Reseña de Isabel, serie dirigida por Rodrigo Bazaes sobre la escritora Isabel Allende. Una mujer evidentemente fantástica




Por Daniel Andrés Ruiz Sierra (@Tato Ruiz)

La miniserie chilena Isabel, de tan solo tres capítulos, está disponible desde el mes pasado en Prime Video para Latinoamérica y España.

 

A Isabel Allende siempre la han despreciado. Tan simple como eso. Su trabajo ha sido visto como uno menor y ha sido tildado, incluso por otras mujeres de la literatura, como “literatura femenina”. No sé a qué diablos se referirán con ello. Habría que preguntárselo directamente a una de las creadoras de tal adjetivo, Elena Poniatowska. Pero es evidente que tal adjetivo no es positivo. Otros la han tildado simplemente como una mala escritora, entre los que se encuentran su compatriota Roberto Bolaño, y hay quienes dicen que su prosa “cuenta historias sobre lo horrible y sufrida que somos las mujeres”, lo que alimenta estereotipos y tiene solo el objetivo de vender. Esto último lo dijo específicamente la escritora argentina Angélica Gorodischer.

A pesar de que la calidad de su escritura ha sido puesta en duda en repetidas ocasiones y desde la misma industria, no deja de ser curioso que, al tiempo, sea una de las escritoras de la región más vendedoras en el mundo entero y un evidente referente cultural y feminista, porque si no lo fuera no generaría tantas adaptaciones de sus obras en tantos formatos, ni inspiraría proyectos con tanta insistencia previa, como el de “Isabel”, miniserie que dice estar basada en la vida de la escritora, pero en realidad está más inspirada en la tragedia personal de la artista cuando en 1991 pierde a su hija. Tragedia que además inspiró uno de sus libros más famosos, Paula. “Isabel” es una miniserie conmovedora y bastante eficaz. Un trabajo que además es de época (naturalmente), lo cual es todo un reto, y con un muy bien logrado trabajo interpretativo. Lo mejor de todo es que tiene solo tres capítulos, una decisión que además se agradece en medio de esa fiebre televisiva a la que le falta síntesis  le sobra muchos proyectos, y muchísima (e innecesaria) fanaticada apasionada. Less is more, como diría la gran Joss Stone.

“Isabel” da inicio con una secuencia que abrevia de manera efectiva (y quizás muy común) el triunfo y el reconocimiento de la escritora, y en pocos minutos nos lleva al dramático suceso de su vida, dirigiéndonos entonces a una secuencia impactante y cargada de mucha explicitud trágica. Y tengo que admitir que no son los mejores minutos iniciales, y sí la típica y evidente introducción llena de rotunda carga dramática, que corre el riesgo de caer, muy fácilmente, en lo banal, en la exageración, y en lo desgarradoramente espectacular que resulta el dolor ajeno. Hablando de manera muy general, me parece que este tipo de secuencias/escenas son las más peligrosas porque de tener intérpretes malos, es la puerta de entrada de un proyecto lo suficientemente perverso. Afortunadamente, no es el caso de “Isabel”.

Y entonces luego de la hecatombe vienen una serie de contextos, flashbacks y flashforwards que nos cuentan a detalle quién es la tal Isabel Allende, de dónde viene, y los movimientos culturales y sociales en los que se ve inmersa, o que ella misma genera a través de su trabajo y sus deseos de intentar ser una mujer distinta a la mujer promedio. A buen ritmo, la historia nos va insertando en una serie de situaciones que van convirtiendo a la Allende en esa referencia cultural y feminista que es hoy, y para ello, la serie se arriesga a representar épocas de un Chile dificultoso y una Venezuela prometedora y núcleo de un movimiento cultural y económico importante. Y aunque no es espectacular, la producción queda muy bien parada con sus viajes en el tiempo.

Pero quizás lo que es más sobresaliente en “Isabel” es la línea narrativa que toca a la escritora como mujer y donde su director, Rodrigo Bazaes, que ha tenido mucha experiencia trabajando en dirección de arte y guion en películas como “Violeta se fue a los cielos” o las óperas primas “Navidad” (Sebastián Lelio) y “Fuga” (Pablo Larraín), deja entrever toda su admiración, cariño y compasión por el personaje. La forma en que resuelve contar las vicisitudes y éxitos de la obstinada Isabel Allende es de una altísima delicadeza y profundidad, y para darle vida se ha apoyado en Daniela Ramírez, una actriz impecable y de muy buen registro a la que vi por primera vez en la magnífica serie chilena “Los archivos del cardenal”, que cuenta en clave de ficción, pero basada en hechos reales, el trabajo de defensa de los derechos humanos que hizo el organismo de la iglesia católica en el país durante la dictadura. Aquí en “Isabel”, Daniela Ramírez ha sabido representar la fragilidad y el dolor en su rostro, porque no se puede vivir en una época aberrante y atroz contra el género femenino, y contra los seres humanos, y que no se te note en la mirada, y Ramírez es capaz de representarlo y transmitirlo. Porque la vida y el trabajo de Isabel Allende, y ese éxito suyo, es paralelo al horror de la dictadura chilena. No se puede hablar de esa escritora y de esa mujer, sin hablar del dolor del exilio.

En “Isabel” hay un viaje a la traviesa y necia vida infantil de la escritora, donde creó unas relaciones afectuosas con algunos miembros de su familia y algunos hitos que, según la serie, sirven como parte de la génesis de ese primer e interesante libro suyo. Y hay también un viaje a su grisácea vida hogareña, un acercamiento a ese proyecto que aún hoy sigue tan vivo en la memoria de algunos ciudadanos del país, la revista “Paula”, revista que significó todo un estandarte para la “mujer moderna”, a su lucha contra el patriarcado, y a algunas de sus conquistas amorosas, que no son un detalle ínfimo, dado que la escritora es muy de promulgar esa vida suya tan entregada a los hombres y al matrimonio. Al día de hoy, Allende lleva 3 matrimonios encima y afirma que a sus casi 80 años no piensa rendirse, que aún a su edad sigue teniendo “ganas de hacer de todo”. Una mujer evidentemente fantástica.

Y claro, en esta producción también está muy marcada esa relación entre madre e hija, que pasa por una serie de turbulencias y que desemboca en esa pérdida tan atroz que la lleva a una travesía por sus miedos y dolores más profundos, y a un duelo que está plagado de conexiones con su pasado. Y no, no estoy lanzando spoilers, porque “Isabel” va más allá de la anécdota y los hitos de su protagonista. Este es un viaje profundo, o muy cerca de serlo, al alma de Isabel Allende y eso es precisamente lo interesante de la serie.

Admito que no soy tan asiduo a las series de televisión. No las detesto, pero me desaniman. Me llena de enorme pereza ese formato de largo aliento. Yo, que lucho tanto con el tiempo, lo rápido que se escurre y lo tirano que es, no podría dedicárselo a largas temporadas y tiempos muertos para alargar algo que es posible decir en poco, y mucho menos cuando hay riesgos de encontrarse con proyectos desechables y olvidables. Afortunadamente existen estas otras opciones que acaban cuando hay que hacerlo y cuentan lo que hay que contar. “Isabel” es una de ellas.

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