Reseña Les garçons sauvages (The Wild Boys) de Bertrand Mandico – La orgía del arthouse




Por Juan Carlos Lemus Polanía (Twitter: @jclemus)

Siguiendo con la analogía de Coppola, Les garçons sauvages es un bebé que nació de una orgía cinética. Una donde el pequeño Antonie (Los 400 golpes, 1959) ha crecido y cambiado de clase social para emborracharse con las estéticas y afanes vitales de Lang, Kubrick y Fassbinder. Cine de verdad, cine atrevido y avant garde meticulosamente amarrado al constante viaje del conocimiento propio.

“La vida no es como se vivió, sino como se recuerda y como se recuerda para ser contada”.

García Márquez.

 

La frase del nobel que cuando se habla de un viaje toma más aliento. Los viajes que además del recorrido y sus vicisitudes son ir y venir en la transformación de la definición del sí mismo. Dificultad que queda bellamente planteada en la primera escena cuando una chica recién sobreviviente de un naufragio camina con dificultad por una playa en tanto lo que parece un viaje onírico o lisérgico unas voces gritan Tanguy.

El primer plano usado sugiere que es de ella la voz en off que pregunta si conocemos la historia de Tanguy y los chicos salvajes. Cuando ella es rescatada por unos marineros se descubrirá que tiene una sola teta y pene. La chica/chico dice que antes era un chico. En años del #MeToo, la inicial provocación del director Bertrand Mandico va a más con los juegos de la cámara de Pascale Granel por cuanto en un plano cenital su lente se aleja y va dejando sola a la víctima a merced de una violación múltiple.

En un salto atrás el cuento de Tanguy Cinco chicos, inteligentes, bellos, adinerados y de buena familia, pero hechos por su propia mano y esfuerzo unos hijos de p?¡* —si la palabra choca, excúsense de ir al cine a ver Les garçons sauvages— son encontrados culpables de un crimen abominable. El estatus de sus familias, burgueses de ultramar en tiempo de colonias, les permitirá tomar una vía alterna al castigo ejemplar al que se les condenó. Contrario a lo que apenas fue un sueño para nuestro pequeño Antoine en “Los 400 Golpes”, el mar será el medio de aplicar un método experimental que promete transformarles a esta pandilla en seres socialmente hábiles. Romuald (Pauline Lorillard), Jean-Louis (Vimala Pons), Hubert (Diane Rouxel), Sloan (Mathilde Warnier) y Tanguy levarán anclas con El Capitán (Sam Louwyck) para volver civilizados. Tanto la violencia del crimen como lo estrafalario del método propuesto para la recivilización de estos salvajes hace mover los mecanicismos de “Clockwork Orange” (1971).

Ausencias y presencias

Les garçons sauvages es además un viaje que repasa la historia técnica del cine. En la primera mitad la película navega por estilos del blanco y negro. Desde el expresionismo de Lang, que invoca lo tenebroso del viaje; al más puro cine negro clásico, en su manera de ambientar el puerto, el mar y su niebla y la estancia en alta mar, para la zozobra vivida por los pilluelos por sus nuevas condiciones aunadas a la mano de hierro de El Capitán —difícil que este no recuerde a “Querelle” (1982)—. Recursos técnicos que subrayan la humillación física y emocional, incluida en el precio, y el quebranto de la voluntad por parte de sufrimiento corporal —hambre, sueño, frío— y el cansancio de un trabajo sisífico.

Pero llega el color como quien se despierta de un mal sueño. Y se presenta cuando la tripulación alcanza cierto lugar donde el hedonismo vive a plenitud. Sexual desde el inicio, en esta parte de la película Mandico nos lleva a una isla donde se puede fornicar con plantas con formas de mujer o arbustos con múltiples penes lechosos como extensiones y donde nunca una lluvia dorada había sido tan liberadora. Y otra vez los trucos formales del director —de color a blanco y negro, insertos, sobreimpresiones, fundidos— explican que el placer y la satisfacción no son solo en las necesidades físicas, si no que llegan acompañados de nuevas experiencias sensoriales y mentales. Una especie de emborrachamiento que les obnubila el entendimiento y les pierde. En ese lugar conocemos Séverine (Elina Löwensohn), la científica loca a la vieja usanza creadora del método de re educación de los infractores.

Que ser y qué querer ser

Séverine propone como solución a un mundo violento el feminizarlo mientras ella es su contraejemplo viviente. Y todo placer tiene un precio y los chicos lo pagan con su cuerpo. Un nuevo empaque físico al que, sin ser solicitado por ellos, llegan y que les ofrece una baraja de nuevas posibilidades de disfrute. Pero no solo para “eso”, que sirve un cuerpo, y sin ni siquiera entrar en asuntos religiosos. Además de lo audaz en lo formal, y soportado por él, Mandico se avienta subversivo en el mensaje. ¿Es el género un determinismo biológico? Siento que deja sin respuestas o más bien, con las mismas preguntas con las que se llega. Innegable es que el director presenta lo fálico como poseedor de una fuerza estúpida, incontrolable y destructiva. Lo vaginal, por contraste, como sumisión tranquila y poseedora de calmada paz.

Sin embargo, lo que vemos como resultado de las transformaciones se acerca más a la soldado Lynndie England —la cara más visible de los abusos en Abu Ghraib—. Entonces, quedará apostar por el entendimiento de las búsquedas del ser, por el ser mismo, y no porque alguna de estas búsquedas sean una salida a los fallos que se generan por el ser en su relación con los otros. Porque es claro que el asunto va más allá del desentendimiento entre los que sostienen que sexo y género son una misma categoría inseparables y los que no. Una discusión que hoy se sigue haciendo entre sordos, por la descalificación de la otra orilla como interlocutora válida, más aún si los que se cuestionan por su cuerpo son menores de edad, como el Les garçons sauvages.

Para rematar, la ópera prima en largos de este director —tiene decenas de cortos— está como agua para el chocolate en esta discusión que arrancaron las palabras de Scorsese sobre el qué es el cinema. Pues, apuesto, que si Marty la ha visto sentiría el frescor de la atrevida esperanza en el porvenir de nuestro amado arte, entendido como ese que pretende viajar a las simas del alma humana para develar sus misterios.

P.D.: La película francesa “The Wild Boys” de Bertrand Mandico fue listada por la emblemática revista Cahiers du Cinéma como la película favorita de 2018 (leer el listado completo). Por estos días y hasta noviembre podrá verse en Cine Tonalá Bogotá, la trae al país en estreno exclusivo.

Ficha Técnica

  • Dirección: Bertrand Mandico
  • Guion: Bertrand Mandico
  • Duración: 110 minutos
  • Reparto: Vimala Pons, Diane Rouxel, Anael Snoek, Mathilde Warnier, Pauline Lorillard, Sam Louwick, Elina Löwensohn
  • Montaje: Laure Saint-Marc
  • Cinematografía: Pascale Granel
  • Música: Pierre Desprats
  • País: Francia
  • Año: 2018

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