Entrevista Marco Berger – Más allá del cuerpo masculino como objeto del deseo


 Por Daniel Ruiz,  (Twitter: @tatoruiz)

Haber descubierto el cine del argentino Marco Berger (1977), en mis tempranos veintitantos, supuso una bocanada de aire fresco, un viaje a mi interés por el homoerotismo. La representación más cercana de lo que ya empezaba a experimentar como hombre homosexual y lo que quería vivir como adulto. Para mí, y muchos de mis amigos cinéfilos (y maricas, claro), Marco Berger es ícono, ídolo y representación de nuestros más idílicos sueños; una suerte de reflejo cinematográfico de nuestros fetiches más románticos y también húmedos. Todo hay que decirlo.

Ese reflejo – mayoritariamente –, a través de las pantallas de nuestros computadores, ha sido también un viaje de autodescubrimiento e inigualable alegría. Cuento lo de esas pequeñas pantallas de computador, porque el viaje con Berger fuera de Argentina estaba obligado a ser un viaje en contexto de piratería. Fuera de su país de origen, y fuera de los espacios de mercado cinematográfico o festivales, Berger fue (y quizás, de alguna manera, sigue siendo), una suerte de “marginado” como director y a veces centro de enormes críticas, dada la corrección política.


Parece que en un mundo tan progre como el del cine, también hay maricas marginados. Aparte de su talento para narrar atmósferas y tensiones entre sus personajes, quizás otra de las grandes fuerzas de ese director, guionista, productor, actor y formador de actores, ha sido saber sobrevivir en el submundo cinematográfico, el del cine indie latinoamericano. Y lo anterior no deja de ser curioso, dentro del ya curioso mundo del cine de la región.

Marco Berger es el responsable de títulos como “Plan B”, “Ausente” o “Hawaii”, películas cuyos protagonistas mayoritariamente representan la letra G, de las siglas de una comunidad que personaliza las distintas identidades, expresiones de género y orientaciones sexuales. Las suyas son películas que hablan abiertamente del deseo masculino, que pone a los cuerpos masculinos como objeto del deseo. Toda una posición política, subjetiva y estética que no evita críticas de todo tipo, pero tampoco evade el auténtico interés del público objetivo de sus películas. El cine de Berger, que incluye también títulos como “Un rubio”, “El Cazador” (disponible en Netflix) o “Taekwondo”, se mueve también entre una suerte de denuncia, la sensación de melancolía y lo romántico.

Comenzando el mes de julio uno de mis proyectos cinematográficos, un proyecto de cortometraje llamado “Mi nombre es Delirio” (perdonarán la autopromoción), quedó seleccionado en un laboratorio de desarrollo de proyectos en el marco del festival de cine LGBTQ+ OutFest, ya de por sí una rareza en un país como Perú. Y aparte de la sorpresa de que exista algo así, y de haber sido seleccionado, iba a tener la posibilidad de conocer a ese ídolo cinematográfico. Fue como si el universo, uno muy cinéfilo, me premiara de todas las formas posibles. Aprovechando ese regalo del destino me propuse usar esta ventana de completa cinefilia y auténtica libertad, para compartir mi admiración por su cinematografía. Le propuse, antes de encontrarnos en nuestra relación maestro – alumno, una entrevista que aceptó gustoso. Para no quedar como un legítimo fan enamorado, organicé unas preguntas relativamente serias en relación a su ya larga trayectoria; una carrera que incluye diez largometrajes estrenados y varios cortometrajes. Todo ello sumado al interés de aprovechar el espacio para hablar de su más reciente película “Los agitadores”, estrenada en Perú en el marco del Festival, y disponible para toda Latinoamérica (a un precio bastante asequible) a través de la plataforma de la Asociación de directores de cine de la Argentina: cinevirtual.com.ar. O sea, esta conversación con Marco Berger podrá ser complementada con el visionado de “Los agitadores”, y ojalá con un leve conocimiento de su cine (aunque no es restricción para leer).

No puedo evitar aclarar que, posterior a esta charla-entrevista y a mi experiencia como asesorado por Berger, el Daniel veinteañero quedó completamente satisfecho y estimulado, claro.

  • ¿Cuál es la película que más aprecias o la más significativa de tu filmografía?

