Entrevista a Lissetthe Orozco, la directora chilena que descubre el pasado oscuro de su tía en El Pacto de Adriana


Por Sandra M Ríos U
Twitter: @sandritamrios


“Yo tenía algunos conceptos de ética y moral que escuché en mi familia, pero después de la película soy otra persona, en donde mi forma de ver el mundo cambió mucho”.

 

Lissetthe Orozco es una directora chilena que sin imaginar el punto de llegada de lo que estaba haciendo, terminó entregando al mundo una de las potentes óperas primas del cine joven latinoamericano. 

El Pacto de Adriana (Leer reseña) es un documental íntimo donde deja al descubierto el pasado oscuro de su tía favorita como trabajadora de la DINA, la policía secreta del régimen militar de Augusto Pinochet.  Un secreto familiar que se expone en pantalla de forma directa, honesta  y sin velos que nos pone a reflexionar sobre los límites de nuestra ética y nuestra responsabilidad histórica y social frente a los lazos familiares. 

Tras su estreno en la Berlinale 2017 la película ha cosechado importantes reconocimientos, ha hecho un recorrido fantástico por festivales e hizo un estreno en su país resistiendo tres meses en cartelera. Actualmente el documental se exhibe en el circuito alternativo en Bogotá y en septiembre tendrá una presentación especial en Casa América en Madrid, España. El Pacto de Adriana se rehúsa quedar en el olvido. Esto conversamos con la directora:

  • Después de todo este asombroso recorrido que ha tenido la película, el documental sigue viéndose y teniendo espacios de gran relevancia. El otro mes se exhibirá en España

Sí, el 11 de septiembre se exhibe en Madrid en Casa América, un lugar donde siempre van los cineastas y hacen charlas sobre la misma temática de la película. A mí me lo habían ofrecido en algún momento, pero también me habían dicho que allá solo invitaban a que asistieran los directores que residían por Europa. Sorpresivamente recibí hace una semana un mail para confirmarme la invitación desde Bogotá. La entrada es libre y los conversatorios que ahí se realizan duran largas horas.

  • Vi la película pocos días antes de su estreno en Chile y en ese momento vivías allá, ahora entiendo que estás radicada en Bogotá. ¿Eso tuvo algo que ver con las consecuencias del documental?

Yo llegué a Bogotá porque me gané un premio en Chile con un corte de la película. El premio era la posproducción de color con una productora colombiana que se llama 2-35, manejada por Adriana Ángel. No conocía la ciudad y tuve que venir por dos semanas. Me encantó Colombia, me encantó la gente, me enamoré y me radiqué acá (risas). El Pacto de Adriana me trajo acá y si no hubiera sido por ella, nunca habría llegado a este país.

  • Cuando la estrenaste en la Berlinale 2017 dijiste una frase muy llamativa que resume bien tu proceso con ella: “Partí creyendo que mi tía era inocente, sino no hubiese hecho la película.

Esa frase refleja mi inocencia, ingenuidad e ignorancia, porque si yo hubiera tenido claro qué tan perversa fue la DINA, la policía secreta de Pinochet, y yo me entero de entrada que mi tía estuvo dentro de eso, yo inmediatamente habría decidido no meterme en ese problema, pero cuando mi tía me comienza a contar que ella no tuvo nada que ver con lo que sale en los libros de historia, entonces yo pienso en que, quizá,  puedo hacer una película para entregarle una ventana donde ella cuente su punto de vista, pero ya en el camino comienzo a darme cuenta que eso es un invento. Ella solo cuenta lo maravilloso que tuvo de la DINA, que fue viajar, estar en coronaciones de reinas, estar en lugares lujosos, que la vestían, que le daban autos. Ella me cuenta la parte bonita, pero nunca me menciona nada de violaciones a los Derechos Humanos. Era una serie de contradicciones. Ella dijo que nunca vio un detenido, nunca vio que hacían esas cosas, pero en un momento de la película dice que a las mujeres no la dejaban entrar en los centros de tortura, entonces, ¿sabía o no sabía?

  • A pesar que el trasfondo es el de la dictadura chilena, la película tiene muchas capas que la hacen universal y en Colombia con el tema del narcotráfico, la paz y los temas morales se nos ajusta perfecto

Precisamente en una exhibición reciente de la película acá en Colombia, unos espectadores me decían que era un espejo de lo que estaba pasando acá. Que se sentían muy identificados. Siempre me preguntan por esas coincidencias con las situaciones de acá. Yo lo que pienso al respecto es que esta película sino la hubiera hecho en democracia en mi país me habrían matado, pero en democracia ya no te matan por pensar distinto, en cambio en Colombia sí. Acá si quieres hacer cine político, social y de denuncia tendría que primero no salir delante de cámara, tendría que ser un director anónimo. A mi me encantaría hacer una película de esa naturaleza acá porque hay un montón de temas que la gente no los quiere tocar, o porque la violencia se ha normalizado o prefieren ignorarla. Me impresiona la forma tan tranquila con la que se habla de la muerte de un líder social que es la misma con la que se habla de fútbol. Sucede también que la diferencia con mi país es que aquí la herida aún está abierta y hablar del conflicto aún da miedo. En Chile me podrán amenazar, me podrán pasar un montón de cosas, pero sé que no me van a matar. Yo hice la película bajo esa seguridad, pero en Colombia sé que abordar esos temas son muchísimo más delicados.

