Talía Osorio homenajea al Llano en Jinetes del Paraíso – Conversación




Tras coproducir y codirigir el documental Ganges: Un viaje por los sentidos del agua, junto a cinco realizadores más, Talía Osorio se dispone a estrenar su largometraje Jinetes del paraíso, un homenaje a los Llanos Orientales colombianos que le tomó más de 10 años en finalizar.

La película se disponía a estrenarse en las salas de cine en el mes de mayo, pero el Covid-19 hizo que la estrategia cambiara y ahora se convierta en una de las primeras producciones en asumir el reto de no retrasar su encuentro con los espectadores y lanzarse de forma online.

Esa majestuosidad del Llano, el sentido de pertenencia de sus habitantes, el respeto por la tierra y sus mujeres, y la armonía con la naturaleza en la que viven es narrada por el cantautor El Cholo Valderrama, ganador del Grammy Latino 2008 en la categoría de Mejor Álbum Folclórico por “¡Caballo!”. Con él la obra de Talía se completa, pues su producción musical es huella de todo lo que la directora plasma con imágenes en su nueva obra.

Esta documentalista, profesora y antropóloga, hija del cineasta Jaime Osorio (Confesión a Laura) y la también documentalista y escritora Alexandra Cardona Restrepo, comentó recientemente que le ha sido difícil vender la idea de esta producción, por tratarse de un “documental musical”. En efecto, la historia se va entremezclando con una serie de videoclips como “Mi caballo y yo” que es el leimotiv (tema principal) de Jinetes del paraíso y “Pajarillo” que se lanza antes del estreno de la película.

Los caballos, como ocurre con la lírica del maestro Valderrama, son un elemento que cobra mucha importancia en la historia, pero en todo caso fue algo que apareció espontáneamente a lo largo de este largo proceso de realización. En esta conversación con la agencia de comunicaciones Toc Talk, conocemos más sobre este estreno en Mowies y CinePlay Max a partir del 19 de junio.

  • Diez años es mucho, ¿cómo fue evolucionando la idea inicial a medida que avanzó el tiempo?

“Jinetes Del Paraíso” lleva gestándose 10 años y es la posibilidad de celebrar la existencia de una cultura de jinetes que se extiende por la Orinoquía colombo venezolana y que le canta al mundo en coplas y versos declarados patrimonio inmaterial de la humanidad. La música en el Llano es algo esencial, entonces poco a poco la apuesta de hacer una película con contenido social, fue mudando para convertirse en un documental musical. Todas las historias que había capturado tenían sentido sí, y solo sí, eran narradas a través de versos y quién mejor para hacer esto que “El Cholo” Valderrama.

Al final, terminamos con una película que se arriesga a contar una región incorporando videoclips, pero al mismo tiempo dejando una reflexión profunda sobre el papel del hombre con la naturaleza en la actualidad. Ya no es sólo la historia de estos centauros en un lugar paradisiaco, sino también de hacer algunas preguntas: ¿Estamos o no conectados a nuestras raíces? ¿Somos capaces de reconocer esta tierra, de querer sus costumbres y cuidarla? 

  • ¿Cómo llega a los Llanos y decide hacer este documental?

En el 2002 Francisca (Reyes, la investigadora y coproductora de la película) y Simona, mis amigas de la universidad, nos invitaron a su finca en el Llano a un grupo de estudiantes de antropología y biología. No sabía lo que iba a representar ese viaje para mí. Con los días, ese viaje se convirtió en el mayor regalo que pude recibir, pues poco a poco iba asimilando la naturaleza que me rodeaba, parecía infinita y apacible pero era verdaderamente peligroso adentrarse en ella sin saber nada. Entonces con los días mi mente empezó a cambiar, a entender más cosas, quería dormir en chinchorro, saber más de los hombres y mujeres que estaban trabajando el ganado. Cuando todos se fueron pedí quedarme unos días más y nos fuimos con Francisca un par de días a una fundación donde estaría trabajando la gente, fue allí cuando vi la imagen que determinó mis ganas de hacer un día una película. Después en 2004, al graduarnos, leí la tesis etnográfica bellísima escrita por Francisca Reyes, todo lo que estaba allí escrito era un western colombiano, pero no sabíamos cómo convertirla en una película. El Llano es basto, inabarcable, cerrero, infinito… ¿desde dónde contarlo?

  • Cronológicamente, ¿cuáles fueron los contenidos que se hicieron durante estos diez años?

