Entrevista a Rafael Martínez, director de El Piedra – Imágenes y clips inéditos de la película


Por Sandra M Ríos U
Twitter: @sandritamrios


“A mí me interesa un cine más emocional que racional y que tenga un poquito de esas ideas que uno tiene por dentro”.

 

En mayo de 2019 se estrenó El Piedra, el primer largometraje de Rafael Martínez Moreno, un cineasta del caribe que con una película sencilla hace un gran homenaje al boxeo y presenta una historia entrañable sobre la paternidad y de personajes anónimos, mostrando de paso una Cartagena real, con toda su belleza y contrastes. Desde entonces, la película ha continuado un recorrido por festivales (como los de Mannheim-Heidelberg, El perro que ladra y El Cairo) y de premios (nominada en los Macondo) que la han mantenido vigente. No es para menos, El Piedra logra con facilidad conectarse con el espectador y sin mayores pretensiones deja un mensaje agradable, realista y humano.  Además fue vendida para HBO norteamérica y en los tiempos de confinamiento estricto hizo parte de la programación de Señal Colombia en su tradicional programa de “En Cine Nos Vemos”. Actualmente está en el catálogo de Cineco Plus para alquilarse o comprarse en esta plataforma online de Cine Colombia. 

Desde su estreno en el FICCI, me interesó esta ópera prima por su suma de aciertos, entre ellos el gran casting y su trabajo con la dirección de actores, más una notable dirección. De hecho la considero una de las buenas películas del actual cine colombiano y un modelo de ese cine ideal que, como bien lo dice este director, entretiene y a su vez cuida el guion, la historia.

Esta entrevista muy genorosa se había aplazado y ha buscado conocer en detalle el proceso de creación y realización de la película, para así también descubrir a un cineasta de gran sensibilidad artística y muy buen cinéfilo. La publicación, para nuestra fortuna, está acompañada por varias imágenes y clips inéditos que compartimos adicionalmente en una galería (visitar aquí).

El Piedra participa hoy de la selección del African Diaspora International Film Festival, junto a otras cuatro películas nacionales.  

  • ¿Cómo fue en tu caso esa transición de los cortos al largo?

No considero que haya hecho una transición. Creo que todo el tiempo la búsqueda ha estado alrededor de contar historias y las voy contando con las herramientas y con las posibilidades y limitaciones que tengo en su momento, más allá de la duración, entendiendo que el largometraje permite unas posibilidades mayores en términos de ventanas y poder comunicar esos relatos a una audiencia más amplia. Algunas veces las he contado en formato de corto, porque era lo que podía hacer, pero siempre he estado pensando en largometrajes, en series, en filminutos. No me siento seguro de decir que hay una transición, de hecho, me gustaría hacer el próximo año un cortometraje y no me cierro a esas posibilidades. Más bien la transición ha sido más interna que externa.

  • Entre los cortos y el largo tienes ficciones, documentales y hasta un mockumentary. Pienso entonces que tu búsqueda es diversa, de contar historias que más que seguir una autoría, lo que interesa es narrar historias universales y sobre todo de conexión con la gente. ¿Me equivoco?

A mí lo que más me emociona y me reta es contar historias que no he filmado antes. A mí me motivan los retos, por eso trato de explorar diferentes géneros, cosas, medios. No me gusta encasillarme con ciertas cosas. Claro está que hay cosas con las que me siento más cómodo trabajando, como el tema de las relaciones humanas, en búsquedas estéticas o en la comedia. Me gusta esa idea tradicional de contar la historia alrededor de la hoguera. En ese sentido pienso que las historias deberían ser tanto personales como entretenidas. Esa es mi búsqueda, y con ello no quiero decir que sea lo ideal o lo mejor, o que así deba ser el cine. A mí me interesa un cine más emocional que racional y que tenga un poquito de esas ideas que uno tiene por dentro.

  • Yo conozco dos cortos tuyos, pero en tu perfil dice que sumas seis cortometrajes (premiados incluso) y una serie de videoclips, más tu larga experiencia con comerciales. ¿Algo de toda esa trayectoria sirvió para la ópera prima, o en realidad enfrentarse al largo fue un proceso de situaciones nuevas?

