Reseña Una Selfie con Timochenko, una comedia de provocación sobre el conflicto y la reconciliación


Por Sandra M Ríos U
Twitter: @sandritamrios


¿Quiénes cabemos en la foto de la paz en Colombia” – Álvaro Perea

 

Entre realidad y ficción esta película colombiana se arriesga a presentar una reflexión desde una perspectiva más ligera, pero no menos sensible, sobre el proceso de paz  y reconciliación que apenas arranca la sociedad.

Hay en este largometraje varios prejuicios por vencer comenzando por su título “Una Selfie con Timochenko”.

Evidentemente provocadora desde su inicio, nos cuenta la historia de un funcionario público de rango medio que en vísperas del evento histórico de la firma del acuerdo de paz con las FARC se le ocurre la idea de invitar a Ruanda a una actriz y presentadora que le encanta, para conocer mejor el proceso de reconciliación que ahí se ha vivido y regresar al país justo para el gran momento, convencido que así podrá conquistarla. Su visita al país africano también sirve para coordinar un partido de voleibol sentado entre el equipo ruandés, integrado por personas que han hecho parte del conflicto en ambos bandos, y un equipo colombiano conformado por soldados y exguerrilleros.

Una Selfie con Timochenko a los pocos minutos nos hace saber que lo que veremos se acerca al falso documental y además hace uso de otros formatos como el videoclip y de otros géneros como la animación, el romance y sobre todo la sátira. Este sería entonces el segundo prejuicio a vencer, pues para algunos puede resultar un verdadero desafío la mezcla de un tema delicado y doloroso como el proceso de paz, con la superficialidad que supone un romance a modo de farsa, o las escenas de los deportistas y víctimas de Ruanda, con el personaje de un director de cine cínico, un protagonista enamorado (ambos papeles  a cargo de los propios codirectores) y una presentadora interesada (interpretada sin reproche por Natalia Durán). Como esta es la dinámica del largometraje, tolerarlo hasta el final es el otro obstáculo por superar, porque quizá resulte demasiado incómoda para algunos o superflua para otros.

El experimentado director Miguel Salazar del documental “Ciro y Yo”, nos decía en entrevista reciente que desde la ficción no han sido buenas las historias que se han contado porque no tienen esa distancia que él considera necesaria en estos tópicos (*). “No veo a nadie haciendo Tarantino con el conflicto colombiano”, nos decía, y si bien esta película nada tiene que ver con un spaghetti-western de los que se monta el cineasta estadounidense, rebate en un mucho la legítima posición de Salazar (codirector también de Carta a una sombra y La Toma).

El recurso utilizado aquí de la comedia parece el más obvio para acercarse a un público reacio a verse en su propio espejo, pero que es gustoso de dicho género, y tocar así un tema que a muchos espanta. En todo caso, no se puede asegurar del todo que se fueron por el camino más fácil, no solo porque de la comedia usaron los subgéneros más complejos, el humor negro y la sátira, sino porque desde un inicio asumieron el riesgo de alejar a un público que a priori no aceptaría una película con dicho título y porque además, y ahí sí en concordancia con Miguel Salazar, queda la duda si la cercanía (en tiempo) al proceso de paz y la siguiente etapa que estamos viviendo nos provoca conflictos con esta propuesta. Muchos seguramente querrán reflexiones serias sobre la guerra que nos trajo a este punto y unos cuantos ya estarán listos para digerirla con humor ácido.

Como pasa con las películas corales, Una Selfie con Timochenko al mezclar tantas cosas tambalea en varias. Hay momentos donde la farsa no surte su efecto, donde lo irreal no se ve tan real y donde lo verdadero no parece tan orgánico. Igualmente, al ver la película se puede deducir que el título era más que una apuesta arriesgada una provocación innecesaria y que al paso del metraje se va estrechando bastante el espacio para una reflexión singular y profunda sobre la necesidad imperiosa de reconciliarnos, que es el objetivo al que le apuntan sus directores. 

Los mejores momentos de la película los ofrece el viaje a Ruanda, porque presenta otra perspectiva al conflicto, brindando un punto de comparación para tener en cuenta y un ejemplo de la bondad y el trabajo incesante que siguen adelantando después 20 años de acuerdo de paz. Ocurre lo mismo con los arreglos del partido de voleibol, es decir, Una Selfie con Timochenko curiosamente funciona mejor cuando se aferra al formato convencional, cuando se toma en serio eso de brindar al espectador una mirada documental y permitirle a él solo, sin chistes o puntos de vista, forjarse la emocionalidad de lo que ve.

No se puede decir tampoco que detrás de lo que han hecho Juan Pablo Salazar y Álvaro Perea no hay una propuesta que abre la posibilidad de también mirarnos en temas serios con posturas menos acartonadas, pero en todo caso la película más allá de su título no resulta ni tan provocadora, ni tan irreverente. 

(*) Adjunto la pregunta y respuesta completa de Miguel Salazar sobre el conflicto abordado en el cine desde la ficción realizada en el marco del estreno de Ciro y Yo (leerla completa):

“Te he escuchado decir que el documental es el mejor recurso para hablar de estos conflictos. ¿La ficción limita en estos casos?

Lógicamente creo que los retos están ahí puestos para que todo el mundo pueda superarlos, pero creo que las experiencias de ficción sobre el conflicto reciente no han sido buenas. Pueden estar muy bien hechas, pero no sé, siento que no está la distancia y no se conectan con el público. No veo a nadie haciendo Tarantino con el conflicto colombiano. Yo creo que el documental está contando historias reales, de gente común y corriente, pero que hace cosas extraordinarias. Creo que además es el recurso que permite el uso de evidencias, de documentos, de pruebas que hacen que la película tenga fuerza. Ver al hijo de Ciro como informante es algo muy fuerte, es algo que te derrumba. Por supuesto, un buen guionista haría maravillas con eso. Con una entrevista comienza “Taxi Driver”, por ejemplo”. 

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