  • El tema moral familiar que se pone altamente a prueba es una de las cosas que cuesta mucho de la película. Ese dilema de la responsabilidad social frente a la familiar es muy difícil manejar.

Fue muy difícil y es algo que en todo lado donde exhibo la película me lo han cuestionado. Claro, porque yo hago una película donde abiertamente traiciono a alguien que quiero y que es además un familiar. Yo lo que siempre digo y con lo que me he defendido todo el tiempo es que yo no me traiciono a mí misma. En el momento en el que yo estuve cinco años haciendo una película y me investigué todo lo que se me cruzó con la dictadura, con películas personales y todo lo que me recomendaban, siento que me rearmé, siento que me armé de nuevos valores. Yo tenía algunos conceptos de ética y moral que  escuché en mi familia, pero después de la película soy otra persona, en donde mi forma de ver el mundo cambió mucho. Si soy directora y tengo que entregar un mensaje a un público en distintas partes del mundo, en Rusia, en Taiwán o México, dónde sea, tengo que educar a 500 personas por sala, entonces no podía llegar con un mensaje ambiguo. Si bien mucha gente me critica que el documental tiene una sensación de duda, hay que tener en cuenta que es mi juego como directora y yo además soy la sobrina de la protagonista de mi película.

  • Pero las duditativas de la película funcionan en la lógica del mismo dilema moral al que te debiste enfrentar sin saberlo, ¿no es así?

Claro, es que pónganse en mi lugar, pero igual creo que dejo un discurso muy claro con respecto a todo lo que aprendí. Yo creo que todos los directores tenemos que tener esa responsabilidad especialmente si queremos hacer cine documental, ya con otro tipo de cine, pues podría haber hecho del tema un falso documental, por ejemplo, pero lo que a mí me interesa es la línea del cine social.

  • ¿En qué momento exacto del proceso te enfrentas al dilema ético?

Yo empecé esta investigación muy joven, a los 19. Y comienzo pensando que si tengo que hacer algo para defender a mi tía, tenía que enterarme bien de todo el panorama. En esa investigación comencé a leer desde temprano cosas brutales, entonces el conflicto ético partió prácticamente desde el principio, desde que me leí un libro titulado “La danza de los cuervos”, donde hay un capítulo dedicado a mi tía, donde cuentan todo lo que ella hacía en las salas de tortura y yo me preguntaba cómo era eso posible, cómo mi tía transcribía mientras torturaban a una persona, o le pegaba con palos a los detenidos. Era tan difícil de crear que pensaba que el escritor estaba fantaseando, me negaba a esa verdad. Luego salía de hablar con un abogado que me contaba todos los tipos de tortura que hicieron, desde violaciones a mujeres con perros, que les metían en la vagina ratones, lo que le hacían a los hombres con electricidad, y llegaba a mi casa a leer un mensaje de mi tía que decía: “Hola mi amor, te quiero mucho”. Fue una lavadora de emociones muy fuerte. Tuve dudas de seguir con el proyecto.

  • ¿Si llegaste al punto de querer cancelar la película, qué te hizo tomar impulso?

Yo en un punto pensé en volverla ficción, en otro momento pensé incluso en dárselo a otra persona en una especie de solución cobarde para evadir mi conflicto, pero en un punto me reuní con una profesora de la universidad que hizo una película muy fuerte llamada “Reinalda del Carmen, mi mamá y yo” (de Lorena Gieachino Torréns), en la que cuenta la historia de la mejor amiga de su mamá que fue torturada estando embarazada y una de las culpables de esa tortura fue mi tía. Cuando me reúno con ella le digo el problema en el que estoy y ella como que en el fondo me restregó en la cara lo ignorante que yo era. Por ella caí en cuenta en los problemas que me estaba metiendo y le comenté que iba a mirar si alguien, quizá, hacía la voz en off por mí, pero ella inmediatamente me dijo que no, me dijo: “hazte cargo de tu propia historia”, y las razones para aconsejarme eso era que si no lo asumía yo misma, pensaba que el resultado sería una película amarillista que sería posiblemente muy criticada por tener una postura política. Recuerdo muy bien que ella incluso se mostró brava cuando le dije que no sabía qué hacer con todo lo que tenía. De ahí me tomé un tiempo y me decidí y dije que ya era el momento de cerrar todo esto.

