Mar 16 2022 23:17

Reseña La roya de Juan Sebastián Mesa – FICCI 61

Por Daniel Andrés Ruiz Sierra (@TatoRuiz)

La segunda película de Juan Sebastián Mesa cuenta la historia de Jorge, un joven campesino y recolector de café. A diferencia de los de su generación, que corrieron a la ciudad – o a otras grandes ciudades -, Jorge se quedó viviendo en la zona rural. Y da la impresión que lo de quedarse es auténtica resistencia. Auténtico gusto. La única manera de reencontrarse con ellos es a través de las festividades del pueblo, y allí espera volverse a ver con quien parece fue su primer amor.

Para contar su muy sencilla historia, Mesa arma un relato que inunda con misticismo que incluye pesadillas clarividentes, flashbacks familiares, la conjetura de una maldición y la catastrófica enfermedad de las plantas de café: la roya.

Siembra con lo anterior una serie de semillas dramáticas llenas de un ligero suspenso y que terminan quedando en el aire o desinflándose, porque no llegan a un clímax. Funcionan solo para alargar e inflar el relato. Y quizás para dar algo de contexto. Y sí, es cierto que – generalmente – en el cine colombiano esto parece toda una “marca registrada” de los nuevos realizadores y autores, admiradores de la fórmula Víctor Gaviria y de una forma particular de aletargar sus relatos, ejercicios de voyeur fanático por ver crecer la hierba, algo que supongo tendrá sus seguidores, pero con lo que es fácil aburrirse soberanamente.

Con “La Roya” no hay sorpresa alguna. Con ella, su director vuelve a hablar de identidad (menos concreta si la comparamos con “Los nadie”) y al tiempo deja ver esa capacidad suya de retratar la belleza de lo rural; bucólicos paisajes verdes y lo salvaje de esa naturaleza. Con “La roya”, Juan Sebastián Mesa deja ver un ojo agudo y desarrollado para traducir esa belleza de los campos, esa soledad y melancolía constante en la que parece se mueven las personas que lo habitan, esa obsesión por una estética que acentúa lo marginal y esas ganas de querer idealizar los espacios campestres y, al tiempo, demonizar lo urbano y lo que se mueve alrededor de ello. “La roya” me deja una sensación de que los ejercicios de altas pretensiones artísticas, que constantemente deja indiferente al público y excitados a jurados europeos, está a la orden del día.

Por Sandra Ríos (@sandritamrios)

De la ciudad a lo rural ha pasado Juan Sebastián Mesa en su nuevo largometraje “La roya”, en una historia (escrita por él) que se contrapone a ese grupo de cinco jóvenes vitales y rebeldes de una ciudad siempre hostil que intentan domar a su manera. Aquí la historia se centra en un personaje, un joven de apariencia noble que ha decidido continuar con la siembra de café que le han dejado sus padres.

Aquí no hay asfalto para domesticar sino hectáreas y hectáreas de tierra, de campo verde y espeso, y un abuelo a quien cuidar, que está enfermo. Jorge es un chico solitario que al igual que los de “Los nadie” lleva su propia resistencia. Llegan las fiestas del pueblo y sus amigos de infancia regresan para celebrar y compartir de nuevo. Se le presenta entonces una oportunidad de reencontrarse con su primer amor, y de avivar fantasmas del pasado que intentará exorcizar.

Los amigos de Jorge, como la plaga de roya que comienza a azotar el cafetal, sacuden su mundo que hasta ahora se resistía al paso del tiempo, que permanecía en una cómoda cotidianidad, ajena a la realidad de las urbes donde viven ahora sus amigos, que normalizaba el aislamiento, las dificultades, el trabajo duro. Juan Sebastián Mesa plantea con más sutilezas que irreverencia, esa dicotomía entre lo rural y lo urbano, el dilema de ser, de estar o de permanecer en un mismo estado.

El tratamiento que se le da a la cámara, la luz y la fotografía, muestran como pocas veces se ha visto en el cine nacional y, sobre todo, logrado, la imponencia de un paisaje, convirtiéndolo en un auténtico personaje, en un coco devorador. Parte de la intriga de la historia – que no termina por desarrollarse del todo – está ahí en esa relación hombre-entorno.

Y si por momentos se siente que esa trama se estanca, la fuerza y naturalidad de su actor, Juan Daniel Ortiz, le alcanzan para sostenerla y acompañar lo que deja de contarse. Exorcizar demonios, sacudirse de los problemas, es algo que no requiere de medias tintas y así es como va pretendiendo Juan Sebastián Mesa cerrar esta película , que aún su tono meditativo deja una buena sensación.

La solidez de su debut hace que no se pueda evitar la comparación con esta nueva película, que funciona mejor si no se ve tan distante de la primera, si se nota la correspondencia de lo narrado en ambas, donde de por medio está una juventud que se enfrenta al salvajismo de un sistema que voluntaria o involuntariamente, repito, hay que domar.

La roya ha sido la película que ha dado apertura a la edición 2022 (del 16 al 21 de marzo) del Festival de Cine de Cartagena y volverá a exhibirse el 18 y 19 de marzo.

Ficha Técnica