Ago 11 2023 08:50

Reseña de ‘La memoria infinita’: Un Conmovedor Legado de Amor y Memoria

	Por Sandra M Ríos U
	Twitter: @sandritamrios

“¿A dónde van las palabras que no se quedaron?”

¡Lo ha vuelto a hacer Maite Alberdi! La cineasta chilena ha estrenado este año su nueva película “La memoria infinita”, tras emocionar y conquistar audiencias en todo el mundo con su adorable “El agente topo” (en Netflix), nominado en 2021 a mejor documental.

“La memoria infinita” es un retrato profundamente estremecedor, tierno y conmovedor de la vejez, de la enfermedad, de la identidad y, sobre todo, del amor de pareja.

El cine, en términos generales, ha sabido retratar muy bien el Alzheimer y la demencia, unas de las enfermedades más crueles que se puedan enfrentar. Experimentar ese sentimiento de enajenación involuntario del yo, de dejar de ser, resulta sencillamente aterrador. A la memoria se vienen películas como “Poetry” de Lee Chan-Dog, “Away from Her” de Sarah Polley, “Still Alice” de Richard Glatzer, “Amour” de Michael Haneke o más recientemente “Vortex” de Gaspar Noé, que han mostrado la dignidad y fortaleza con la que el ser humano es capaz de asumir estas condiciones, donde aflora lo más bonito en instancias críticas. Y aunque estos son ejemplos que provienen de la ficción, sus historias no han estado alejadas de la realidad.

Lo que hace diferente a “La memoria infinita” es definitivamente sus protagonistas, y no lo digo porque se trate de dos figuras muy reconocidas en Chile; el periodista Augusto Góngora y la actriz y exministra de cultura (durante la era de Michelle Bachelet) Paulina Urrutia. Lo digo, por la forma como este matrimonio decidió llevar la enfermedad. Paulina integró a Augusto a su ritmo de vida laboral y actividades por fuera de casa, dejándolo incluso participar. Ese fue, de hecho, el detonante para que a Alberdi se le ocurriera realizar esta película y tras, aceptar, comenzó un largo proceso de documentarlos durante cuatro años interrumpidos.

Así como vemos con notoria novedad esta cotidianidad tan particular de puertas hacia afuera de la pareja, acariciamos la fragilidad en la que están ambos ante el deterioro progresivo de la memoria de Augusto; los baches que presenta, las crisis nocturnas y, en general, el esfuerzo – tan dulce, como doloroso – por dilatar ese día en el que él ya no pueda recordar ni el nombre de su amada esposa. De puertas hacia adentro, presenciamos ese abanico de miedos, angustias, enfados, cariños, ternura, cuidados, rutinas específicas agotadoras, frustraciones, paciencia inagotable y muchas más demostraciones de un amor auténtico y verdadero que, además, jamás dejó perder el buen sentido del humor.

Si bien Alberdi con un grupo bien reducido (ella, el fotógrafo y sonidista) grabó con su cámara parte de esta película, debido al aislamiento por el Covid-19 Paulina documentó parte de ella. Ese cine de observación al que se ha dedicado la directora, tiene en esta película otro punto de vista que enriquece el retrato, porque nos permite acceder a la intimidad de la pareja y porque nos muestra la perspectiva de una mujer, como esposa y cuidadora . Desde “Paciente” (2016) de Jorge Caballero, no veía un homenaje tan bello y realista a la figura del cuidador. El documental derriba, además, ese prejuicio que la enfermedad hay que esconderla y hace una gran reflexión sobre las bondades de integrar a paciente y cuidador en las actividades públicas, lúdicas o de trabajo, de no excluirlos de la sociedad (por lo menos hasta donde más se pueda).

La película tiene una tercera perspectiva. Un solo personaje encierra en sí mismo la lucha por preservar la memoria, la individual y la colectiva. Augusto batalla por no perder los recuerdos de su mente y en ese ejercicio es revelador cómo los momentos impactantes y traumáticos de la dictadura chilena, se rehúsan a desaparecer. Como periodista fue el editor general de un noticiero (Teleanálisis) de circulación clandestina, mostrando la otra realidad que ocultaba la dictadura. Y en esa lucha donde se pregunta quién es y quién amanece a su lado, tiene instantes de una lucidez avasalladora, donde habla de la necesidad de reconstruir la memoria emocional de todo un pueblo, de permitirse elaborar un duelo. “Sin memoria no hay identidad”, dice. Con las imágenes captadas en dicha época, cierra sus profundas capas “La memoria infinita”, se completa así la historia. Una película de tres, como dice Alberdi.

La memoria colectiva conectada a lo individual, las huellas imborrables que se mantienen incluso en la mente de alguien que padece Alzheimer le dan un carácter de humanidad, más escalofriante y revelador que cualquier suma de datos estadísticos, o estudios clínicos o históricos. Esa conexión de la identidad y la memoria que establece Alberdi aquí, es sabia.

Volviendo al fondo de “La memoria infinita”, todo lo escrito es insuficiente para describir lo que conmueve desde el primer minuto esta película de profunda sensibilidad, donde Alberdi juega de nuevo con un estilo narrativo que se aproxima a la ficción. Conmueve hasta las lágrimas esta historia que también puede verse como la despedida de una pareja.

La huella imborrable que deja el documental, las fibras que toca, también se deben a la grandiosa composición musical a cargo de Miguel Miranda y José Miguel Tobar. “Ahora parece que yo…” (y lloro).

Augusto Góngora falleció el 19 de mayo de 2023.

Ficha Técnica