Reseña de “Sound of Freedom”: Un Llamado a tomar acción contra la explotación infantil


Por Sandra M Ríos U
Twitter: @sandritamrios

En 2012 llegó a salas la película “Machine Gun Preacher”, y pasó desapercibida, por cierto, una ficción de drama y acción que contaba la historia verídica de Sam Childers, un traficante de drogas que pagó por sus delitos varios años en la cárcel y que cuando salió realizó un viaje a la frontera entre Sudán, Uganda y el Congo, que le daría un vuelco a su vida. Ahí se encontró con que niños eran reclutados a la fuerza por el Ejército de Resistencia del Señor, el LRA, obligados a hacer parte de una guerrilla y a convertirse en asesinos. Childers tras su paso por la cárcel, reconvierte su vida y se vuelve un pastor cristiano.

Sintiendo la necesidad de hacer algo real por esos niños, se propone construir un refugio y, además, arrebatarle a los pequeños al terrorífico grupo armado, haciéndolo en sus términos, es decir, tomando las armas y enfrentándose con su propio grupo armado de rebeldes.

Para el 2012, este personaje, un musculoso héroe de carne y hueso, llevaba 15 años rescatando niños en su refugio Angels of East Africa, manejado junto a su esposa. Por supuesto, sus métodos no convencionales no han estado exentos de críticas y polémicas. El título original de la película tomó el nombre de como se ha dado a conocer, el “predicador con ametralladora”, y justo por estos días adelanta un tour por Estados Unidos llamado “Machine Gun Preacher World Tour 2023”, donde conversa sobre lo que ha sido su historia y su arriesgado y valiente viaje rescatando a estos niños. Además de la ficción, ha publicado libros y documentales.

La adaptación de la historia del pastor corrió por cuenta de Marc Forster, el director de reconocidas películas como “Stranger than Fiction”, “Quantum of Solace”, “Finding Neverland” y “World War Z”. Lo que tenemos en ella es una película que desperdicia el personaje tan lleno de paradojas y contradicciones de Childers, interpretado destempladamente por Gerard Butler, por dar a esta historia un valor de entretención. Entretención con un mensaje de fondo, sí, pero que no deja de ser entretención (la distribución fue de Lionsgate). Paradójicamente, suele ser la ficción el vehículo para poder hablar de temas que se consideran “vetados” para las masas si se realizan en otro tipo de género o formato, por ser “densos” y/o acercarse a la denuncia social. Curiosamente, es esa licencia que permite el cine de género, es decir, hacerlas más ligeras, lo que hace que estos discursos lleguen a la mayor cantidad de salas de cine y terminen acercándose al gran público.

La de Forster, entonces, llegó al circuito comercial, incluso internacional, sin mayores tropiezos. ¿Por qué la de “Sound of Freedom” no? Después de verla, no se entiende del todo. ¿Es, acaso, porque se trata de una producción independiente, con buenos recursos, sí, pero que no tiene el respaldo de distribuidores reconocidos o un gran estudio detrás? Quizás. Ambas películas guardan más de una similitud, en fondo y forma, y hay en el cine y las series, de hecho, una larga lista de producciones recientes – como para mencionar solo algunas de estos tiempos tan particulares con los asuntos de censuras, cancelaciones y moralina, según los estándares que imponen las dinámicas de las redes-, que son, por lo menos, igual de escandalosas y polémicas, como “Cuties” (de Netflix), o dolorosas y crudas como “Voces inocentes”, “Carpaneum” y “Trash”, o como la muy bien lograda “Ciudad de Dios”, y por nombrar otra más, la de la valiente denuncia de la expolicia, Katryn Bolkovack,  sobre trata de blancas y prostitución con complicidad de miembros de las Naciones Unidos en “The Whistleblower”. 

Que actores como Mel Gibson y cantantes iberos como Alejandro Sanz, Luis Fonsi y, seguramente, otros tantos más la estén recomendando, ha funcionado muy bien como campaña de marketing. También que se diga que las plataformas y muchas salas de cine tampoco la han querido presentar. La “película de Mel Gibson”, como erradamente también se le conoce en redes, o los cientos de videos bajo el lema “Mel Gibson está en peligro”, han funcionado para mantenerla en tendencia. La película es un fenómeno provocado por las redes sociales. El resultado: En su estreno el 4 de julio en Estados Unidos, “Sound of Freedom” logró superar a la entrega final de Indiana Jones (recaudó más de 14,2 millones de dólares), lleva un buen recaudo, hablan todos los días de ella y ya acosan por tenerla distribuidores alrededor del mundo. Una película independiente, con la distribución de una plataforma streaming alternativa y, sobre todo, con un tema importante que seguro incomoda a muchos poderosos, corruptos y depravados, se somete a las dinámicas de los mercados de la gran industria y lo va logrando, teniendo de campaña la viralización de contenido, con el apoyo de cientos en las redes sociales y de personas afines a su productor, el mexicano y activista católico Eduardo Verástegui y quien conoció la historia en la que se inspira la película cerca de ocho años atrás.