En cuanto a la experiencia previa, puedo decir que sirve y no. Sirve sobre todo a nivel técnico, a nivel de tener una confianza para resolver las situaciones que se puedan presentar en el set, me sirvió para procesos de pre y de rigor. Sí considero que esas experiencias en publicidad, videoclip, en cortos, etc., me han dado algunas herramientas muy valiosas e importantes, pero contar una historia larga es otro cuento. Hacer un largo tiene unos retos narrativos que para mí sí fueron nuevos, faltando mucho por pulir y trabajar, además nunca había trabajado tantos días con actores naturales. Yo siempre los molestaba diciéndoles que así como ellos eran actores naturales, yo también era un director natural porque nunca había hecho una película (risas).

  • La idea original de El Piedra es tuya. ¿Cuál era esa idea original?

La idea original de El Piedra era algo que me venía rondando desde hace muchos años, desde 2008-2009, más o menos, tenía como un boceto de idea y hacia el 2009-2010, siento que comencé a cerrarla más, en lo conceptual. No lo tengo tan claro, porque una idea en sí es una evolución de cosas y porque mis procesos son de cocción lenta y me toca siempre ejercitar mucho esa virtud de la paciencia, que no siempre la tengo. En 2011, se hizo la escritura formalmente y de ahí hasta el rodaje. Todo ese tiempo se estuvo trabajando en el proceso del guion.

  • ¿De la idea original a lo que finalmente vemos en la película qué tanto cambio hubo?

Pienso que la película es la que es y la idea original o el concepto está ahí. Siento que la película expresa lo que tiene que expresar. Lo que yo quería comunicar ahí está. Por supuesto, siempre pasan mil cosas antes, durante y después de un rodaje. Tal vez en el guion original, la película era más sólida, sobre todo en el segundo acto, que creo es lo único que yo resentiría del proceso.

  • ¿Qué lo dificultó?

Como se tuvo que trabajar con muchos reflejos en la pre y durante el rodaje para solucionar retos sobre todo económicos que fuimos encontrando, algunos se resolvieron mejor que otros, pero la película, insisto, es la que es, y yo en ese orden de ideas estoy muy contento y satisfecho con la historia que se cuenta y con los personajes que se representan ahí. De hecho, estoy muy orgulloso del trabajo de todos ellos y del equipo que me ayudó a contarla.

  • ¿En qué momento aparece tu coguionista, Diego Cañizal, y cómo fue el proceso de trabajar juntos el guion?

Diego entra más o menos en el 2015. Siempre escribo con alguien. Yo escribo, pero no soy guionista. El proceso de trabajar con Diego fue muy enriquecedor, porque es muy técnico y riguroso en las estructuras. Creo que hicimos una buena llave, porque si bien yo podía aportar algo del espíritu de los personajes, de la esencia de la ciudad y el universo, fue él quien le imprimió ciertos aspectos dramatúrgicos importantísimos de la historia. Muchas escenas que él escribió a mi me encantaron y se dejaron tal cual en rodaje. Él es muy visual en su escritura. 

Anteriormente también he escrito con Antonio García Ángel. A ambos los admiro, son muy profesionales y por eso me gusta trabajar con gente que sea mejor que yo, justamente para que esas ideas que tengo se puedan desarrollar de mejor manera. Soy muy activo en los procesos de la escritura, pero también reconozco muchísimo y me gusta dar crédito al trabajo de ellos. En este momento tengo dos proyectos en desarrollo y uno es una adaptación de Antonio García Ángel que se llama “Animales domésticos” y no descartaría volver a trabajar con él o con Diego.

 

  • Algo que me gusta mucho de este guion es que tiene, por un lado, una premisa muy sencilla y, por el otro, no tarda mucho en que aparezca el conflicto de su personaje principal. Pasado el minuto 6 ya aparece Breyner anunciando a su padre que es su hijo. También está el tratamiento de Reynaldo, con una mirada que no juzga. Hablemos de eso.