  • Con todo el contenido recopilado, con la película y el material complementario disponible en la página web, ¿que ha faltado por contarse?

No sé, yo en algún momento tenía una escena de la película que nunca existió en la que yo me juntaba con los hijos de todas estas mujeres de la DINA, en la idea de pensar cómo las familias del otro lado enfrentan todo esto, porque en cierto momento me entero que una de estas mujeres la iban a tomar presa y salió antes en un periódico y su hija, que era de ultra izquierda, ante la noticia se suicidó. Yo quería también reunirme con mi primo y hablar del cómo vivimos todo esto desde este lado, pero por supuesto no lo quisieron hacer. Es que hay que pensar que los familiares sufren y también la pasan mal, pero pienso que haberlo metido era un asunto muy delicado y habría sido una película ya muy extrema.

  • El Pacto de Adriana ha calado tan bien entre el público además por ser una película con una perspectiva de la dictadura desde un ángulo más fresco y joven, ¿no lo crees?

Existen montones de películas sobre Pinochet y las víctimas, pero desde la perspectiva de los victimarios muy pocas. Está la mía, “El mocito”, que es un documental desde un punto de vista más psicológico, donde hay una doble lectura y nos pone a dudar de su personaje, y hay otro documental llamado “El color del camaleón”, donde un chico hace esta película a su papá, quien perteneció a la DINA. Es un documental súper íntimo que de hecho lo comparan con el mío y del que dicen que es un drama emocional, mientras que El Pacto de Adriana es un thriller psicológico.

  • Cinco años grabando, ¿cómo fue la ardua tarea de montar?

Después de cinco años grabando le entregué a Melisa Miranda, mi montajista, el guion de montaje donde estaba un poco las reglas de la cancha. Yo le entregué el material a ella pensando que no era sano de mi parte estar metida en ese proceso, pero sí le dejé en claro hasta dónde teníamos que querer a mi tía, porque el público tenía que quererla como la quería y delimité el punto en el que el público se tenía que enterar de lo que me enteré yo.

  • Es un documental, pero a veces se siente que se juega un poco con las emociones y con el suspenso, la intriga. Se siente a veces que hay un poco del cine de género en ese montaje.

Sin duda. Todas esas sensaciones fueron del montaje y el trabajo brillante de Melisa. Ella supo armar muy bien las secuencias. Si bien la historia se la entregué escrita, ella supo hacer muy bien los cortes, puso la música donde tenía que ser. De hecho cuando me mostró el primer corte que duraba dos horas, me desplomé, lloré, grité, me pregunté qué estaba haciendo. Sabía que me estaba tirando a mi tía. Yo le preguntaba a Melisa qué iba a hacer y ella solo me decía que me hiciera cargo. Entonces me comenzaba a mostrar en qué partes mi tía me manipulaba, en qué otras se sentía que estaba mintiendo o se contradecía. Después de eso siguió el tema de la voz en off, que también me costó mucho.

  • ¿Cómo te preparaste para ese otro momento difícil?

Nos fuimos para la playa, luego me fui para una pieza sola, lloré y luego me puse a escribir. Me salieron cinco hojas para dejar finalmente una voz en off de cuatro líneas, pero eso me sirvió para botar todo lo que en cinco años no había liberado. Ese fue un proceso súper catártico.

  • ¿Hablemos de la ruptura familiar a consecuencia de lo revelado?

Después de terminada, a la primera persona que se la mostré fue a mi abuela, que es la que sale en la película. A ella le dije que era la única persona del mundo que podría decirme qué escena sacar y así lo haría. Ella la vio completa, me abrazó y me dijo al oído que no sacara nada. Sus palabras me dieron la libertad de seguir montándola y de hecho, ahí decidí incluir esa conversación. La película en ese primer corte terminaba con el enfrentamiento por skype con mi tía.

  • ¿Cuándo se la mandas a tu tía y finalmente sí la vio?

Cuando tuve el corte final se lo mandé a mi tía. Eso fue dos semanas antes de verla en Berlín. Yo la llamé insistentemente pero no quiso hablar conmigo, pero a los días recibí en la mañana muchos mensajes de audio con mucha rabia, tanta, que ya no recuerdo todo lo que me dijo. Para mí fue un choque grande escuchar tanta rabia. Yo era consciente que era una película que no la dejaba bien, pero esperaba que conversáramos. Me hubiera encantado que hubiera reconocido algo, que se hubiera dado cuenta del por qué terminó de esa manera la película y no como ella esperaba. No olvido cuando me dijo que yo no conocía la palabra amor, porque si yo la conociera no habría dejado a mi abuela como una loca. Esa fue una de las muchas cosas que me dijo, así que después de eso no me quedaron tampoco muchas ganas de darle explicaciones.