Hasta ahora, de las estrenadas, “Hawaii”. Es la película que más me gustó. Supongo que es la película más personal, en la que menos expectativa tuve. Es una película que para mí fue un quiebre entre la expectativa que la gente tenía de mi cine, porque después de ganar el Teddy con “Ausente” había mucha presión sobre mi trabajo, como con qué iba a venir. Supuestamente las carreras son una escalera ascendente y siempre tenés que salir con algo grande y algo superior, y aspirar a cosas más grandes. Entonces yo corté un poco esa línea para no ponerme presión personal e hice una película muy chiquita, muy personal, que no esperaba que sucediera nada. De hecho, es la película en la que muchos fanáticos son como los más ‘fans’ por así decirlo, es la película que es la favorita de más gente, aunque no lo creas, y por eso es una película con una magia muy especial. ¡Me encanta!

  • Podría decirse que lo que le gusta al público es un poco como esa esperanza y esa nostalgia que puede haber en tu cine y que muchos chicos homosexuales podemos tener como conexión en la medida en que es como “a mí me hubiera gustado hacer eso o tener algo como aquello”. ¿Crees que va por ahí?

No lo sé, puede ser. Creo que como habla mucho del mundo interno y el proceso de enamoramiento de otro hombre, puede ser. El mundo no es un problema para ellos, sino que son ellos mismos el problema, creo que tiene que ver con eso. Vuelvo a decir, es muy especial la película, tiene una magia muy propia, el final es muy mágico. A veces tampoco se puede explicar mucho por qué algo gusta más que el resto. A mí me gustan todas mis películas. Por suerte, estoy orgulloso de todas mis películas, pero no dudo que hasta ahora, mi favorita de las estrenadas sigue siendo “Hawaii”. Ahora estoy por estrenar una película que se llama “Los amantes astronautas”, una comedia que puede ser la que robe el lugar a “Hawaii” y se convierta en mi película favorita, pero todas tienen algo favorito, porque “Plan B” también es la que me abrió al mundo y se convirtió en un clásico. “Ausente” es una película muy linda también y tiene el Teddy (Teddy Award, entregado a películas LGBTQ+ en la Berlinale). “Taekwondo” igualmente fue una película de quiebre para mí, porque casi no tiene historia, simplemente es como una especie de recorrida de esas vacaciones medio ensueño.

  •  Recordando varias de tus películas y todo ese vacío emocional que hay en ellas, me preguntaba si el cine de Marco Berger es un cine melancólico. ¿Crees que sea un poco así?

De repente. No me había puesto a pensarlo así, pero es verdad que es un poco así, como romántico, melancólico, como que la mayoría son así, pero me parece que es porque me gusta más eso, la ensoñación, lo melancólico.

  • En una entrevista contabas una anécdota con relación a tu cortometraje “Una última voluntad”, que era una cosa que narrativamente funcionaba muy bien y tenías mucha esperanza en él, pero nunca pasó nada. Luego sacaste “El reloj” y con ese corto te diste cuenta que lo que más te movía y querías, era contar las historias que te parecían interesantes a ti, lo que te gustaría ver a ti, en vez de solo querer agradar el público. ¿Sigue siendo eso una premisa?

Sí. A partir de ese punto, toda mi carrera fue así. Yo no hago las películas para que le gusten a nadie más que a mí en principio y, por suerte, mucha gente piensa igual que yo, tiene el mismo gusto que yo y les gustan. No hacer cosas para agradar ni a los festivales, ni a la crítica, ni a la gente, ni a nadie. Eso pasó medio a la fuerza, porque tenía muchas expectativas con ese corto y no pasó nada, es decir, sí circuló. Obviamente cuando yo me hice conocido, empezó a circular, entonces dije: ‘Bueno, yo hice un corto para que le gustara a la gente y no pasó nada, entonces tengo que hacer algo que me guste a mí, porque si igual no va a pasar nada, por lo menos que me sirva a mí’. Hice “El reloj” y pasó eso y, encima, fue elegido en Cannes y me abrió toda mi carrera, entonces con más razón me di cuenta que por donde había que ir era por ahí. No hay que olvidar que una película es como una obra de arte, a pesar de estar metido en el mercado, la crítica, el público y todo, no deja de ser una obra de arte que tiene que ser para mí, que me guste. Tiene que tener una comunicación primaria conmigo.

  • En tus películas hay unas sensibilidades masculinas que parecen represadas, que salen solo en la intimidad. ¿Puede ser que tus personajes estén queriendo esconder algo, quieran estar escondiendo la pluma y pretender que son heterosexuales para evitar violencia sobre ellos, por ejemplo?