A mí me gusta la intención, al menos, que las historias comiencen rápido. De los grandes retos que siempre me he impuesto a mí mismo es tratar que los elementos dramatúrgicos se establezcan pronto, porque me parece clave dejar claro en qué clase de película se está, qué se va a ver y para dónde va. No me gusta esos inicios que se toman demasiado tiempo en las historias que quiero contar. También creo que las historias entre más sencillas, son más difíciles y ahí está el gran reto. Yo trato de entrar a ese universo con una mirada muy respetuosa, narrar la historia y que sea el espectador el que tome partido, si es que así lo quiere hacer. Como esta historia está contada sobre todo a través de los ojos de Reynaldo, es que principalmente sentimos que no hay una mirada que esté juzgando. Tal vez la mirada de él intuitivamente es la mía sobre muchas cosas.

  • ¿El título de la película, que tiene una explicación en la historia, apareció en qué momento? ¿Es un homenaje en sí mismo a alguna de las glorias del boxeo? ¿Manejas mística con eso del título de una obra como lo hacen otros directores?

Nace realmente en la búsqueda de tener un título que tuviera un doble sentido. Claramente se basa en la cultura boxística. Está el gran boxeador conocido como “Mano de Piedra Durán”, “Rocky Marciano”, que podría ser la traducción de El Piedra de alguna manera, o Rocky. Trato de partir de los códigos ya conocidos, pero con un ingrediente de comedia al ser un piedra, no por sus puños, sino porque vive todo el tiempo tirado en el piso. Inicialmente la película tenía más componentes de comedia, luego por ciertas decisiones que tomé de cara al rodaje sentí que debía tener una mirada más crítica en relación al entorno y solo dejé pequeños espacios para la comedia, donde los personajes de alguna manera usaban el humor para sobrellevar sus dificultades. El título parte más del universo del boxeo, del que es parte el protagonista, que en sí guiños a otras cinematografías.

  • Me pasa algo cuando veo la película y es que siento que tiene momentos filmados que no estaban planeados así en su guion, siento una espontaneidad de momentos que no sé si es por la naturalidad de los actores no profesionales y el trabajo destacado en la dirección de actores, o por ese toque documental y testimonial que tiene. No solo lo digo por la secuencia que homenajea a las viejas glorias, sino también por la del funeral e incluso la de la moto (el papá enseñando a conducir a su hijo).

Tratamos desde la preproducción de tener reflejos para poder reaccionar a lo que nos pasara. Si bien el guion se nutrió de la realidad, la idea era que el rodaje también lo hiciera y ahí dejamos una ventana para momentos espontáneos, pero hay otros que parecen espontáneos y no lo fueron tanto. Por ejemplo, el de ellos en la moto es una escena de guion, de hecho, el lugar donde ocurre estaba absolutamente planeado desde el guion. Se hizo en Chambacú, que tiene una memoria histórica en relación al boxeo, a aspectos sociales de la ciudad y de afrodescendencia. Es un zona que tiene una fuerte carga simbólica y de ahí vinieron muchos grandes boxeadores. Orlando Pineda, nuestro gran entrenador colombiano de boxeo, que hace el papel de “El Rony” en la película, también se crió ahí y nos contaba historias en el set.

Entonces lo que hubo en sí fue una mezcla donde en algunas escenas se logró esa espontaneidad que pareciera improvisada. De todas maneras les dejamos a ellos un marco amplio de puesta en escena para que se pudieran mover, y hay otras que sí surgieron en el set que se fueron dando en los ensayos. Ahí es donde yo digo que me gusta a mí en algunos momentos escribir con los actores, porque son ellos, con las acciones, los que van reescribiendo la historia y le dan sus matices. De esas me gusta mucho la escena de ellos lavándose los dientes. Esa estaba maqueteada en guion, pero ellos la improvisaron mucho y le dieron otra capa. En esa escena particular lo que más me gusta es que se logra sentir ese vínculo que ya fueron generando ellos, que además era en realidad muy paternal, y eso nos sirvió muchísimo de cara a la construcción de los personajes.