Nuestras cámaras aprendieron a cabalgar y los caballos a ser camarógrafos, no hubo invierno ni verano que pudiera detenernos y, en medio de esa sabana del Hato Santana, aguardamos con paciencia para ir descubriendo la magia de la gente que allí habitaba. Cada imagen quedó impregnada de la pasión que infunde esta tierra y fue así como nació HAY-DOC, la productora de documentales con la que hemos hecho las producciones llaneras que han conquistado el corazón de más de 5 millones espectadores.

Empezamos haciendo lo que fue nuestra primera película “Enlazando Querencias” (2012) que tuvo un tono más nostálgico, como si el Llano o las costumbres criollas pronto se fueran a acabar por la llegada del desarrollo, el petróleo, la palma y la pérdida de costumbres. Después hicimos la serie de cortometrajes de 5 capítulos “Sabana Adentro” (2014) que emitimos en casi todas las salas de cine del país. Luego fuimos un poco más ambiciosas y armamos un proyecto transmedia a partir de otra investigación de Francisca sobre la relación del jinete y el caballo y realizamos “De A Caballo”, serie web de 13 capítulos emitida en Señal Colombia. Hay cinco videoclips con grandes audiencias: “Si un niño ciego tiene un caballo”, “Mi caballo y yo, “Aguacerito menudo”, “Llaneraza, llaneraza” y “Pajarillo” que se estrenará pronto. Adicionalmente, cuatro cortometrajes presentados en salas de cine: “Con el Horizonte en el pie”, “Los días Señala- dos”, “El Cholo de a caballo” y “Llanera piel de sabana”.

  • ¿Cómo se involucra el Cholo Valderrama en este proyecto?

Este proyecto multi-plataforma lo empezamos a grabar en 2013, hicimos cuatro expediciones con cámara en mano durante diferentes años. Con “El Cholo” Valderrama, empezamos una relación que nos llevó a pensar que la película no podía completarse si no lo involucrábamos a él. Esa decisión nos retrasaría dos años más, pero en 2017 y 2018 terminamos lo que hoy es la película con él.

  • ¿Cuál fue su mayor reto al enfrentar una región de Colombia admirada, pero tan desconocida?

El mayor reto es hacer que otros sientan en los actos más sencillos, la grandeza de la gente que allí habita, y que ha cuidado este pedazo de paraíso para que aún exista.

  • La mayoría de películas colombianas se realizan con el apoyo del FDC, ¿cómo funciona el modelo de producción sostenible que ustedes crearon?

Nosotros nunca nos ganamos una convocatoria del FDC y con este proyecto aplicamos sin suerte en diferentes etapas y categorías. Creo que se necesita cierto talento y hasta cierta fé que no tenemos, pero aprendimos a descubrir otros caminos.

Para financiarnos fuimos ideando la forma de vender fragmentado el proyecto y guardar siempre lo mejor para el momento de hacer el largometraje. Entonces dosificamos la información, los personajes, las historias y así creamos muchos subproductos con los que financiamos el proceso entero. Esto nos llevó a hacer alianzas con diferentes casas productoras, a ganar uno que otro premio que nos brindara servicios y a construir un verdadero equipo multidisciplinario que nos proyectara alianzas de inversión interesantes.

  • Finalmente, se ha enfocado en el cine documental, ¿por qué?

Una de las razones más importantes es, que en mi caso, veo en la realidad momentos verdaderamente mágicos que sería incapaz de imaginarme para recrearlos desde la ficción. El hecho de no poder controlar lo que pasa frente al lente de la cámara y tener que tomar la decisión de qué y cómo grabarlo al instante, sin posibilidad de repetirlo, me produce una adrenalina creativa especial. Además saber que muchas veces capturas momentos poéticos con la cámara, es para mí reconocer que en la cotidianidad, en nuestras historias de vida ordinarias, hay una potencia por descubrir que me cautiva sobre manera. Por otro lado, me aburre muchísimo trabajar con equipos de 80 personas para lograr un plano, como se hace en la ficción, y muchas veces en el documental puedo hacer lo mismo con 2 o hasta 5 personas involucradas. Esa intimidad de la creación, esa complicidad para mí, hace parte esencial del proceso. Y por último, a la hora del montaje, me gusta la exigencia narrativa de armar el guión final en la sala de edición dejando que muchas veces las imágenes te hablen y todo se acomode como un rompecabezas que no sabías del todo cómo encajaba sino hasta entender todas sus formas, sus límites, sus bordes, sus colores y texturas.

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