Reseña “Aftersun” de Charlotte Wells – Lo trascendental – y maravilloso – del dolor




Por Daniel Andrés Ruiz Sierra (@TatoRuiz)

Un personaje en las sombras hace rebobinar una casetera. Así da inicio la ópera prima de la escocesa Charlotte Wells. Mientras aparecen los créditos iniciales, solo es el sonido de la casetera lo que escuchamos. Momentos después vemos de qué trata: una grabación casera con la irrupción de la voz de una niña mientras graba a su jovial padre, un tipo de unos 30 años que baila y parece alguien desenfadado. La niña afirma que pronto será el cumpleaños de ese padre, pero quiere saber cómo era cuando tenía la edad de ella, 11 años. El padre parece querer evitar la pregunta, y ahí se pausa la imagen para darle paso a lo que parece un reflejo en la pantalla, que luego se interrumpe con una confusa imagen con luces stroke, que deja ver a una mujer joven en actitud poco festiva. Empiezan a yuxtaponerse las imágenes de lo que parece una fiesta, con las grabaciones caseras y deriva en una imagen que tiene una despedida en un aeropuerto. La música tiene un punto de tensión y suspenso. Rápidamente Charlotte Wells sabe ponernos los pelos de punta. Intuimos que no va a ser fácil lo que vamos a ver. En mi caso, había leído y visto solo ligeras cosas, pero los primeros minutos de la película nos sugieren un mapa. Difícil salir igual después de verla. Y hablo de asuntos meramente emocionales.

“Aftersun” narra el viaje de Sophie y su padre, Calum, en unas vacaciones en la Turquía de los años 90. Ambos son extremadamente cercanos, su relación podría parecer la de dos hermanos. La experiencia es revisada en el presente por una Sophie adulta que es madre y parece estar en un desesperado intento por recuperar la imagen y la sensación de compañía de un padre que ya no está.

La película ha sido la gran sorpresa de la temporada. No tiene grandes nombres en su reparto. Paul Mescal tiene una ligera popularidad, pero no es un ícono, ni nada similar. No aún. Uno de los productores es Barry Jenkins, director de la bellísima “Moonlight”, que, aunque fantástica, no es una película que genere grandes pasiones (su triunfo en los Premios de la Academia sobre “La LaLand” tampoco ayuda). “Aftersun” es una ópera prima que se estrenó como una más de las películas que hacían parte de la Semana de la Crítica en Cannes. Todo bastante modesto, pero medio año después se habla de ella con adjetivos superlativos y apasionantes y recientemente arrasó en algunas ceremonias de premios. A este punto, todos esperamos que Paul Mescal sea reconocido con una nominación al Oscar ¿Qué es exactamente lo que tiene esta ópera prima que ha desatado tal locura?

Para mí, honestidad pura, eficacia narrativa que escuece sin más, un trabajo actoral impresionante, un magnetismo visual del que difícilmente se pueda uno desconectar y hace especial hincapié en la nostalgia, ese sentimiento que en los últimos años parece haber tomado real protagonismo por la, al parecer, necesidad de volverlo hacia nosotros, como una necesidad inevitable.

“Aftersun” hace verdadero hincapié en la nostalgia, pero de esto no va la película. Podría creer que uno de sus logros es el de saber ponernos a la par con la ceguera de una niña – su protagonista – que no supo ver ni reconocer los síntomas de la enfermedad de su padre. Charlotte Wells se basa en parte de su historia real para escribir su ópera prima. El resultado es una especie de ajuste de cuentas relacionada a la pérdida de su padre estando ella aún muy niña. Es una suerte de carta al padre en la adultez donde parece lamentarse por lo que no supo ver, pero también un efectivo relato que, sin ponernos demasiado melosos y exagerados, sabe traducir lo verdaderamente difícil que es reconocer el dolor del otro, las claves, si es que hay tales, cuando de enfermedades mentales se trata. ¿Han leído o han experimentado eso de sentirse sorprendidos ante la muerte de alguien por depresión y entre el dolor solo cabe decir “se le veía tan bien”? Es más o menos esto, en medio de un relato donde la alegría de las vacaciones siempre es protagonista y hace más difícil ver todo con prudencia.

En “Aftersun” hay un minucioso trabajo en el guion por la búsqueda de detalles que entre la intensidad con la que se presentan y la repetición a lo largo del metraje (que es bastante corto) crean un suspenso del que es difícil separarse. Pero lo que es más importante aquí es la manera en que Wells nos deja ver los quiebres de Calum (Mescal), las grietas de ese hombre enfermo. Unos detalles que quizás puedan notarse mejor en una segunda revisión (que las merece todas), pero que con bastante sutileza presenta la directora y que incluyen, por ejemplo, los planos sobre una cornisa simulando una caída, los diálogos ordinarios que dejan ver la sorpresa de Calum ante el giro que tomó su vida, o incluso la imagen que podría ser la más fuerte de todas (y está en el tráiler) el momento a solas en el que ese padre, desnudo, con solo una pared de frente y la oscuridad cubriéndole, se deja ver totalmente susceptible. Pensar en ello me pone los pelos de punta y los ojos llorosos.

Pero aparte de todo lo anterior, y que responde a la profundidad del personaje y el relato, están también los detalles meramente emotivos y que suponen las formas en las que la Sophie adulta intenta recuperar esos momentos significativos junto a su padre. La susceptibilidad y la inminente herida en el brazo enyesado, que da paso también a constantes planos de apoyo físico, los momentos en los que padre e hija se quedan viendo algún atardecer, o bailan juntos en esas fiestas que se arman en los resortes y, sobre todo, o por lo menos a mí, la revelación de un positivo de cámara instantánea que de a pocos revela el feliz retrato de padre e hija.

“Aftersun” es de esas películas que al público general le cuesta ir a ver por el solemne tono que presentan y el sosegado ritmo con el que se narra, lleno de momentos ordinarios que parecen poco importantes. Se entiende. Pero por eso resulta sorprendente que una película como esta haya logrado surgir con éxito, poniéndose casi como entre lo más visto en las últimas semanas del año. Si me preguntan, “Aftersun” es efectiva para el público en general por, entre otras, la forma en que su protagonista, esa niña – mujer -, intenta contar su historia sin parecer demasiado lejana, usando como motores esos detalles que a muchas generaciones nos marcó, por ejemplo, la idea de experimentar con la handycam, traernos de vuelta el recuerdo de algunas vacaciones con La Macarena incluida, apuntarnos directamente a la memoria sentimental recordando el primer amor o el primer beso. Quizás y eso pueda ayudar.

De nuevo, para mí, lo que la hizo inolvidable, es esa forma limpia de narrarnos el dolor. El uso de lo ordinario para darle un significado completamente emotivo y saber prepararnos el terreno para contarnos lo peor sin que parezca un as bajo la manga. Terminé la función inundando en llanto. Como la bendita risa, el llanto, para mí, supone un éxito, porque nos ha tocado bien al fondo, porque logró llegar al tuétano, tocar las fibras que son más profundas que aquellas que nos mantiene entretenidos. ¿Me estoy haciendo entender?

Ficha Técnica

  • Dirección: Charlotte Wells
  • Guion: Charlotte Wells
  • Duración: 101 minutos
  • Género: Drama
  • Producida por: Adele Romanski, Barry Jenkins, Mark Ceryak, Amy Jackson
  • Reparto: Paul Mescal, Frankie Corio
  • Cinematografía: Gregory Oke
  • Montaje: Blari McClendon
  • Música: Oliver Coates
  • País: Estados Unidos, Reino Unido
  • Año: 2022

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