Abr 8 2013 18:30

Roa, la película – Reseña

	Por Sandra M Ríos U
	Twitter: @sandritamrios

(Advertencia: esta es una crítica que entra a detallar aspectos de la novela y la película. Si esto te molesta y aún no la has visto, por favor no la leas aún)

Mañana 9 de Abril de 2013 se conmemorará el 65 aniversario del fallecimiento de Jorge Eliécer Gaitán, el abogado y político que representó, como en muchos años no se volvería a ver, la voz crítica de un pueblo. Este mismo día se estrenará en salas de cine ROA, tercer largometraje de Andi Baiz que se ambienta en este nefasto suceso para el país.

ROA no se basa en Gaitán sino en el personaje que lo ultimó, o al menos en quien cayó la autoría material del asesinato, Juan Roa Sierra. Unos pocos autores a lo largo de este tiempo han averiguado sobre este personaje y se han atrevido a escribir de él. Uno de esos fue el dramaturgo Miguel Torres, quien hizo una investigación bastante exacta y exhaustiva que cuenta muchos detalles reales de este hombre.

Hay unas cuantas cosas que ficcionó ante la ausencia del asesino (asesinado a golpes por los simpatizantes de Gaitán, despojado de su ropa y desfigurado) y su familia, que no ha dejado mucho rastro. Esa historia la podemos leer en la novela “El Crimen del Siglo”.

El ROA de Torres, el escritor, es un ser casi despreciable, un hombre patético al que no le gustaba el trabajo, un hombre que dependía de su madre y por tal razón, se ganó el odio de uno de sus hermanos. Un hombre holgazán que hacía muy pocos esfuerzos por conseguir un trabajo de verdad y ayudar a su compañera y la hija de ambos. Y todo eso ocurría porque Juan Roa Sierra era un personaje que, más que soñador, tenía muchos delirios, se creía no solo la reencarnación de un prócer sino de dos y, excusado en la falta de estudio, era un amante de la superstición. Por eso su anillo de calavera y hueso, las visitas recurrentes a un quiromántico (que existió en realidad), quien le tenía tanto pesar que hasta le solía prestar dinero. Él lo llevó por la senda de la sociedad secreta de los Rosacruces, cuya adoctrinamiento incluye no solo la teoría sino la práctica esotérica.

La relación con Gaitán se debió a que después de ser un admirador suyo, como el resto de su familia y muchos de su barrio, pasó a odiarlo como nunca (eso no se ha confirmado, pero es lo consignado en las declaraciones de su compañera), pues tras irle a pedir trabajo Gaitán, éste se “lavó las manos” diciéndole que él no era el presidente, que era un simple abogado y por tanto le sugería que le escribiera al primer mandatario. Acto seguido, le cerró la puerta. Así lo narra el libro.

Preso de la ira comienza entonces a fraguar su muerte con técnicas conocidas, pero torpes. Por eso y todo lo que de él se detalla en la novela, es muy difícil creer que este ser humilde, de muy pocos amigos (según los mismos testimonios), que atraía los problemas, fuera capaz, a la final, de ultimar a Gaitán. Esa teoría acerca de un grupo oscuro, venido del exterior, es el que pone de manifiesto la obra literaria, sembrando hasta su último capítulo, la duda sobre si ROA fue quien disparó el arma.

“La operación pantomima” es el título de la teoría que habla del tema donde se culpa específicamente a la CIA como el autor intelectual del asesinato de Gaitán y donde reposa el testimonio de un agente secreto que se dijo ser el autor de los hechos, aunque años después los desmintió. Esa teoría que se insinúa en la novela, es la que confirma más tácitamente Andi Baiz en su película, es decir, la de la actuación directa de una “mano negra”.

La adaptación tiene varias líneas de guion exactas a la novela. Entre ellas tres que causan gracia al espectador, pero hay también diferencias sustanciales. ROA, en la película, es una clara víctima y entonces para apoyar esa teoría de lo que sería una historia vieja de un “falso positivo”, Baiz junto a Patricia Castañeda, acercaron a este personaje a la simpatía del espectador.

Por ello entonces, en la película ROA y contrario a esos registros que se han conocido, contando el de la mamá, es un hombre desafortunado que no atrae problemas sino que le llegan a él. Un hombre con más trabajo del que realmente tuvo, un hombre cuya madre no lo solventó tanto como sí lo hizo, un hombre cuya esposa nunca lo abandonó como sí ocurrió, un hombre que no conoció el rosacrusismo, un hombre que hace pose de “estatua” sin explicación para el espectador, más allá de ser una intimidad divertida de familia, pero que tiene otra razón que lo deja, como el resto de circunstancias de su vida, plantado como un hombre de aquellos a quien todo el mundo sería capaz de ignorar. Un hombre al que en varias tomas se le ve un anillo de calavera y hueso que usaba no como presagio de lo que ocurriría (así se insinúa en el film), y no por su pasión a las ciencias ocultas.

Como verán, son distancias que crean conflictos con aquellos que han leído la novela. Son un solo personaje que tiene el mismo fin, pero con hechos previos y personalidades un poco distintas. He entendido, de lo investigado, que el ROA de Torres es el que más se acerca, o por lo menos considerando esas declaraciones de familiares y amigos, incluido los dos hombres que le vendieron, aparentemente, el arma homicida.

La novela de ROA no es una obra perfecta porque a ratos se torna larga, demasiado descriptiva y llena de muchas subtramas. Parte de eso resuelve la adaptación para cine, pero no como hubiese yo querido verlo, porque al hacer de este Roa, un hombre más “querido”, se eliminaron situaciones dramáticas de este personaje. Es más, al darle este giro abrupto, a mi parecer, se le quita protagonismo a otros personajes. Tal es el caso de la mamá y del mismo quiromántico.

En la película se optó por darle más protagonismo a la figura de su compañera sentimental, algo que no ocurre en la novela ni en vida real, porque ella lo abandonó muchos meses antes del asesinato. Es más, se dice que ella solía decirle “el bobo”. En la película ese rol lo interpreta la actriz Catalino Sandino, quien hace un papel muy desentonado y flojo.

No noto, como muchos dijeron en el Festival de Cartagena, que la película tiene problemas de ritmo o es mala. ROA no es un mal largometraje. Es una adaptación respetable. Propone, de cierta manera, una versión polémica acerca del asesino de Gaitán, planteando la figura de una mano negra que jugó parte en este hecho y que representa el sentir de muchos colombianos a lo largo de estos años, además porque de no ser así, el caso hubiese quedado resuelto hace mucho tiempo.

Roa es una película cuidada, en términos generales, en los aspectos técnicos, en ese desafío tan grande que era la ambientación, aunque hubo detalles que se escaparon (hombres dentro del café conservando los sombreros puestos, efectos especiales poco creíbles hecho en computador, como el incendio del tren o la ciudad en llamas).

Otro de los desaciertos fue la escogencia de Santiago Rodríguez como Gaitán. No solo porque físicamente era muy difícil acercarlo, sino porque en los momentos en los que aparece no alcanza a transmitir la fuerza del político. Además el maquillaje en su nariz es realmente desastroso.

ROA tiene especialmente un final acertado, convincente y bien tratado. Es una película con varios altibajos, así que creo que muchos coincidirán conmigo que Satanás sigue siendo la mejor obra del director Andi Baiz.

Aplausos para Mauricio Puentes, el actor que encarna a Juan Roa Sierra. Gran trabajo. Por él se sostiene en buena parte este largometraje. ROA, la película, llegará a la cartelera con 60 copias y distribución en varias ciudades del país.