  • Dos momentos que hacen de El Piedra una historia perdurable están en las dos partes decisivas de una película: el enganche de la intro y el cierre. La intro genera curiosidad con la voz en off narrando una de las peleas de Reynaldo y finaliza en ese bello cuadro familiar y en el ritual de la mesa, algo que se repite en la película y evoca, como lo has dicho, al cine de mi favorito Kore-Eda. ¿Qué tanto costó decidir esos dos planos? ¿Tenías claro que esos serían?

La intro y el cierre estaban desde un inicio pensados, tal vez lo que podía variar es primero, que se escribió una primera escena donde se veía toda la pelea y si bien se respetaba el primer plano tal cual como está, luego por corte contextualizamos el espacio y veíamos que estábamos en una pelea de barrio, de un boxeo semiprofesional, y por presupuesto no pude rodarla, entonces lo que hicimos fue resumirlo y de alguna manera eso se convirtió en la esencia de lo que se quería contar y traté de replicarlo en las demás; que cada escena tuviera un plano que pudiera resumir la escena completa. La escena final sí estuvo pensada así. Hay detalles de ejecución que luego cambiaron en relación a lo escrito, por ejemplo, el ángulo de la cámara, de la escena de la mesa, estaba en el eje opuesto a como normalmente se ha mostrado. En un momento Reynaldo estaba a la izquierda y el niño a la derecha. Reynaldo con una camisilla blanca, el niño con una camiseta oscura. En la última escena lo que hago es hacerle un negativo a eso. Como la cámara está en el otro eje, están en posiciones invertidas, también con el vestuario, lo que hice fue representar ese cambio de roles, quedando en puntos suspensivos que este niño ahora cada vez más irá ejerciendo de padre, se irá a cuidar a Reynaldo.

  • ¿En qué orden rodaste la película? ¿Cuánto tiempo?

Fueron 27 días de rodaje y comenzamos primero con la de Reynaldo en la zona conocida como la India Catalina, cuando él llega y está entre todos los mototaxistas. En ella se muestra que él es uno más dentro de este colectivo laboral. No grabamos cronológicamente y dejamos para el final la escena de la pelea.

  • Recuerdo que cuando hice la reseña de la película, lo primero que quise aclarar fue el quiénes eran los nombres a quienes está dedicada la película. Uno es uno de tus hijos, Noé. Eres padre de familia y la película, volvemos a Kore-eda, es de cine familiar, de esas inquietudes y preocupaciones que intuyo surgen cuando se es padre y cuando somos hijos, sobre las relaciones que se tejen, pero sobre todo de paternidad, de quién o cómo se ejerce. ¿Es ahí donde estás representado en esta historia?

Yo estoy claramente representado en ambos personajes, en relación a que las inquietudes que planteo en la pregunta son las propias inquietudes que tuve en la escritura. Yo creo que no soy un personaje, sino un poquito de todos, y también soy ninguno, porque cada uno tiene su identidad propia. El tema de los roles y la paternidad sí es una cosa que me pareció importante por lo menos abordar o explorar, sobre todo desde la cultura que conozco, mi ciudad Cartagena, y lo que significa ser un padre. En todas partes del mundo, la figura del padre es como un héroe, ese es el arquetipo que se construye, pero la relación de ese héroe contrastado con la realidad, porque no somos ni héroes, ni villanos, ni ganadores, ni perdedores, todos tenemos todo tipo de momentos. La ambigüedad de las victorias de un perdedor, es lo que me interesa contar. La humanidad dentro de la persona común.

  • De forma atrevida escribí en la reseña que El Piedra no era una película de deporte, ¿en realidad no lo es?

Es cierto que El Piedra no es una película sobre el deporte, sobre el boxeo. Creo que se nutre de él, se enmarca en él para luego tocar otros temas, pero claramente sí hay una fascinación por este universo. Si bien no es una película de boxeo como tal, yo creo que a quienes les gusta este deporte van a encontrar a la final su escena, su pelea bien interesante, real y auténtica,  desde otra mirada, no desde la épica o la acción. 