Mi tía le mandó a sus hermanos la película, que son los que salen con la cara tapada. Son ellos los que no me hablan y me quitaron el saludo hasta hoy. Ellos le hicieron una ley del hielo a mi mamá, que es la hermana mayor. La castigaron y ese es lo que más me ha dolido de la película. Otra cosa que me ha dolido es primo, el hijo de mi tía, quien no tiene la culpa de la mamá que tiene. De hecho nació en Australia y no tiene nada que ver en esto, pero la relación de fracturó.

  • ¿Y el resto de la familia cómo reaccionó?

El siguiente paso mío fue mostrarle la película a todos mis primos. Yo soy la mayor de unos 12 primos. Luego a mi papá y sus hermanos, mis tíos. Tras verla estuvimos toda la tarde conversando. Todos entendieron, están conmigo, que es lo más importante, pero yo también les decía que tenían que estar con ella porque igual yo ya no lo haría. Al parecer ninguno quiso seguir hablándole.

  • ¿Alguno te expresó temor por la exposición, la atención mediática y los juzgamientos ajenos que se vendrían?

Mi papá en un punto sí me dijo que me iban a matar. Claro, él pertenece a la generación del miedo, estuvo en esa generación de la dictadura. Yo le expliqué yo era de la generación de la democracia y que no había razón de matarme por pensar distinto.

  • ¿Pero llegaste a recibir alguna amenaza?

No. La única fue de mi tía que no fue tan explícita, pero de esas cosas que me dijo que tuviera cuidado de ahora en adelante cuando saliera del trabajo, que mirara para atrás porque alguien me podría estar siguiendo.

  • ¿Pero más eran mensajes de tu tía con mucha paranoia?

Es que yo siento que mi tía seguía en el año 73. En ella no había ninguna evolución, por eso es tan complejo para mi entender que una mujer en pleno Siglo XXI justifique la tortura. Por eso me cuesta tanto. Quizá podría entender a una niña de 19 que hizo todo eso porque quizá le lavaron el cerebro, pero entender a la de 65 años repitiendo las mismas cosas, no

  • ¿Cómo ha afrontado tu madre la situación con su hermana y hermanos?

Para mí el viaje más bonito de la película es el de mi madre. Ella vivió una transformación. Yo soy nueva generación, mantengo un juicio al respecto. Lo más bonito de ella es que nunca dejó de ser mamá. Ella me dijo después de todo que era Pinochetista y que después de la película no lo podía ser más porque implicaría avalar la violación a los derechos humanos.

  • ¿Cómo fue la reacción chilena a la película?

No fue vista por mucha gente porque no están acostumbrados a ver documentales. El tema de la dictadura es algo que lo rechaza la gente y al hablar de una victimaria, tenía cosas en contra. 4000 espectadores la vieron, que no es mucho, nada, pero sí estuvimos dos meses en cine comercial y un mes más en el alternativo. Hasta el día de hoy me siguen escribiendo preguntándome dónde la pueden ver y me han escrito muchos jóvenes identificados con mi realidad en el sentido que no hablan de esa época porque es un tema vedado.

  • ¿Qué queda de ese pacto de silencio?

Mucho. Mi tía te aseguro y te doy una firma que ella se va a morir con ese pacto a la tumba. No va a reconocer y no va a aceptar nada y sus colegas igual. Los desaparecidos siguen desaparecidos y no hay en ellos un pequeño acto de bondad y de reconocer. A mi tía no le creo tanto que sea católica, por ejemplo, porque ella suele jurar en el nombre de Dios, pero si fuera tan católica creería en el infierno e imagino que ahí sí confesaría y aceptaría los hechos.

  • En ese interés por continuar realizando documentales, ¿ya estás trabajando un nuevo proyecto?

Sí, estoy trabajando en una nueva película llamada “Después de Leonor”, al menos por ahora ese es el título. Es una historia de una colombiana llamada Anita, de 35 años, que es lesbiana y cuyo papá fue un cura y su mamá fue una monja antes de casarse, pero que fueron muy abiertos con ella y su sexualidad. Leonor, su madre, muere y su padre se va a vivir con ella donde le confiesa que su mamá no tenía útero, por lo que descubre que es una hija adoptada. Ahí comienza su búsqueda por la mamá biológica.

  • Con esa historia pareces volver a los secretos y escarbar en los asuntos familiares.

Sí. Me gusta escarbar la psicología del ser humano y de esas situaciones en las que uno se debate cómo tal persona a quien uno ama es capaz de hacer determinadas cosas. Con este nuevo documental quiero escarbar en todo eso que Anita no se acuerda y debe estar en su inconsciente, porque ella me ha dicho cosas como que siente que su mamá biológica no quería regalarla.

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