Reseña “EO”, la fábula contemporánea que revela la crueldad humana, a través de la mirada de un burro


La travesía exitosa de “EO” comenzó en Cannes 2022 tras ganar en la competencia oficial el premio especial del jurado y el Cannes Soundtrack. La película de Jerzy Skolimowski  fue nominada a Mejor Película internacional en la pasada edición de los Oscars.

“EO” es  una road movie desgarradora de un burro – interpretado por seis de estos animales -, que también funciona como una fábula sobre la crueldad y la prepotencia humana.

Hay una anécdota detrás de esta película, que el director polaco le compartió a la revista Notebook de MUBI y que lo remonta a los primeros pasos de su carrera. Corría el año 1966 cuando tanto él como Robert Bresson lanzaban sus nuevas producciones; el francés con “Au Hasard Balthazar” y él con “Walkover”, su segundo largo, que recibió el beneplácito de la revista Cahiers du Cinema, que la listó como la segunda película favorita del año. Skolimowski emocionado agradeció, pero le causó curiosidad saber cuál era la primera. La elegida fue la de Bresson, una historia de un burro que vive toda una cruel travesía cuando es separado de su amada dueña, desacomodando su estabilidad y la comodidad con la que había vivido hasta ahora, al pasar por varias manos. Fue a verla y terminó emocionándose a mares, incluso hasta las lágrimas. “Bresson me enseñó que el personaje animal puede conmover al público incluso más que la mejor actuación del ser humano”, comentó. Muchos años después vino eso al recuerdo en su deseo de narrar una historia de forma no lineal, de contarla de forma diferente, contando con un burro, que apareció en el camino por casualidad, y que casó perfecto porque le permitía hacer una historia casi ausente de diálogos, algo que le parece aburrido. 

En 2022 vi más de 150 películas. “EO” ha sido, de lejos, mi largometraje favorito. La historia de un burro y protagonizada por un burro, en un tierno y desgarrador viaje por casi media Europa ha sido insuperable para mí. Como verán, tras conocer la anécdota, esta historia está inspirada en el clásico del cineasta francés. 

En la película de Bresson, Baltasar es un burro adoptado por unos niños de una granja, que después de la muerte de uno de los miembros de la familia, pasa por las manos de varios dueños donde experimenta, en su adultez, la explotación y el maltrato, hasta que logra escapar por accidente y se reencuentra con su ama más adorada, quien también afronta, de forma paralela, la dureza de la vida. La visión de la película del cineasta Skolimowski, por el contrario, es casi que exclusiva de EO, un burro que hace parte de un circo y tiene una conexión muy especial con la bailarina Kassandra, su pareja de show. La felicidad y tranquilidad con la que ha vivido hasta ahora se interrumpe cuando un grupo de activistas por los derechos de los animales presiona para que sea liberado, consiguiendo que sea separado de su cuidadora y quede a la deriva pasando, al igual que Baltasar, por muchas manos y varios lugares y países europeos.

Advierte el director, en la pantalla misma, que su película está hecha por amor a los animales y la naturaleza, así que lo que vemos es un punto de vista radicalizado de ese amor por estos seres sintientes, es decir, lo que observamos en EO está claramente pensado para destrozarnos desde los primeros minutos, porque este mamífero hará esfuerzos por reencontrarse con Kassandra y ella también intentará, por lo menos, verlo por última vez.

Esta es una road movie donde un burro es quien hace el viaje por carretera en un mar de sentimientos que hábilmente nos son transmitidos a través de acercamientos de cámara, un gran montaje y el uso de varios burros, donde intuimos con sus ojos grandes y expresivos el miedo, la incertidumbre, el dolor, el hambre o soledad. No hay manera de salir indemne de esta película. Hay ciertos espectadores que suelen irritarse con aquellas historias donde se sienten manipulados, donde son llevados a toda costa a la lágrima, la lástima o el dolor. Justo son el tipo de críticas reacias que algunos le hacen a Darren Aronofsky y, más recientemente, a Brendan Fraser en su emotiva y triste “The Whale”, o a Nadine Labaki, por la supuesta explotación de la miseria en su excelente “Capernaum” , pero a veces son necesarias.

Skolimowski confesaba, entonces, que no lloraba desde la película de Bresson y quería lograr con su nueva producción tales emociones y, aunque parezca manipulado, logró transmitir esos sentimientos del animal con mucha paciencia en el rodaje, teniendo en cuenta que se caracterizan por su terquedad. “La principal diferencia es que los burros no saben lo que es actuar, no pueden fingir nada, ello simplemente son. Los burros son amables, cariñosos, respetuosos, educados y leales. Viven al máximo en el momento presente, nunca muestran narcisismo, no escatiman en las supuestas intenciones de su carácter y nunca discuten la visión de su director. Son excelentes actores”.

Lo grandioso de EO es que es un personaje que tiene la posición de observador, un observador externo interesado en la vida y los comportamientos humanos. Él no es, claramente, como nosotros, y la película es capaz de traducir sus reacciones ante las acciones que ahí se desarrollan. No todo es triste en EO, los animales con su inocencia e ingenuidad suelen ser graciosos y empáticos, felices con muy poco y concentrados en el presente, aspectos que olvidamos y nos ensombrecen a nosotros los superiores pensantes. Pero ojo, si bien hay algunos momentos luminosos y cómicos donde el humano da muestras de bondad, esto no es lo que la película quiere resaltar. Esta fábula contemporánea habla de la prepotencia y la absurdez de la humanidad. Sus encuentros silenciosos con los humanos, con lugares bellos y con otros animales, dan cuenta de las consecuencias y devastación en la que estamos y lo desconectados que vivimos de la naturaleza.

En ese sentido EO también opera como un angustioso, triste y desgarrador llamado ambiental. La vi en diciembre y sigue intenta en mi mente. Por cierto, la de Bresson la consiguen en MUBI.

 

Parte de esta reseña fue publicada por Sandra M. Ríos en el periódico El Nuevo Siglo el 3 de marzo de 2023.

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