Yo lo veo al revés, en realidad. Yo no creo que mis películas traten de mostrar personajes que esconden la pluma. Mis películas muestran personajes que no la tienen, algo que está muy negado en el mundo gay. Como que el hombre si es masculino es porque está haciendo una trampa, o está haciendo una mentira, y en realidad no necesariamente. Yo siempre digo que a veces ser gay parece que fuese una profesión para muchas personas, y no. Es una cosa más de tu vida, que tiene que ver con tu intimidad y a veces simplemente con tu intimidad sexual, el resto no cambia. Entonces yo a veces siento que se me critica eso, como si yo estuviese empujando una falsa masculinidad y al revés, yo creo que mucha gente protege mi cine, le gusta mi cine, porque yo estoy representando a esos hombres que sienten que su masculinidad no tiene que ver con su deseo sexual y no es ni bueno ni malo, no es ni mejor ni peor, ni que ser marica tiene nada que ver con eso. Siempre digo: ‘Imaginémonos que si hay gente que tiene el deseo de ponerse una peluca, zapato de taco y competir en RuPaulDragRace, también tenemos que entender que en el abanico hay gente cuyo deseo es ponerse un pantalón, escupir en la calle, yo qué sé, porque todos en la vida elegimos también un personaje. El deseo puede estar y tu deseo es andar en moto o arriar vacas y ser un cowboy rudo y, al mismo tiempo, acostarte con hombres. No tiene que ver con una postura, tiene que ver con que cada uno tiene derecho a elegir lo que quiere y si vos tenés derecho a elegir caminar por una pasarela con peluca, también podés tener el derecho a andar en el barro empujando vacas y toros, y querer vivir una vida de rudo. Entonces yo a veces protejo en mi cine ese espacio, y el otro cine por ahí no lo cuento. Yo nunca hago una peli de un trans, porque no conozco mucho ese mundo, me parece también una falta de respeto.

Si mañana me traen un guion que me encanta lo haría, pero lo haría con mucho respeto, porque también uno tiene que entender que tiene que ser coherente con lo que conoce. Yo tampoco haría una película sobre una pobreza muy, muy cruda, porque yo nunca la conocí. Yo soy una especie de clase media porteña de Buenos Aires y tengo ciertos conocimientos del mundo. Igualmente pienso que también hay que dar espacio a que aparezca un director queer, marica empoderado, que haga su cine y que yo no tenga que ocupar ese lugar.

  • Porque no tienes ninguna responsabilidad con eso, claro

No es mi responsabilidad. Y aparte hay que dejar esos espacios, van a ir apareciendo. Yo tardé. Para mucha gente me tardé mucho en llegar y llegué en el 2009. Algunos llegarán en el 2025 y otros en el 2030. Van a ir llegando, van a ir apareciendo, pero es verdad que no es mi responsabilidad cubrir todos esos espacios. Si me lo pidiesen y si yo trabajase para el gobierno Latinoamericano, y me lo piden, haría todo eso, pero es verdad que no es mi trabajo.

  • Un gobierno de maricas, claro

Claro, un gobierno de maricas empoderados.

  • ¿Cómo te ha ido con la fiebre de la corrección política? ¿Cómo te ha ido, por ejemplo, presentando tu más reciente película con otros hombres que siempre están diciendo que no se ven reflejados? Cuando uno se mete en tus redes y ve los comentarios de la gente, sobre todo los chicos, dicen: “Otra vez con un cuerpo hegemónico”. Y si vas a Youtube, dicen “otra vez un cuerpo no sé cómo, otra vez hombres blancos…”

Yo creo que tienen razón, que con “Los agitadores” uno podría decir otra vez…, pero también es verdad que la clase social argentina de clase alta, ricos, poderosos, tienen esos cuerpos y son así de blancos, y son así europeos, entonces, esa película, en particular refleja eso. Muchas veces me siento muy herido, porque siento que yo soy un componente importante de la política queer de la Argentina y del mundo, entonces cuando me hieren, o me hacen sentir mal, digo bueno, pero pará, yo también hice una carrera entera empujando la diversidad y se me critica, entonces la verdad que no sé por qué me tienen que criticar a mí, a lo sumo que aparezcan otras personas. Todo depende del día.

