Mar 13 2013 18:17

The Master – Reseña. En cartelera

Retratar lo que queda humanamente después de un tiempo de guerra no puede verse desde la óptica simplista de una sola perspectiva. Sea una guerra perpetua, sea una guerra fulminante, los estragos en la gente son demoledores, distintos y complejos.

La Segunda Guerra Mundial duró seis años y un día y fue suficiente para marcar el derrotero de la cultura en los años siguientes. Fue una época de contraste donde la desazón y las terribles secuelas físicas y psicológicas de quienes lograron salir con vida, se mezclaban con esa necesidad de aferrarse a la esperanza, a un cambio.

El Sitio Oficial: http://www.themasterfilm.com/

Lancaster Dodd y Freddie son dos retratos ambiguos de esta época de transición. Dos personajes que representan la dualidad de dichos años, las contrariedades del pensamiento y el no saber a ciencia exacta qué hacer, cómo hacerlo o a quién seguir.

Después de la Segunda Guerra Mundial no solo se creó un nuevo orden político y económico, sino también religioso. Muchos hombres de fe seguían sintiendo ese llamado espiritual, pero a su vez sentían que no era completo, que algo faltaba. Necesitaban de un nuevo “guía”.

Ahí aparece Lancaster Dodd, una figura imponente que surge, como muchos otros en la época, como la fuente inspiradora que se cree capaz de reavivar el potencial humano, eso sí, con estrategias muy particulares, interpretaciones espirituales cuestionables y técnicas no comprobadas ni por acreditaciones ni por hechos verificables.

Aún así, la inmensa necesidad de aferrarse a un llamado nubla el raciocinio de quienes fieles lo siguen. Dodd, “el maestro”, sentencia en la película en la voz de un extraordinario Philip Seymour Hoffman, que el hombre es incapaz de vivir sin fe, que es incapaz de vivir sin creer en algo. “El hombre no es un animal”.

El otro retrato es la figura de un hombre, “el fiel o seguidor”, en representación de ese optimismo y ese deseo innato por cambiar ese pasado, aunque las huellas terribles de lo vivido se convierten en una perdición.

Freddie es la oveja negra, el perfecto “elemento” con el cual probar la efectividad de la incipiente religión plantada por Lancaster. Un hombre que las armas las ve como objetos sexuales o mujeres desnudas que se le ofrecen, y que además, con los resagos de la ley seca, aprendió a destilar su propio trago (casi alcohol puro). Un hombre conflictivo, obsesivo y obstinado que encuentra en ese hombre la posibilidad de cambio.

“El terreno más fértil para iniciar una religión es después de una guerra” asegura el cineasta Paul Thomas Anderson sobre su propio filme y exactamente es la tesis que desarrolla en esta película de guión original (escrito y co-producido por él mismo), pausado, de poca injerencia musical y muy controlado.

Es muy posible que el espectador se sienta desorientado en esta película, que no logre comprender que pretende el filme o que postura tomar frente a sus personajes, pero todos estos elementos están al servicio de reflejar una época en donde todo resultó ser muy complejo y las situaciones o personajes ambiguos eran el común denominador. Esa apatía que puede llegar a sentir cierto espectador, es por el contrario un logro de este cineasta al intentar transmitir no solo con imágenes ese aura extraño de la época.

Freddie es interpretado por Joaquin Phoenix, el excéntrico actor que hace un papel grandioso, desdoblado por completo de su misma figura e impactante. Un personaje creíble, de una carga dramática física y emocional tan ardua que debió valerle todos los honores. Después de ver su trabajo no imagina uno en qué habría quedado este papel de haber estado en manos de Jeremy Reener.

La dupla entre Seymour-Hoffman/Phoenix le da el rigor y el tono a esta película. Es algo así como decir que si se va a hablar de religión, si vamos a desfigurar algún tipo de pastor (en este caso el de la cienciología) hagámoslo muy en serio. Ambos personajes tienen sus cualidades, ambos tienen sus defectos. Ambos son ambiciosos, ambos persiguen un ideal. No hay entonces a quien juzgar tajantemente en esta película.

Detrás de las figuras de poder, elocuentes e imponentes, siempre hay una figura femenina que suele verse como frágil y dulce pero que “detrás de las cortinas” es la que mantiene el ego de este tipo de personajes y hasta es la que hilvana algunas estrategias. Ese rol, en The Master, lo realiza Amy Adams, en otro de sus papeles logrados (le falta contundencia para ganarse un premio. Recuérdese que ya ha sido varias veces nominada).

¿Qué es justo e injusto en este filme?, ¿Surgen a base de mentiras muchas de las religiones o grupos espirituales?, ¿Son instrumentos los fieles de estos grupos por parte sus pastores?, ¿valen la pena?. Son preguntas que afloran sin respuesta en el filme porque finalmente en este tema, tan íntimo y personal, quién puede tener la verdad absoluta.

Lo cierto es que en medio de esta compleja historia hay una amistad que parece sincera y que está llena de respeto (al menos frente a los demás), ganado después de aprender a conocer las fortalezas y debilidades de cada cual. Así concluye el filme, que por cierto termina con una gran burla. ¡Buen final de esta película!