 

  • La película usa varios planos fijos, estáticos y en varias escenas la cámara toma distancia. Lo noté no solo en la secuencia que reúne a las viejas glorias, o en las que recrean las peleas (apenas lógicas), sino también con los protagonistas. Hablemos de estas decisiones formales y estéticas.

En ese sentido digamos que, en lo personal, me gusta explorar más el ritmo interno del cuadro que forzar el ritmo por movimientos de cámara o por edición. Digamos que en términos generales me gusta que sean los actores quienes nos marquen el ritmo y eso claramente nace del guion. Soy un poquito clásico en ese sentido. También un poco es el anacronismo con que se relata la historia. Trato de evitar cualquier cosa que me haga como director un protagonista. Sí fui explícito y directo, y se nota que hay un director, en la escena de las viejas glorias, donde hago ese paréntesis documental dentro de la ficción, pero son las pequeñas licencias que también uno tiene que darse cuando considera que hay temas importantes que no deben ser dejados de lado. No me gusta manipular demasiado los elementos de la realidad, dentro de los códigos que uno establece en esa ficción.

  • El Piedra tiene un trabajo de arte bello. ¿Qué tanto trabajo de intervención de espacios y lugares hubo? ¿Con quién trabajaste ese apartado y cómo fue? 

El arte de la película fue dirigida por Stephanie Hansen, que es una amiga y directora de arte que tiene un portafolio muy variado. Lo que me gustó de trabajar con ella fue lo generosa que fue para recibir todo este universo que es ajeno a ella (es de Bogotá). Fue muy sensible y meticulosa para recibir toda la información y estuvo acompañada por un equipo excelente. Luego trasladó todo esto al mundo de la ficción y más aún cuando lo que se buscaba era evocar una época, aunque también hay cierto anacronismo en el arte. Esta película aunque buscaba representar realidades no era 100% realista en todo, hay muchas licencias estéticas que buscaban fortalecer la narrativa.

Cada uno de los boxeadores nos prestaron cosas de ellos, así que fue una mezcla de espacios y elementos reales que luego Stephanie encajaba dentro de una paleta y trataba de crear universos inspiradores. La casa de El Piedra fue la que más intervinimos, se hizo de cero. Realmente quedaba en un patio de otra casa, en donde hicimos el museo del boxeo de Rony. Se construyó con materiales reciclados y paneles que pudieran moverse para tener distintos ángulos de cámara. Tener más libertad para poder cuidar la estética, para poder iluminar y tener mayor control sobre la técnica.

  • Y así mismo está el tema del sonido, porque casi no tiene música, o la que hay está muy dosificada a lo largo del metraje. ¿Cómo fue el tema del diseño sonoro? Hablemos de los temas que se escogieron

Si bien la película pareciera no estar cargada de música, tiene más música de lo que inicialmente pensamos. Yo me imaginaba incluso una película sin música, pero cuando tuvimos un corte final, supimos que la necesitaba y ahí nuestro músico Juan Carlos Pellegrino se emocionó y nos hizo una cantidad de canciones que algunas ni siquiera quedaron y que son muy buenas. Hay de hecho unas que guardo porque son tremendos trabajos. Hicimos un trabajo muy concienzudo para encontrar la balanza, el punto medio que no existe, tratamos de buscarlo. Trabajamos algunos instrumentos en desuso como el arco de boca, la marímbula, mezclados con cosas electrónicas y urbanas, que dan un poco el choco de dos mundos que representan el viejo Piedra y el joven Breyder. Buscamos una coherencia conceptual. Para el diseño de sonido, Ricardo Escallón hizo un trabajo muy con lupa para tratar de ser tan objetivo como la fotografía. Él conoce bien la ciudad, entonces respetó mucho los ambientes. No buscó un diseño sonoro sobreexpresivo, su propuesta fue respetar mucho los espacios, los ambientes. Se creó mucho foley, mucho ambiente de barrio, muchas voces, de carros, motos. La pelea casi que se reconstruyó de cero, cada golpe, cada exhalación, cada paso. Ese trabajo fue faraónico.

