Entrevista a Ana Katalina Carmona, ganadora del premio Cortometraje Revelación por Los Enemigos en el Festival de Toulouse


Por Sandra M Ríos U
Twitter: @sandritamrios


“Yo quería plasmar una sensación de ahogo que muchas veces yo sentía cuando crecí en Urabá y es eso de que ser mujer, pensar un poco diferente, es complejo. En el campo colombiano, en Urabá, en Chocó e imagino que en otras regiones, pasa lo mismo, y es que son lugares donde la diferencia no se premia”. 

 

El pasado fin de semana el Festival de Cine Latino de Toulouse finalizó su edición 2022 en donde otorgó el premio del Cortometraje Revelación a “Los enemigos” de Ana Katalina Carmona, quien con esta obra delicada y con ciertos elementos personales está debutando en la dirección.

“Los enemigos” está ambientada en Pogue, Bojayá, con la historia de una niña que con sus silencios registra una cotidianidad de un mundo al que siente no pertenecer. Una producción que también está atravesada por unos cantos especiales, los gualíes. 

Conversamos con Ana Katalina tras ganar el importante reconocimiento para conocer más de sus intenciones detrás de este cortometraje y el proceso de realización, y así nos permita revelar un poco las búsquedas de esta naciente directora del cine colombiano.

  • ¿En qué momento y cómo surgió la idea de esta primera experiencia tuya como directora?

El corto surgió de una experiencia de rodaje. Yo estaba trabajando en otra película como productora de campo y un poco mi trabajo era contener a los niños, estar con ellos para que no interrumpieran el otro rodaje. Yo tengo buen feeling con ellos y ya había hecho algo de trabajo con los niños, así que se me dio muy bien y en las interacciones con ellos recordé como muchas de las historias de mi infancia.

  • ¿Qué cosas en particular recordaste?

Yo crecí en el Urabá antioqueño, una zona que tiene mucho mestizaje y que también tiene como ciertos ecos con la manera en que se vive en el campo, en el Chocó. Son zonas selváticas, húmedas, en las que los ríos y la naturaleza lo atraviesa todo y pues yo crecí en todo ese contexto natural y también en un contexto donde los niños son bastante libres. Con esa película donde fui jefe de producción me reencontré con toda esa niñez, como con esa manera de ver el mundo.

  • ¿Los niños entonces te contaron de cierto modo la historia de Los Enemigos?

Podría decir que la historia del cortometraje, que primero se llevaba “Yomaidy, amor”, surgió como de mi interacción con los niños y las niñas de esta comunidad de Pogue, en Bojayá, pero que luego, obviamente, evolucionó y tuvo una reescritura de la mano de mi coguionista, José Ardila, quien también hace parte de la productora Querida Cine. Yo traje muchas historias y anécdotas de los niños. Yo observaba mucho cómo se comportaban ellos, escribía los diálogos como ellos lo hablaban y luego fuimos creando la historia. Queríamos que fuera como en un tono documental, pero que se llevara a cabo el guion, que se respetara lo que habíamos escrito, su estructura narrativa.

  • Los casting con niños suelen ser procesos largos y dispendiosos, ¿cómo fue el de ustedes?

El casting lo hice con Mariana Gil, quien también es directora. Con ella entrevistamos a casi 50 niñas y niños para escoger a la protagonista y los de la bandita. Estábamos buscando a quienes podían ser los antagonistas y la protagonista del corto. Siempre nos interesó mucho que fuera una niña que pudiera entender que este era un proceso creativo, actoral y que, de alguna manera, aunque quisiéramos trabajar con actores naturales, pudiera tener las herramientas para protegerse.

Eso a mí me importa mucho en el trabajo con actores naturales, que sean niños, en este caso, que tengan de alguna manera herramientas psicológicas y emocionales para blindarse ante las emociones que va a tener su personaje. En el caso de la protagonista, era una niña que iba a estar todo el tiempo con una nostalgia, con una tristeza encima, entonces teníamos que encontrar a alguien que pudiera entender que este era el estado emocional del personaje más no el de ella. Eso lo encontramos cuando vimos a Nairovys.

¿Y el tema de su preparación?

El proceso con ellos fue un poco más fácil porque son niños cuyas mamás hacen parte del grupo de cantaoras de Bojayá, entonces son niños que están metidos en procesos artísticos desde muy pequeños, así que entienden muy bien de qué se trata todo esto. Después de la selección de los perfiles hicimos varias rondas de casting para seleccionar los que seguían en el proceso y decidimos aplicar algunas técnicas con la niña protagonista, porque era súper expresiva, así que teníamos que bajarle las emociones, hacerle una dirección actoral, una preparación. Fue muy importante los diálogos que tuvimos con los papás de los niños. Las mamás estuvieron muy presentes en todo el proceso.

  • Siento que el corto es un proceso sutil de observación, ¿Cuándo lo rodaron y durante cuánto tiempo?

