Jun 4 2020 21:09

Reseña Sumercé de Victoria Solano – No es tan fácil tumbar a este Goliat

Por Daniel Andrés Ruiz Sierra (@TatoRuiz)

En el 2013, y en medio de un paro agrario que capturaba atención internacional, el entonces presidente Juan Manuel Santos lanzaba una frase que quedó para la posteridad, en una de las tantas y desafortunadas afirmaciones que parecen haber sido olvidadas luego de todo el Acuerdo de Paz y esa publicidad exageradamente benévola sobre su figura, y con la que logró salir algo así como invicto de su cargo: “El tal paro nacional agrario no existe”, invalidando la lucha de agricultores y trabajadores campesinos que denunciaban abusos y destrucción de sus cultivos por parte de, como no, la fuerza policial, quienes, cobijados por una resolución, aterrorizaban y amenazaban a diestra y siniestra, y al tiempo permitían tirar a la basura toneladas de comida. Un acto de auténtica canallada.

Las amenazas consistían en prohibir a los trabajadores del campo hacer lo que han aprendido durante toda su vida. Esto es, sembrar, cultivar y reservar lo mejor de su cosecha para reutilizarla como semillas y así volver a sembrar. Con la aprobación del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos vino una ley que obliga a usar semillas certificadas vendidas por multinacionales gringas. ¡Un negocio redondito! Toda una despiadada peripecia para seguir jodiendo gente.

Todo esto lo contaba Victoria Solano en el documental “9.70”, un mediometraje puesto a disposición del público vía Youtube (ver aquí). Las consecuencias de aquello llevaron al paro agrario, hecho que funciona como introducción a su más reciente película titulada Sumercé, y en la que en medio de un amplio resumen de aquella jornada agraria, se manifiesta un vocero en quienes los campesinos ponen voz y voto, y una fe inquebrantable.

A través de los 80 minutos de Sumercé, ese vocero, de nombre César Pachón, se convierte, junto a otros dos defensores de páramos y territorios, Eduardo Moreno y Rosita Rodríguez, en los protagonistas de un relato que, así como el documental 9.70, va por los mismos derroteros: evidenciar un conflicto social. En el caso de Sumercé, la certeza de un desinterés por el cuidado de territorios y ecosistemas agrícolas, y las consecuencias de la minería ilegal, una problemática maquinada y promovida por un gobierno repugnante, encarnado en un aprendiz de presidente que no despierta ni el más mínimo respeto.

Ignoro completamente si este tipo de cine realmente concientiza al público. Lo que sí me queda claro es que Solano hace un esfuerzo por alejarse del estereotipado lenguaje del documental televisivo y arma un relato conciso, poderoso, de narración arquetípica, y en la que tres individuos de carne y hueso e inexorable entrega se convierten en una suerte de héroes. Su compromiso no es otro que el de garantizar la protección de una región con grandes páramos, que representan un gran porcentaje de estos en el mundo. En Sumercé hay vocación de humanismo y búsqueda estética. Es conmovedora y se niega a ofrecer giros edulcorados.

La película supone el primer estreno colombiano en tiempos del tal coronavirus a partir del 11 de junio. Encontró su ventana en una plataforma llamada Mowies, lo que se me hace una solución salomónica, no solo porque el regreso de las pantallas de cine va a demorar, y esto es tema inaplazable, sino porque da pistas de esas otras formas de ver y degustar el cine. Siendo realistas, películas de este tipo no consiguen el mismo arrastre ni la misma oportunidad en los espacios tradicionales.

El agotador y tenaz viaje de este trío de héroes es muy fácil equipararlo con la historia de David contra Goliat. El Goliat de aquí, tramposo, indolente y arrodillado, hará lo que sea por proteger sus intereses. Le importa un pito el pueblo y los defensores de la tierra. A los periodistas y documentalistas, esa gente de mal vivir, a esos mejor intimidarlos con amenazas. Y no, a este no lo derrotarán o, por lo menos, no tan fácil. No hay honda y piedra que valga.

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