  • A mí Manuel Álvarez, el protagonista, se me parece físicamente a Pambelé, ¿soy yo?

Sí, eso es como un acto consciente e inconsciente. Cuando conocí a Manuel y fue bajando de peso para prepararse para el personaje, se fue pareciendo cada vez más a Pambelé, tanto así que le pusimos un bigote similar, no por hacerle un homenaje como tal a él, sino porque creo que sí representa una época y dentro del imaginario de los que no son tan conocedores del boxeo, creo que las dos imágenes de colombianos que le pueden llegar a su mente inmediata son Pambelé y Happy Lora, habiendo muchos más y buenos, tal vez ellos son los más conocidos. Me pareció interesante trabajar desde este ídolo para construir la otra cara del boxeador anónimo, pero con un fisio que fuera inspirador y eso también lo busqué en El Piedra.

  • Volvamos a la escena final. La coreografía de una pelea. ¿Cómo la diseñaron y se realizó para que se viera tan bien, con un presupuesto modesto? ¿Cuántos extras hubo? ¿En cuánto tiempo la rodaron?

La pelea fue un trabajo en conjunto. Duramos casi dos meses diseñándola. No contamos con el privilegio de tener con un coordinador de peleas, así que lo que hicimos fue un trabajo de investigación previo y aprovechar que teníamos a boxeadores y entrenadores reales, más un equipo técnico de primera mano. Luis Otero, el fotógrafo, Andrés Gómez, que hizo la segunda unidad – la rodamos con dos cámaras -, Aníbal González, que es el personaje que hace de Adelmiro, que es un entrenador, y los dos involucrados en la pelea, entre todos, fuimos construyendo la coreografía. En un comienzo tuvimos dos contrincantes previos al Sansón. El primero, cuando íbamos a comenzar los ensayos se enlistó en el ejército y se fue y, el segundo, luego de dos semanas de entrenamiento desapareció, se fue con la plata y no apareció nunca más (risas). Hasta que llegó este pelado Anaya, que es disciplinado, serio, trabaja mucho la parte física, le gusta la actuación. Él llegó con unas cualidades únicas. Duramos rigurosamente un mes ensayándola, el mes anterior fue más de pruebas. Cada round lo ensayamos por semana y a la cuarta los repasamos todos. Luego grabamos todo con una cámara pequeña y lo editamos. Habíamos programado rodar esa escena entre días, pero salió en dos, y fue mejor porque más tiempo era muy demandante para ellos, a pesar de los descansos, la hidratación y los suplementos que les dábamos. Aprovechábamos los momentos de maquillaje para eso, que igual podían tomar de hora y medio a dos.

El primer día tuvimos 100 extras, el segundo entre 15 a 20. El primer y segundo round lo teníamos coreografiado. Todo lo de demás eran los actores guanteando, improvisando. Finalmente, para esas improvisaciones lo que mejor funcionó fue tener una cámara libre. Yo creo que gran parte de lo que se logra ahí tiene que ver con el sonido, porque consigue que la gente se sumerja en esa realidad.

Comienzo con las preguntas que a los directores no les gustan que se les hagan. Es tu ópera prima, ¿qué tan satisfecho quedaste con el resultado final? ¿Cuál es tu secuencia favorita y por qué? Diseccionémosla.

Estoy muy satisfecho y con ganas de hacer más y de mejorar, pero creo que lo principal, más allá de cualquier otro aspecto, era poder llevar un mensaje y eso quedó ahí, con un universo y unos personajes que me soñaba. No es fácil decir cuál es mi escena favorita, porque tengo muchos momentos que me gustan, pero tal vez sea la conversación que tienen ellos dos arriba en La Popa, cuando hablan de la ciudad. Esa es una escena que a algunos les parecía que sobraba, porque todo lo que dicen ya está implícito en la historia, pero lo que yo rescato de ella es, primero, la actuación de ellos dos, con esa luz maravillosa que por un momento llegó. Pudimos hacer pocas tomas, estábamos en condiciones muy al límite y el resultado fue más que sobresaliente. Lo segundo es que esa escena tiene mucho de ellos dos, hay muchas palabras de ellos, fueron muy libres, pudieron expresar muchas cosas ahí y por eso quise dejarla. Hay cosas que parecen obvias, pero a veces es necesario que alguien las diga. Es una escena de amor padre-hijo, donde son muy torpes al tratar de decirlo todo y no dicen nada.

