Dic 4 2023 18:31

Reseña ‘Hojas de Otoño’: La nueva joya de Aki Kaurismäki

	Por Sandra M Ríos U
	Twitter: @sandritamrios

‘Hojas de Otoño’: Una Historia de Amor en Tiempos de Desencanto

Película Selección Oficial FICCALI.

En febrero de 2017 mientras se llevaba a cabo la Berlinale, el cineasta finlandés Aki Kaurismäki anunció su retiro. ‘El otro lado de la esperanza’, con la que competía en el Festival de Berlín y terminó llevándose el Oso de Plata (mejor dirección), se convertía en ese momento en su última película. Y entonces los seguidores de Aki lamentábamos lo que sería el cierre de una carrera con títulos y tragicomedias inolvidables, donde ha mostrado historias de personajes anodinos y anónimos de la clase trabajadora enfrentándose a los problemas que impone un sistema y una sociedad dura y cruel, a la monotonía de sus obligaciones, las dificultades para comunicarse y a la soledad, pero también con la chispa suficiente para perseguir sueños y anhelos, para buscar amar.

Si hay algo que mueve a los personajes de este autor es el sentimiento de solidaridad, mismo que lo puso a pensar en un regreso, en una historia que respondiera al sinsentido de la guerra con esa fuerza inherente al humano capaz de ser generoso, de sentir esperanza y respeto por el otro y por todo lo que conforma a este mundo, como único mecanismo posible de darnos un futuro. Bajo esa premisa nació ‘Hojas de Otoño’, así que mientras los políticos de turno se empecinan en armar nuevas guerras y revivir otras, en pleno Siglo XXI y con una nueva pandemia a cuestas, Kaurismäki responde con una historia romántica que rompe con las angustias de estos tiempos y nos devuelve la fe.

En ‘Hojas de Otoño’ hay dos personajes centrales: Ansa y Holappe. Ambos tienen unos trabajos deprimentes, con los que ganan el salario mínimo, apenas para poder subsistir. Ansa trabaja en una tienda de comestibles y a veces roba alimentos ya vencidos, que un buen día le traen problemas al ser despedida por guardarse en su bolso un yogur caducado de menos de 50 centavos. Holappe, entre tanto, se emplea en la construcción y no espera a salir de su jornada para comenzar a beber, lo que también lo lleva a ser despedido al lesionarse por, supuestamente, andar borracho (la crítica ahí está servida). Estos dos adultos de mediana edad y solitarios se conocen por accidente en un bar de karaoke y hay un flechazo inusual en ellos que los pone ante la posibilidad de encontrar el amor de sus vidas.

Pero claro, como esta es una película de Kaurismäki, su naciente ilusión se ve saboteada por el destino o por los prejuicios y las limitaciones. Si no es porque ambos no se conocen el nombre, es porque alguno pierde el número de teléfono del otro, o por algún intento fallido por reencontrarse, o por, tras lograrlo, el alcoholismo de Holappe, o porque el uno no quiere ser controlado por el otro. Estos dos mortales van siguiendo sus vidas, encuentran otros (miserables) trabajos, mientras el destino sigue dándoles señales. Todo muy al estilo de las historias de Chaplin (venerado por el autor), cuyo nombre se referencia con un tercer y recurrente personaje en sus películas; un perrito adoptado.

Pero claro, como esta es una película de Kaurismäki, hay mucho más de humor que de romance, al menos en su sentido estricto. Estos personajes casi inexpresivos no tienen una dinámica de conquista empalagosa, con promesas y piropos para endulzar el oído. Ansa y Holappe apenas si hablan y cuando lo hacen es para expresar la necesidad de un amor concreto y realista. Punto. Lo de Ansa y Holappe está en lo no dicho, en esas miradas coquetas y cómplices, en el placer de compartir una buena película – todos esos afiches de clásicos románticos están ahí como mensaje subliminal para ellos, ofreciéndoles un universo de fantasía dónde escapar -, un buen trago, una buena música, o una buena risa por el canto desafinado de algún amigo.

Qué importante es la iluminación en esta película para acercar esta historia al romance, de lo contrario, es difícil que lo consiguiera. Una puesta en escena expresionista donde se van contrastando colores como el rojo, el verde, el amarillo y el azul, con los que cobra vida las emociones no expresadas de estos discretos personajes. Ese entorno vibrante y los espacios que habitan hablan de su mundo interior chispeante. La fotografía también está ahí con los claro/oscuro cuando aparece la nostalgia y de paso referenciar a los melodramas de otro favorito del director, a Yasujiro Ozu.

Es en todos esos pequeños detalles que esta película encuentra su inmensidad, en la sencillez de su historia cargada de ironía y unos protagonistas tan corrientes que jamás pretenden ser lo que no son, que jamás fingen aún estando a las puertas de una relación. Nada de lo que ahí pasa podría lograrse sin las maravillosas interpretaciones de Alma Pöysti y Jussi Vatanen.

‘Hojas de Otoño’ se hace grande porque es una historia de amor atípica , sin sentimentalismos, de unos personajes de carne y hueso que no exteriorizan su inmenso deseo de amar, pero que es evidente en cada intento por acercarse y nos hacen cómplices de esa añoranza. La inmensidad de ‘Fallen Leaves’ está en mostrar la belleza de lo ordinario. Y cuando descubrimos esa grandeza es que viene el sentimentalismo personal, las lágrimas ante una obra mágica, entrañable, pura y realista, que además celebra al cine mismo. Una obra que todo buen cinéfilo debe ver en una sala oscura.

Kaurismäki no solo le ha respondido a la guerra con esta película, también a la industria misma, reivindicando el cine de historias (incluso cortas. Esta dura 81 minutos) que se engrandece en pantalla grande. El British Film Institute decía que Aki se ha hecho su versión de ‘Tiempos Modernos’ y, pensándola, podría ser, ¿no? Definitivamente, mi película favorita de 2023.

Ficha Técnica