No tengo Twitter, entonces no leo todo esto que vos decís que leíste, nunca lo leo. ¡Por suerte! Sé que hay una gran parte del colectivo que no le gusta lo que hago, como que me odia, o que espera otra cosa de mí, pero también hay un punto en el que no puedo hacer mucho más que contar el mundo como lo veo yo y por eso digo, es bastante esfuerzo el tener una carrera orientada solamente al colectivo queer, porque aparte también se me critica mucho del otro lado. Yo soy muy atacado como director y soy muy dejado afuera como director por hacer cine queer. En San Sebastián yo no existo, o sea, hay una parte que se llama Horizontes Latinos y yo nunca existí para ellos, entonces eso es de mucho dolor también. Muchas veces tiene que ver con homofobia y con lo queer, y así en millones de lugares soy dejado de lado. Y cuando yo soy dejado de lado por el mundo real heterosexual, el del heteropatriarcado, es como bueno, ¿en qué lugar estoy? Todo depende del día. Hay días en que me siento herido y hay días que digo bueno, no puedo conformar a todo el mundo.

Creo que no tiene ninguna maldad mi cine. ¿Qué pasaría si yo hago una película contando una historia de dos indígenas del norte argentino, pobres? Seguramente iría a Cannes y a los festivales, pero también sería falso de mi parte, porque yo no conozco nada de ese universo, no sé lo que significa nacer en la pobreza, en una provincia patriarcal. Por ejemplo, ahora que estoy analizando todos estos trabajos peruanos, que hablan de los movimientos queer y los movimientos queer en los espacios indígenas, yo pensé que no existían, pero se ve que existen. Hay un montón de cosas que yo desconozco y, obvio, yo tengo el punto negativo: ser de Buenos Aires, ser blanco, hijo de noruego. Me señalan mucho por eso. Entonces es como estar atrapado ahí. Si cuento cosas que no me pertenecen me van a criticar por eso y si cuento historias de lo que fue mi mundo, mis amigos, lo que significa ser un porteño blanco de clase media, también me critican por reflejar el mundo. Creo que mi cine no resta, quizás no suma para muchos espacios, pero no creo que reste. No creo que mi cine empuje para atrás el colectivo.

  • He visto tus películas en páginas web piratas y muchos de mis amigos han llegado a tu cine de la misma manera. En una industria tan peculiar y compleja como la nuestra, me gustaría saber cuál es tu visión de eso, porque de alguna forma la piratería podría haber sumado a tu carrera.

Me encanta, porque es una forma en que circula. Primero, yo no tengo ambiciones económicas, creo que debería haber una biblioteca universal pública gratuita del cine. Creo que los productos después de cinco años deberían ser todos públicos. Los míos y los de Marvel, pero bueno, esa es mi concepción del mundo. Y es como decís, gracias a que existe la piratería circula mi cine por todos lados. Es verdad que yo debería tener un lugar en las plataformas con la carrera que tengo y los festivales que tengo. Netflix debería estrenar todas mis películas, eso sería justo conmigo, con el mercado y con la gente. Como eso no pasa, y tengo diez películas que filmé, una sola en Netflix, el resto de las nueve las ven pirata y las cuelgan por ahí. A veces me da un poco de bronca, cuando veo que está, por ejemplo, “Mariposa” en Youtube y tiene cuatro millones de vistas. Digo: ‘Che, hay alguien ganando plata con mi película’. Yo debería ganar plata con mi película, pero, por otro lado, digo, ‘¡Bueno! Ya está, el mundo es así’. Por suerte, no vivo del cine, ni el cine me volvió rico, porque, aparte, hago cine independiente, sin Ricardo Darín, sin famosos. Yo vivo con mi escuela de actuación y con eso me va bien, entonces no me preocupa mucho el sistema.

Sí me da bronca, por ejemplo, cuando me entero que estrené la película en Buenos Aires y mucha gente no la va a ver porque ya la vio pirata, entonces digo ‘Che, vos sabías que se iba a estrenar en Buenos Aires’. Si vos vivís en un pueblito en Perú, lejos de Lima, que sabés que nunca va a llegar la película al cine, te entiendo, pero si vos vivís en Buenos Aires y sabés que todas mis películas tarde o temprano se estrenan, aunque sean espacios de cine de autor, ¿por qué la ves pirata? Ahí sí te estás cagando en mí.

