Reseña Crítica El Abrazo de la Serpiente de Ciro Guerra


Por Sandra M Ríos U
Twitter: @sandritamrios


Una obra que pueda leerse con total sentido de atrás hacia adelante, nos confirmaría que se trata de una obra realmente completa, que no ha dejado ningún cabo suelto. No es algo habitual hacerlo, como tampoco que suceda, pero realizar el ejercicio con la literatura es casi fascinante. Así, podría decirse que es El Abrazo de la Serpiente, una película que gracias a la forma como es interpretado el tiempo y el espacio, hace que cobre total sentido viéndola en su orden o al revés.


El plano con el que Ciro Guerra abre esta historia es lo suficientemente atractivo para atrapar al espectador: hay un río y una lancha acercándose a una orilla, en ella, un imponente indígena, Karamakate, el protagonista, con mirada fija y profunda. A partir de ese momento, la historia nos adentra literalmente en la espesura de la Selva Amazónica, a universo totalmente desconocido.

El encuentro del indígena es con Richard Evans Schultes, un etnobotánico que quiere seguir las huellas del primer explorador del Amazonas (Theodor Koch-Grüngberg), seguir el camino (hecho hace más de 20 años atrás) que lo llevó al descubrimiento de una planta milenaria y sanadora. Karamakate en realidad ve en este nuevo explorador la figura del anterior, reviviendo poco a poco su dolorosa experiencia.

Esos dos personajes (Karamakate viejo o joven con los dos exploradores) representan la intensa forma en que se produce ese contacto entre dos culturas tan distintas y las intenciones detrás de los acercamientos. El Abrazo de la Serpiente es un viaje por paisajes arrebatadores, pero muy especialmente, por estados emocionales que pasan por las expectativas, el miedo, el sufrimiento, la desconfianza, el desconcierto, la ansiedad y finalmente señales de una amistad.

La historia de la película, a diferencia de sus referencias cercanas (las de Werner Herzog), se ha contado desde la perspectiva de los indígenas y no de los registros dejados (en realidad) en los diarios de los exploradores que inspiraron esta historia, ni las versiones colonizadoras que nos han vendido en el cine. Eso le da una intención única y distinta a esta película híbrida entre el documental y la ficción.

El Amazonas que se recrea en la película ya no existe ni siquiera para los indígenas que actuaron en ella, para quienes resultó fascinante recrear una leyenda tan fantástica sobre los orígenes y el conocimiento del espacio, el tiempo y la convivencia con la naturaleza que, aún siendo creada por la mente de Ciro Guerra, tiene componentes reales. Y lo hace con tal nivel de precisión que sorprende a cualquiera, vasta tan solo con visitar el banco recopilatorio de imágenes que tiene el Banco de la República sobre Evans Schultes, para comprender con mejor exactitud la magnitud de lo (re)creado.

En medio de esa relación entre Karamate joven y viejo con los exploradores, Ciro nos habla de temas históricos (poco tratados) como el paso devastador y despiadado del hombre por la selva, de la sangrienta explotación del caucho (acaecida entre 1879 y 1945) y de los absurdos procesos mesiánicos. Con estos tópicos se acentúa el choque cultural tan profundo que significó la unión de dos culturas y lo hace con varias secuencias de gran, gran impacto narrativo y visual.

No solo es sorprendente la forma precisa de recrear un Amazonas desaparecido o, por lo menos, perdido, sino el gran trabajo actoral. La película, bastante austera en diálogos, tiene una mística dada por el entorno (que sería la parte más obvia) y por sus personajes, que, claro, son naturales (Antonio Bolivar y Nilbio Torres como Karamakate viejo y joven respectivamente, y Yaunkü Migue, que hace de guía), un componente que ayuda a la credibilidad de la película, pero no por ello escapan al reconocimiento por su conexión con la historia y la cámara. Por supuesto, también han hecho grandioso trabajo el actor belga Jan Bijvoet y el estadounidense Brionne Davis como los exploradores. Ambos actores que, sin hablar español, debieron decir los diálogos en ese idioma y ocho lenguas más. Sin duda los múltiples idiomas que se hablan a lo largo de toda la película ayudan a construir la verdad de la historia, sumando también la corta y elocuente participación del actor colombiano Nicolás Cancino, interpretando al falso mesías, en una de las secuencias más alucinantes de la película.

El Abrazo de la Serpiente es un largometraje extenso (dos horas), con el que quizás algunos se agoten, hay escenas con ciertos altibajos en el ritmo y cuya duración se extiende más de lo necesario, pero en todo caso, Guerra sabe cómo levantarlas.  Al final, se trata de detalles menores y hasta naturales cuando se habla de una obra tan cargada de tantos elementos: los estéticos, los argumentales,  más el peso anticipado e impuesto al convertirse en la primera película de ficción colombiana rodada en plena selva amazónica.

La historia de El Abrazo de la Serpiente es sencilla, pero los desafíos los impone la forma particular en la que los indígenas – insisto – perciben el tiempo, el espacio y nuestra alma, a través de sus creencias y mágicas leyendas ancestrales. La no obviedad de la película en ese sentido eleva su narración al  desvanecer la línea espacio-temporal.

Ciro Guerra ha decidido distanciar esta historia del tiempo actual, haciendo uso del blanco y negro. Algunos lo consideran innecesario, pues con ello se pierde los vívidos y refrescantes colores que produce la selva – lo cual puede llegar a ser cierto-, pero  este recurso sin duda ayuda al misterio que maneja la historia. En realidad,  lo que sucede es que desconocemos hasta el final a dónde nos dirige el viaje emprendido por Karamakate y el explorador, y aún sabiendo lo que el extranjero ha llegado a perseguir, es difícil imaginar cómo terminará.

La película es multilectura. Pensando en las secuencias, estas operan casi que como fragmentos individuales con un inicio y final propio. Cada una de ellas con su tema y personajes – además de los actores principales que siempre están ahí, son el hilo conductor. Es perfectamente válido pensar que, para algunos, El Abrazo de la Serpiente es un experiencia sobre los antepasados indígenas y la selva, mientras que para otros, podría llegar a operar como un largometraje político.

Es fácil quedar desconcertado al verla por primera vez. Eso habla del nivel tan grato de sorpresa que produce. Ciro Guerra si bien había mostrado su talento en sus dos anteriores películas (La artesanal “La Sombra del Caminante” y el épico recorrido de “Los Viajes del Viento”), se contenía, como dejando la sensación de reservarse algo más. Con esta película, sin embargo, entrega todo su potencial, desbordando con ello cualquier expectativa.

El Abrazo de la Serpiente seguramente se convertirá en una de las películas imprescindibles del cine colombiano y eso parece haberse comenzado a confirmar en Cannes donde, tras haber sido escogida para participar en la sección paralela “La Quincena de Realizadores”, ha recibido una importante cantidad de comentarios positivos.

Desde mañana en cartelera. No se la pierda.

Créditos Fotos: Emanuel Rojas y Liliana Merizalde.

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