En total rodamos seis días, pero en jornadas cortas. Era mucho más la preparación. Tuvimos una grata coincidencia y fue que nos ganamos el FDC de producción y decidimos rodar casi que inmediatamente, porque ya veníamos preparando cosas. Rodamos en febrero/marzo de 2019, justo antes de la pandemia. Nosotros regresamos y ese fin de semana cerraron toda Colombia.

  • ¿Cómo fue el modelo de producción y financiación del proyecto?

Para la realización del corto fue muy vital que en el modelo de producción que planteamos los tiempos de producción eran muy largos, o sea, no fue con la prisa con la que normalmente se hacen los rodajes, sino que queríamos hacerlo con más calma, porque con los niños queríamos respetar la legislación, que no se trabajara más de cuatro horas en el set. Teníamos un tiempo de preparación y cuatro horas de rodaje, todos los días. El convenio con los niños, por ejemplo, era que luego yo me iba a jugar con ellos (risas). Nos íbamos al río, también a mantener el vínculo, a interactuar, a seguir un poco como una relación desde otro nivel para que ellos no se agotaran, porque los procesos de rodaje suelen ser muy agotadores para ellos.

Hicimos toda una ruta de financiación donde nos fue muy bien. Ahí decidimos hacer un modelo de producción diferente en el que no era tantas personas, por ejemplo, el equipo de rodaje éramos seis personas, más alguien de la comunidad que ejerció como asistente en la producción de campo, junto al director de esta área, Pablo Restrepo. Eso nos permitió estar mucho tiempo en la zona, porque yo quería hacer un proceso muy largo de preparación de actores y también quería hacer un proceso muy juicioso de casting. 

  • Esta historia no solo está atravesada por esa cotidianidad de una niña y su entorno, sino por unos cánticos que también ayudan a narrarla. Hablemos de esto.

Para nosotros era muy importante este elemento, porque el corto nació de esa interacción con los niños y de una sensación. Yo quería plasmar una sensación de ahogo que muchas veces yo sentía cuando crecí en Urabá y es eso de que ser mujer, pensar un poco diferente, es complejo. En el campo colombiano, en Urabá, en Chocó e imagino que en otras regiones, pasa lo mismo, y es que son lugares donde la diferencia no se premia, son lugares donde el diferente es muy lastimado y donde las mujeres que piensan diferente y las mujeres que tienen una personalidad un poco fuera de los cánones, incluso un cuerpo, o una sexualidad, etc., no encuentran un lugar fácilmente. Esa sensación me ha perseguido toda la vida y es algo que también está plasmado en la nueva película que estamos escribiendo.

A mí me interesaba mucho abordarlo desde el tema del sonido. El sonido en toda la película es otro elemento antagónico y que agobia tanto como los amigos, o los otros elementos de la narración. Nosotros decidimos potenciar esto del sonido con la música tradicional afro que promueven las madres de los protagonistas en esta región. Como te decía, las mamás de ellos son las alabaoras de Bojayá, entonces ellos tienen esta tradición en sus venas. Estos cantos se usan para alabar a los muertos, ellos los despiden de esta forma. Ahora las alabaoras están tratando de transmitir la tradición a sus hijos e hijas y yo me di cuenta que los niños cantan otro tipo que se llaman gualíes. Los gualíes son cantos para niños muertos, son alabaos especiales solo para niños. Los que usamos dentro del cortometraje fueron esos.

Ahí hay un elemento narrativo un poco encriptado y es que la sensación de huida que yo quería representar en este personaje decidimos trasladarla a los cantos y casi que los cantos terminan siendo un poco diálogos y una voz constante. Son más que solo música incidental, de hecho, en algún momento planteamos un montaje que era casi que un musical, porque nos parecía que las letras de las canciones que habíamos elegido eran vitales por lo que estaban significando, además que está este asunto del por qué preparar cantos para niños muertos y es que la guerra en Colombia nos ha dejado incluso costumbres como estas.

  • Esos cantos ayudan  a la protagonista en ese tono nostálgico del corto y de paso para hablar sutilmente de la sombra de una guerra que ellos también deben sufrir desde tan temprano.

Yo no quería llevar el corto al terreno de la guerra. No quería hacer una película de ese escenario, incluso ese diálogo está en la película, porque como crecí en el campo colombiano también sé que los matices que hay ahí y las personas están ahí, tienen muchas más cosas por contar que solo la guerra. Yo sé que eso está y hace parte de las emociones, de la cotidianidad, pero yo quería hacer una película donde los niños se permitieran ser niños y se permitieran ver otras complejidades que pueden vivir y que pueden estar desarrollando en su existencia, más allá de la guerra per se en el campo que hemos ya plasmado mucho en el cine. Me interesa seguir haciendo cine en el campo colombiano, pero sí quisiera tener algunas posibilidades de mirar otras complejidades de la cotidianidad de quienes viven y están en el día a día luchando en medio de un conflicto.