También destaco muchísimo lo previo a esa escena, porque veníamos de rodar una escena de una pelea en una tienda, que no quedó y que fue una escena donde nos fritamos literalmente, porque nos mató una ola de calor que hubo esa semana en Cartagena y sufrimos muchísimo haciéndola y la terminamos como a las patadas y quedamos con la moral muy bajita. Ahí decidí hacer un break  de un par de horas. Los actores se fueron aparte a relajarse y sacarse todo el mal rollo de la escena pasada, luego Juan Pablo Fénix trabajó con ellos en el set con relajación y meditación y luego yo conversé con ellos un rato. Como era en La Popa y queríamos hacerla en una hora específica, teníamos un máximo de casi 40 minutos para rodarla antes que el sol se ocultara. Cuando llegamos había unas chicharras que sonaban durísimo y tardaron como 20 minutos en silenciarse, entonces solo nos quedaban unos minutos para hacer un par de tomas de cada plano. A la primera ya estaba. Ellos la hicieron con una gran honestidad y le metieron todo el corazón. Siempre recordaré todo el proceso y a mí me encanta verla, porque resume la película un poco. El Piedra es más esa escena que cualquiera otra de boxeo. Es un par de personajes anónimos, en una Cartagena entre comillas, invisible. Tiene muchos detalles y cositas que me encantan, por ejemplo, el niño comiendo un “boli” (parecido al Bone Ice).

  • Ya tenemos un podcast donde nos cuentas el proceso de casting y no quiero repetirme mucho, pero quiero que hagamos mención al preparador de actores que tuviste, Juan Pablo Félix, quien ha trabajado en otros proyectos de mis afectos como La pasión de Gabriel, La sangre y lluvia y Los viajes del viento.

Trabajar con Juan Pablo Félix es inspirador, él está todo el tiempo en una búsqueda y me gusta que es muy disciplinado y tiene mucho cariño y devoción por todas las personas que están en el set. Es muy honesto y generoso. Fue maestro mío, así que tenerlo dentro del equipo de El Piedra fue para mí como un sueño de verdad. Me encantaría seguir trabajando con él. Siento que sus certezas y dudas fueron tan honestas y fue tan riguroso en su propuesta que lo que lograron estos actores principales, en gran parte, fue gracias a él.

  • Muchas primeras obras de los directores nacionales tienen créditos en el montaje, tu no, tu le dejaste este trabajo a Etienne Boussac, que hizo el montaje de la última producción de Víctor Gaviria “La mujer del animal”. ¿Por qué y cómo fue?

Yo soy un director metido en todo, pero hay roles específicos en los cuales uno debe respetar su nivel de participación. En el montaje, por ejemplo, el montajista fue Etienne y él tomó decisiones que discutimos pero yo respeté. Él hizo un primer corte y a partir de ahí yo estuve de lunes a sábado, todo el día, durante casi tres meses. Me gusta que él trabaja muchísimo tratando de respetar mucho la cinematografía, de no repetir mucho los planos, de esos ping pones televisivos, cuida mucho el trabajo de los actores y cuida mucho las actuaciones, buscando los mejores momentos y con humildad se cuestiona mucho sus propias decisiones, lo que hace que el diálogo sea más abierto. Él no es el tipo de editor que hace lo que uno quiere, algo que me gusta, sino que aporta miradas y criterio, y me enseñó un montón.

  • ¿Qué hay de la vida de los protagonistas y cómo han estado con lo de pandemia y la tormenta?

