Reseña Pájaros de Verano de Cristina Gallego y Ciro Guerra – La semilla del narcotráfico


Por Sandra M Ríos U
Twitter: @sandritamrios


Martin Scorsese es uno de los tantos autores de la cinematografía mundial que considera que el cine de género enfrenta más peldaños por superar que los documentales, al resultar un poco más complejos por tener que coordinar aspectos como los actores, los equipos de rodaje y todo el personal a bordo, además de contar una historia que al paso del rodaje y en la sala de montaje termine de funcionar, que sea atractiva. Ese funcionar significa que siga siendo fiel a las pretensiones del director, que transmita un buen mensaje (sea el que sea) y que además se conecte con el espectador, es decir, que tenga cierto grado de complacencia.

Ese es sin duda, como muchos pensamos, el cine más difícil de lograr. Los extremos (el cine de autor o de consumo ligero) son regularmente el destino de muchas películas. Cristina Gallego y Ciro Guerra entendiendo muy bien la lógica de este tipo de cine, consiguen con Pájaros de Verano una gran película de género, que se mueve entre la tragedia, el western, el thriller político, el cine épico y el del crimen (gangster).

Dos películas fueron fundamentales para contar esta historia: el clásico “El Padrino”, por esa figura determinante y de poder de la mafia siciliana y de su familia representada en don Vito Corleone, y también por aspectos físicos, de posturas y corporalidad de la gran interpretación de Marlon Brando.  La otra fue “Sully”, el biopic que dirigió Clint Eastwood en 2016 sobre la emergencia del vuelo 1549 en el Río Hudson de Nueva York y que no dejó saldos fatales. El piloto que aterrizó la aeronave en las gélidas aguas del río con 155 personas a bordo es interpretado por Tom Hanks, quien recrea muy bien las tensiones que vivió Chesley Sullenberger tras este evento como la atención mediática, el ser considerado un héroe, sus fantasmas y las acusaciones tras la detallada investigación. Este personaje especialmente sirvió para el papel crucial de Úrsula Pushaina, por cuestiones como la toma de decisiones en circunstancias inesperadas y dramáticas.

Como los westerns y las tragedias, jaros de verano está dividida en cinco capítulos o cantos (Hierba Salvaje – 1960; Las Tumbas – 1971; La Bonanza – 1979; La Guerra – 1980; y El Limbo – 1981) que recrean de forma bien delimitada la historia desde las entrañas de la bonanza marimbera en Colombia, su surgimiento, las mieles del ascenso y la maldición producida por su tráfico ilegal. 

Rapayet Abuchaibe (José Acosta) es el líder de una familia indígena que se deja tentar por unos miembros del Cuerpo de Paz que visitaron al país en 1961 con la intención no de ayudar a los necesitados sino de conseguir toneladas de marihuana. El tentador pago que le ofrecen le permitirá pagar la dote aparentemente imposible que pide la madre Úrsula Puchaina por su hija Zaida (Natalia Reyes), una indígena nativa wayuu. El negocio prospera y no solo logra casarse con ella, sino adquirir bienes y lujos impensados en una tierra árida que da oportunidad a pocos y dentro de una cultura llena de tradiciones contrarias a las riquezas materiales. Detrás de su crecimiento económico está su mejor amigo y cómplice, un joven lleno de ambiciones y descontrol que amenaza constantemente el buen funcionamiento del tráfico de esta hierba. Con Rapayet, su familia y la de su esposa también se ven beneficiadas, lo que llama la atención de otro clan dispuesto a entrar en el negocio a gran escala que evoluciona bajo la credibilidad de la palabra y el respeto de la mediación de los palabreros.

El incumplimiento a esos dos pilares de esa cultura desata la intensa guerra entre familias que le dan toda la sustancia a la película. Detrás de esta historia de familias tribales, de poder, mafia, traición y ambición, están varias figuras femeninas. Pájaros de Verano se cuenta en realidad desde la perspectiva de las mujeres, de quienes detrás de las cortinas terminan siendo esenciales. Úrsula Pushaina se erige como esa figura de gran poder, imponente, de respeto, temida, amada, odiada, frágil y fuerte, madre, suegra, abuela y líder que debe tomar las más difíciles decisiones en una estupenda actuación de la actriz profesional Carmiña Martínez (leer entrevista). Su personaje está lleno de matices, de impenetrabilidad, de contención, serenidad y de subtextos. Sobre Úrsula cae en gran parte la carga más dramática y también la más oscura de esta película.