  • Hablemos de “Los agitadores”. ¿Podríamos decir que es tu película más sentida dado su origen? (El crecimiento de casos de violencia perpetuados por patotas o manadas de hombres)

No. Es una película muy importante para mí, pero no sé si es la más sentida. Creo que la más sentida también vuelve a ser “Hawáii”, por lo especial que fue para mí la película. Y “Los Amantes Astronautas”, que también fue una película donde yo me pregunté a mí mismo, ¿qué película filmaría si pudiese solamente tener una película que te represente totalmente? Y ahí la escribí, pero “Los Agitadores” simplemente fue una película circunstancial, que yo vi la noticia y me impactó. Quería hacer una película en pandemia, me parecía que era fácil hacer una película dentro de un country, por la burbuja, más que nada, y la escribí, pero no sé si es mi película más sentida.

  • Es una película que puede entenderse como denuncia social, ¿se puede decir que es tu incursión en un tipo de cine de denuncia?

Sí, claro. Es una denuncia social a un crecimiento de un nuevo fascismo mundial y representado en pibes hijos de gente con dinero, con una impunidad absoluta sobre el mundo. Entonces me parece que violan a una chica en un momento en que se sienten heridos por una supuesta homosexualidad y castigan a otro. Entonces, sí. Con relación a la incursión en denuncia, no, porque “Plan B” también es una denuncia social. “Ausente” también es una denuncia social, hay una denuncia ahí también desde la visibilización, desde denunciar pornografía infantil, desde denunciar por qué un hombre no se puede relacionar con otro con la misma soltura que puede relacionarse con una mujer. Todo eso es denunciar el mundo en el que vivimos, entonces prácticamente, menos “Mariposa”, la mayoría de mis películas son de denuncia social.

  • Algunos críticos, periodistas, o público, dicen que tus películas van entre lo documental y la ficción. Supongo que lo que ven es algo tan realista que cuesta asumir que hay algo de coreografía detrás; que se ve muy auténtico, que se ve improvisado y no es así, es un trabajo de auténtica dirección desde la ficción.

Eso lo sufrí mucho con mi primera película (“Plan B”), que parecía que era una película de suerte. Con “Plan B”, mucha gente creía que la película era toda improvisada y que casi que había sido una película donde yo tuve suerte y por ahí nunca más filmaba. Y a mí en ese momento me daba mucha bronca. ¡Por Dios, no! Es una película totalmente pensada, totalmente actuada. Creo que es la película donde más tuvieron que respetar los diálogos. Fue como si les hubiese dado Shakespeare, ¿entendés? Que aprendés la letra como es y la decís como es. La película les parece tan grande que no pueden soportar que haya sido escrita.

Por otro lado, también está esto de, bueno, voy a tener que seguir filmando para demostrar que no fue una película azarosa ni con suerte, sino que yo tengo el talento de poder lograr eso. Con “Los agitadores”, o cuando ven algo de documental, me da lo mismo, me da el placer de sentir que alguien cree que es así y es porque estoy representando muy bien la realidad, como muchas veces pasa con los hermanos Dardenne, que con sus películas decís, bueno, casi que parece que no fueron actores, que está como con cámaras ocultas contándote una realidad. Mi trabajo es hacer ficción y hacer puesta en escena.

  • Pero es válido también preguntárselo

Claro. A veces me encanta, pero a veces en mi fuero interno me parece una pena que no puedan reconocer mi trabajo.

  • La marca ‘Berger’, el ‘plano Berger’, que es un poco como a veces se conoce en la comunidad, (plano de paquetes, de tensión sexual entre hombres). Yo mismo me he descubierto un poco en mi escritura, cuando escribo ideas sueltas, algo como “aquí tiene que haber algo tipo Marco Berger”. ¿Qué piensas de ello?

Es hermoso que me digan eso, obviamente. ¡Me encanta! Creo que todo esto igual, todas las preguntas que tenés y todo lo que pasa, todo tiene que ver con algo de que es imposible correrse de un espacio contemporáneo, del momento presente en el que estamos vos y yo. Los que miran, los que esperan que yo tenga otros cuerpos en las películas, todo tiene que ver con eso. Nos resulta muy difícil analizar la obra en el presente. Yo creo que dentro de 60 años, cuando yo esté muerto, todo se va a ver de otra forma, todo se va a entender de otra forma y todo se va a mirar desde otra capa, pero ahora como estamos tan inmersos acá, es imposible no poder estar tan cerca de la obra, que hacer estos análisis como “ah bueno, Marco no hace esto”. También hay que entender eso dentro de 60 años. Seguramente yo sea un personaje que abrió un camino en el mundo queer muy importante y no sé si van a ir diciendo “bueno, no representaba todas las partes del colectivo” o “bueno, representó lo que pudo”, también.

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