momentos inquietantemente reveladores como aquel en el que la hija de un perpetrador conoce a Adi – ignorar los hechos parece ser la manera como estos asesinos han querido enterrar el pasado.

The Act of Killing era el documental que debía ganar en los premios Oscar, porque consiguió lo que en 50 años ninguna organización había conseguido: que el régimen hablara del tema, que el diario más importante dedicara dos páginas enteras a los hechos, que se hablara por vez primera de genocidio y que se crearan sendos debates. La película fue puesta a disponibilidad de todos los ciudadanos de forma gratuita vía online. Pero con todos esos antecedentes el documental no ganó. Ambas obras, por supuesto van mucho más allá de los premios, no obstante, si de algo deben servir estos galardones es para dar reconocimiento a películas y equipos capaces de ir más allá de la sola documentación, del solo hecho de contar una historia. Eso lo ha hecho Oppenheimer con sus dos películas. Él literalmente transformó parte de la historia y la Academia (la de Hollywood) está en deuda de reconocerlo. Claro está que la deuda de los gobiernos que en su momento apoyaron o han ignorado a este pueblo es lo relevante (Oppenheimer en su discurso en los BAFTA lo anotó). Lo de los Oscar, ante esto, queda como reflejo anecdótico del (políticamente conveniente) olvido.

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