Los actores siguen su vida normal como era antes de la película, han hecho algunas cositas artísticas, pero siempre tuvieron muy presente, y nosotros igual siempre apoyamos la idea, que la vida sigue, que la película era una experiencia, una oportunidad y que estar en ella no significaba hacer eso el resto de su vida. Ellos tienen trabajo, salud, están bien dentro de todo. Conservamos una amistad muy bonita y estamos pendientes que estén bien. Ahora con la pandemia, muy pendientes el uno del otro, ellos también se comunican con Alejandra Quintero (la coproductora) y conmigo. Con la tormenta, algunos con sus casas inundadas, pero por fortuna están todos bien.. 

  • Hablemos de la siguiente película y tu participación reciente en Dreamago por segunda vez.

En este momento me encuentro desarrollando dos proyectos. Uno es el cuento que ya te comenté de Antonio García, que en este momento está enfocado en desarrollo y escritura, para el próximo año comenzar a moverlo, y el otro proyecto que traía de antes, es “Regino piano” que básicamente es una historia de amor en Cartagena, alrededor de la memoria, del Alzheimer y de la música como bálsamo. Yo voy trabajando sin ningún afán, porque lo más importante es tener un buen guion. En Dreamago, puede repetir la experiencia pero esta vez por el Covid-19 tocó desde lo virtual, algo agridulce para mí porque bueno, es maravilloso tener el feedback de personas expertas, pero da guayabo no poder estar presencialmente, viviendo el proceso y conociendo más de ellos. Esta experiencia me dio un mapa de trabajo, justamente la semana entrante comienzo a trabajar una nueva versión. Quisiera terminar el año con una nueva, vamos a ver cómo se da. Lo que tengo ahora es como un primer envión, es más corazón que otra cosa, tiene demasiadas ideas y estoy tratando de depurarlas, porque además son historias que son muy mías y que me motivan muchísimo. En el papel, quisiera hacer primero “Animales domésticos”, mientras “Regino piano” se sigue cocinando a fuego lento, pero seguro. Al menos ese es plan (risas).

  • El Piedra hará parte del Festival dedicado al cine afro que inicia hoy y me gusta eso porque es una película que ofrece una mirada distinta de ese tipo de cine, incluso de quien lo cuenta. Lo pregunto porque ahora se cuestiona mucho acerca de quién debe o no narrar ciertos temas y el cómo.

Hablar de Cartagena sin hablar de su afrodescendencia es negar un poco parte de la ciudad. Yo no voy a representar a las comunidades afro y raizales de la ciudad, ni más faltaba, pero en mis relatos que ocurren allá sí hay un componente de todo este crisol que es el Caribe, en este caso, la historia del boxeo está fuertemente ligada con estas raíces y ahí están los actores que se apropian de la historia y le dan voz a los cartageneros. Yo creo que lo debemos contar son historias humanas, de personajes y creo que todos deberíamos contar todas las historias que podamos, no deberíamos limitar las miradas, sino al contrario, porque lo que el mundo pide ahora mismo es ampliar esas miradas. Esa invitación sí es necesaria y sí necesitamos nuevas voces en el cine.

  • Vi un teaser de un corto que me llamó la atención, “Ouroboros”, ¿cuál es ese proyecto?

Ouroboros es un corto que está rodado hasta la mitad. Se rodó una parte en Londres y la idea es que en unos años se ruede otra parte en Barú, entonces está ahí en puntos suspensivos. Es lo que por ahora puedo contarte al respecto.

  • Para finalizar. ¿Cómo ves y visualizas la situación del cine en el mundo y en Colombia con esto de la pandemia?

Lo de la pandemia ha sido un golpe durísimo para el cine en muchos aspectos. Todo pareciera indicar que el panorama se va a poner más difícil. Yo en lo personal me he seguido formando, sigo atento a las cosas que van pasando, pero opté por ser optimista y positivo y pensar que, al igual que la naturaleza, el ser humano recupera los espacios que pierde y que tenemos que seguir escribiendo, soñando. El cine siempre ha sido para mí principalmente un sueño y siempre ha sido difícil. Eso no lo cambia esta pandemia, quizá sea ahora un poco más difícil, pero hay que encontrar la forma de sobrevivir con los cambios que se darán.

Crédito imágenes y clips: Miramar Entertainment SAS

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