Entonces trabajamos un montón en esto con el director sonoro, que fue Deimer Quintero y que también es director de documentales (risas).  Él llevó unos micrófonos especiales para estos cantos e hicimos un montón de cosas, como coros y grabamos muchos, muchos cantos, para lograr la sinfonía que queríamos. Era muy importante para nosotros que los cantos pudieran ser seguidos por el espectador, incluso en las traducciones que tenemos siempre están los cantos, para así seguir una historia de fondo.

El gualí tiene un asunto sonoro muy bello, nos regaló también unas imágenes muy lindas a través de ese sonido. La selección se hizo pensando en el agobio, en el camino y en todo lo que la protagonista está intentando expresar. Hay una cosa que a mí me parecía muy dolorosa en toda la experiencia de creación y era que yo sentía, cuando estaba allá, que los niños todos se querían ir y eso me parecía súper triste, además que coincidía con los niños de Urabá. Esa sensación de quererse ir también pasa porque se crece siendo muy vulnerables, no solo por lo natural de su edad, sino porque están en medio de una guerra, de unos grupos armados, de fuego cruzado, de reclutamiento forzado. En este momento en el Chocó los índices de suicidio de niños está muy alto, sobre todo, en comunidades indígenas, y eso es súper doloroso. Pensar en que los niños se están suicidando para evitar ser reclutados por fuerzas armadas de diferentes grupos que llegan a llevárselos es muy fuerte. Cuando nosotros estábamos allá nos tocó ver esto muy de cerca; presenciar como una niña de tan solo 12 años decide irse para una guerrilla. Es tal el ahogo que prefieres irte para allá o suicidarte, antes que seguir viviendo en un estado de indefensión que se vive en el campo en Colombia.

  • ¿Se les dificultó la etapa de posproducción una vez llegada la pandemia?

Durante la pandemia el proceso de posproducción fue muy lento porque todos teníamos las angustias normales del momento que estaba pasando la humanidad, entonces obviamente el montaje fue lento, pero conté también con la gran fortuna de tener un montajista que es muy amigo y es director de cine que se llama Juan Sebastián Quebrada y pudo ayudarme a dar otra visión. En el montaje tuvimos mucho cuidado, fuimos muy meticulosos, tanto que tuvimos casi treinta cortes de montaje y en el que cada corte lo veían diferentes personas. Fue muy importante los comentarios de otros realizadores como el de la directora Marta Hincapié o el de Capucine Mahé, la productora de Evidencia Films. Sus comentarios me sirvieron mucho y fueron muy útiles, cuando uno decide abrirse en esas etapas. Yo fui muy tranquila con ese proceso. Muchas personas lo vieron mientras se estaba construyendo. Como esta fue mi primera experiencia como directora, para mí fue importante escuchar y ver las visiones de los otros y así tomar las decisiones.

  • ¿Cómo ha sido la experiencia en estos primeros festivales donde el cortometraje ha sido elegido?

Cuando empezamos la ruta de festivales, yo no tenía tantas expectativas, sabés. Yo sé que esta es una industria muy difícil, que es de perseverar, mantener la calma y, sobre todo, mantener las expectativas muy moderadas frente al tema de los festivales. Nosotros quedamos preseleccionados en algunos festivales clases A, pero no pasamos y eso me tenía un poco triste. El año pasado quedamos finalmente seleccionados en el Festival de Guadalajara y eso nos dio un buen empuje. Después, quedamos en Bogoshort, donde ganamos un premio a mejor música y ahora en el de Toulouse, que a nosotros nos gusta mucho porque tiene un espíritu muy comunitario y tiene un proceso curatorial muy juicioso.

  • Hablemos particularmente de este evento francés donde ganaste el premio a cortometraje revelación

En este festival quedamos en dos selecciones, en la Competencia oficial y en el del público joven que fue una experiencia increíble. Te digo que fue para mí de las proyecciones más hermosas, porque era un público totalmente ajeno al contexto, pero un público joven, eran de hecho todos niños entre los 6 a los 12 años, que hacían parte de escuelas y de talleres en Francia, algo que para mí fue muy importante, porque me demostraron que entendían el corto, que entendían el contexto. Me hicieron muchas preguntas, sobre todo sobre la vida de la protagonista, sobre la naturaleza, y fue una experiencia muy atípica. Toda la experiencia en este festival fue muy bonita, porque cuidan mucho la proyección y a los invitados.

Nosotros tuvimos cuatro proyecciones y en todas hubo lleno total en las salas. Para mí fue muy gratificante. El premio para nosotros es muy importante, porque vimos la calidad del festival y, la verdad, no nos esperábamos llevarnos uno de los premios, sobre todo ese que es escogido por todos los profesionales.

  • ¿Cuál es la película que estás escribiendo y qué más sigue?

Ya estamos trabajando en mi largometraje “La cábala del pez” y en una serie llamada “Chitsú”. 

 

Crédito imágenes del rodaje: Pablo Restrepo.

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