Hablemos ahora del largometraje. “Sound of freedom” (Sonido de libertad) sigue la historia de dos hermanitos hondureños que son separados de su padre, a través de engaños, con la promesa de volverlos modelos. Lo que se esconde detrás es una organización perteneciente a una red internacional que los vuelve esclavos sexuales. Pronto los hermanitos también son separados. Ahí aparece el héroe de carne y hueso de esta historia, Tim Ballard, un exagente de la Agencia de Seguridad estadounidense, encargado de investigar y rastrear casos de pornografía infantil. Ese es el nombre real del personaje en el que se basa esta historia, que es interpretado por Jim Caviezel (La pasión de Cristo). En una de sus misiones logra salvar al hermanito, Miguel, en México, quedando pendiente su hermana y hace la promesa de salvarla. Ballard se muestra como un hombre que no ha quedado inmune emocionalmente ante lo que ve de este tráfico de personas .

La que cuenta la película es la primera misión encubierta de gran envergadura que emprendió este personaje (en 2006),  siendo aún miembro de la Agencia de Seguridad Nacional, que lo llevó como turista sexual a las calles de Cartagena de Indias, persiguiendo la ruta de una red de tráfico sexual de niños en Colombia y la mezcla con otra misión (donde el resultado no fue igual al que narra el largometraje). En la primera, tuvo éxito al poder rescatar una cantidad importante de jovencitos (55 y otras tantas adultas) y lograr el arresto de varios de estos traficantes. Fue después de esto que se le hizo inminente seguir ayudando a salvar estos pequeños ocupando el 100% de su tiempo, así que decidió renunciar y en 2013 abrió la fundación Operation Underground Railroad (O.U.R.), con la que, apoyado con más exagentes, ha logrado cumplir su misión en varias partes del mundo. La esposa de Tim, Katherine, como la de Childers, ha sido esencial para darle forma a la organización sin ánimo de lucro y que él continúe en el rescate de víctimas.

“Sound of freedom” tiene una narración clásica, en la que todo va siendo explicado y se mantiene entre el drama y la tensión que se genera por los peligros de enfrentar a gente poderosa, con mucho dinero y ociosidad para comprar niños con las características deseadas, provenientes de cualquier rincón del planeta. La película no tiene escenas que busquen perturbar al espectador, de impactarlo con escenas grotescas y ese es un acierto (está cuidada en su dirección, ritmo y sus valores de producción), porque que sabe entender que ya es suficiente con que la audiencia sepa que se trata de una problemática real, que infortunadamente no es ficción. También se modera a la hora de mostrarse como una película en exceso cristiana, aunque, sin duda, es bastante conservadora. La pequeña Rocío es interpretada por una niña que en realidad es la hermana de Miguel y que, además, fue traficada. Con esto se entiende el nivel de verdad que transmite, su ternura y lo conmovedora de su actuación. Más allá de eso,  “Sound of Freedom” es una trama de percusiones y rescates a lo Rambo (de eso también me recordó la de M.G.P.).

Jim Caviezel, sin parecerse físicamente en nada al personaje real, le da a su interpretación un profundo humanismo que parece adecuado para esta historia, que más allá de su forma, tiene el propósito de ser un llamado y envía un mensaje claro: El tráfico de personas, infantil y de adultos, es una realidad de estos tiempos, con cifras alarmantes que dan cuenta de más de 50 millones personas secuestradas para explotación sexual, de las cuales tres de cada 10 son niños. De los 600 millones de viajes turísticos que se producen anualmente alrededor del mundo, el 20% pertenece a turismo sexual y el 3%, de esos, es realizado por pedófilos.

Difundir esto a través del cine, con o sin torpezas, es una manera de visibilizar la problemática, porque por supuesto el silencio cómplice le permite a estas redes seguir aumentado su poder y alimentar la idea que esto es un mito. Le sirve igual a los Estados para continuar haciéndose los de la vista gorda, por corrupción y falta de políticas contundentes ante los distintos tipos de esclavitud moderna.

Verástegui en alguna de las muchas entrevistas que ha concedido por estos días, aseguró que en Latinoamérica podrá ser vista la película a partir del 31 de agosto. Lo que no se específico fue cómo y en dónde.

Ficha Técnica

  • Dirección: Alejandro Monteverde
  • Guion: Alejandro MOnteverde, Rod Barr
  • Duración: 131 minutos
  • Género: Drama
  • Productores: Eduargo Verástegui
  • Reparto: Jim Caviezel, Mira Sorvino, Bill Camp
  • Montaje: Brian Scofield
  • Cinematografía: Gorka Gómez, Andreu Aec
  • Música: Javier Navarrete
  • País: Estados Unidos
  • Año: 2023

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