La perspectiva femenina del largometraje hizo natural la participación de Cristina Gallego en la codirección. Pájaros de Verano tiene sensibilidades y puntos de vista desde la misma cámara que no le habíamos visto antes a esta dupla actuando Ciro Guerra como director y Gallego como productora.

Pájaros de Verano respeta los códigos del cine de género; es lo suficientemente explicativo, los personajes están bien definidos y marcados, y su ritmo es rápido e intenso. Pero lo que marca la diferencia y la hace orgánica y original es la forma como incorporó toda la magia y la mística de la cultura wayuu. Muchos elementos reales de esta cultura se funden con la ficción de forma fascinante. La vida y la muerte vista desde la realidad más cruel y desde la fantasía, las aves y el resto de animales, y los presagios de los mensajes oníricos en transiciones tan claras y hermosas como las del maestro en estas lides Terrence Malick (fíjense, por ejemplo, en la escena de una mujer en los rieles de un tren).

Una vez más el terreno donde se desarrolla la película, en este caso la alta Guajira, vuelve a hacer un protagonista más dentro de la historia y en donde la ambientación, la creación de locaciones, el vestuario, la iluminación y la fotografía, vuelven a sobresalir e impresionar en muchas escenas. Visualmente la película es intrigante, sobrecogedora e intensa. 

Pájaros de Verano es de ambiciones estéticas iguales a El Abrazo de la Serpiente, con resultados en muchos momentos bellísimos y asombrosos, cambia es el abordaje de esta historia que al narrarse netamente desde el cine de género, la convierte en un largometraje accesible a una mayor cantidad de público. Es una película muy local, pero Gallego y Guerra tienen claro cómo darle universalidad a través del lenguaje cinematográfico y el cuidado de los diálogos (medidos y escasos). Por otra parte, se trata de una historia sobre el origen del narcotráfico que es algo de interés global y que involucra a la humanidad entera. Es este un cine de entretención con varias reflexiones históricas. Vemos con esta gran historia la destrucción de una familia, la herida profunda de una cultura y la pérdida del camino de un país. Es de momentos desgarrador ver a unos indígenas convertidos por necesidad en unos gánsteres, disfrazados de una opulencia ajena a su esencia. La dualidad es visualmente tan clara que no sabe uno si reírse o llorar.  

Se esforzarán muchos comparándola con El Abrazo de la Serpiente, pero tienen naturalezas tan distintas que no es práctico entrar en esa discusión. Lo que sucede con Pájaros de Verano es que no todos sus capítulos, como suele pasar con este tipo de estructura narrativa, funcionan igual o tienen la misma fuerza.

Las películas de crimen y gánsteres regularmente se prestan para realizar sagas completas que dependen más que de su buena historia, de las buenas sensaciones que dejan sus personajes. En Colombia de secuelas básicamente tenemos las de comedias, pero esta tiene todos los elementos para ponernos a soñar con esa posibilidad –  aunque sea inviable por temas como la financiación y el modo en que Guerra y Gallego abordan los proyectos (desde las extensas investigaciones, las locaciones imposibles y la participación de actores no profesionales sacados de las zonas donde llegan).

Ficha Técnica

  • Dirección: Cristina Gallego, Ciro Guerra
  • Guion: Jacques Tooulemonde Vida, Maria Camila Arias
  • Duración: 122 minutos
  • Reparto: Carmiña Martínez, Natalia Reyes, José Acosta, Jhon Narváez, José Vicente, Greider Meza
  • Cinematografía: David Gallego
  • Música: Leonardo Heiblum
  • Montaje: Miguel Schverdfinger
  • Dirección de Arte: Angélica Perea
  • Decorados: Juan David Bernal
  • Diseño Vestuario: Catherine Rodríguez
  • País: Colombia
  • Año: 2018

Fotos de apoyo para esta reseña cortesía de Mateo Contreras.

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