Oct 3 2021 12:30

Reseña La boda de Rosa de Icíar Bollaín – Tratarse bien a uno mismo

Por Daniel Andrés Ruiz Sierra (@Tato Ruiz)

Icíar Bollaín es quizás una de las directoras más prolíficas en el cine contemporáneo español y sus personajes protagónicos, mayoritariamente femeninos, bastante complejos y en medio de contextos algo espinosos. A pesar de lo anterior, el desarrollo de sus películas siempre se dan de una manera amable, sencilla y entusiasta (salvo una que otra excepción). Sus personajes logran, casi siempre, tener un desenlace en el que la esperanza y algo de optimismo (en mayor o menor medida) siempre ganan. Su décima película (la penúltima a estas alturas, pues recién lanzó “Maixabel”, que ha tenido muy buenos comentarios y se me hace algo realmente distinto en su filmografía, aún sin verla) no es nada atípica en su filmografía.

“La boda de Rosa” tiene un argumento bastante sencillo, es lo suficientemente simpática con su peculiar propuesta y logra por momentos tocar mucha fibra y llegar a reflexiones importantes cuando aborda temas como el del autoestima y la importancia de tomar el control de la propia vida.

En “La boda de Rosa”, que logró tres nominaciones en los Premios Platino, se cuenta en clave de tragicomedia la vida de una mujer de 45 años de la que todo el mundo se aprovecha. Y aunque ella parece satisfecha con una forma de abuso de parte de su jefe, familia y cercanos, llega un punto en el que manda todo a la mismísima mierda; escapando a un pueblo cercano en el que redescubre o mejor, se convence, de que podría empezar su propio negocio, que está ligado al recuerdo de su madre. Pero además de eso, se convence también de que puede casarse con ella misma. Con esto en mente, invita a unos pocos de su familia, a quienes la noticia los deja fríos.

Lo anterior se presta para una serie de situaciones divertidas y relativamente exageradas, pero siempre bien dosificadas y, sobre todo, bien interpretadas. Bollaín vuelve a dejar ver esa agilidad suya para pasar un buen momento, sabiendo también cómo incorporar los puntos más dramáticos, intensos y especialmente complejos. Hay algo muy puntual con respecto a esa decisión de Rosa y la manera en que es recibida por quienes la rodean y en lo que Bollaín subraya con ahínco: todos la toman por loca (incluso uno mismo como espectador). Rosa tiene que aprender a lidiar con ello, saber manejarlo sin dar un paso atrás y al mismo tiempo lograr convertirlo en una situación que le permita a los demás ver el reflejo de sus vidas, esto es, que todos intenten saber ver el problema que tienen y que no quieren ver de frente, como sí lo hace Rosa o, por lo menos, quiere intentarlo.

Ya sé que suena un tanto manido y quizás se estén haciendo a la idea que esta película es de esas comedias simplonas, bienintencionada y con síndrome de fábula. O quizás sea lo anterior un prejuicio con el que yo mismo me enfrenté al momento de decidir verla y ahora pretendo que quienes me lean también lo crean. Pero puedo decirles que no van a perder el tiempo viéndola. “La boda de Rosa” es una película afable, que al finalizar deja una sensación de ser entrañable. Tiene la virtud de saber contar un conflicto en el que, en mayor o menor medida, alguno de nosotros habrá pasado; el de enfrentarse al dilema de no saber cómo tomar las riendas de la vida y saber decir no, o renunciar a lo que se nos está volviendo un lío importante.

Con “La boda de Rosa” Bollaín también trae a colación una serie de temas o premisas secundarias que incluyen lo importante de saber acompañar a quienes están algo perdidos en la vida y no quieren o no saben afrontarlo. También pretende dialogar sobre la sensación de frustración cuando se llega a un momento de la vida (aquí, la mediana edad) y evidentemente la importancia de la sororidad y la emancipación femenina. Para contar todas esas intenciones, temas y subtemas, la directora ha escogido un casting que es un completo acierto: desde una Candela Peña que está enorme en todas las secuencias y muestra una inmensa sensibilidad a flor de piel, hasta unas convincentes y magnéticas Nathalie Poza (la hermana de Rosa), Paula Usero (La hija) y un simpatiquísimo Sergi López.

Contaba Bollaín que la idea de la película venía de ver una serie de matrimonios, o lo que también se conoce como sologamia, en Japón, donde, honestamente, ocurren las cosas más absurdas y fuera de cualquier lógica, según como hemos entendido la lógica para ciertas situaciones. Y aunque algo cuestionable, tal acción tan peculiar, lo lleva a uno a pensar que ese auto compromiso que en Japón algunos se convencen a practicar, y con el que se convence la protagonista de esta película, debería ser parte de un constante ejercicio nuestro. Sin exagerar, claro. Solo saber tener un espacio, un momento en la vida para comprometerse con nuestros propios ideales, con nuestros sueños y anhelos y saber cómo tratarse bien a uno mismo. No sobra. Así como no sobran películas como estas. De vez en cuando viene bien encontrarse con películas así, que le dejen a uno esa sensación de amenidad. Esa sensación de que, por muy traído de los cabellos, hay cosas que valdría la pena hacer.

* Esta reseña hace parte del Especial sobre las Nominadas a los Premios Platino del Cine Iberoamericano 2021

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