Dic 9 2021 17:55
Por Daniel Andrés Ruiz Sierra (@TatoRuiz)
Por allá en el 2012, HBO lanzaba una serie que, según yo (aunque no hay que obviar todos esos artículos, críticas y ensayos que originó en múltiples medios) es ya todo un clásico moderno, que narra la rutina de millenials en Nueva York a través de personajes originales y bastante excéntricos. Se llama “Girls” y la creó una chica maravillosa de nombre Lena Dunham. Entre ese montón de verborrea y personajes femeninos consentidos, frágiles y algo perezosos, había un personaje masculino bastante inquietante, violento, que causaba incomodidad y mucho morbo. Un “hombre tóxico” como apuntarían con ganas desde las redes sociales. Lo interpretaba con mucha soltura Adam Driver y me parece que quedó para la posteridad. Un hombre con un rostro que uno pensaría difícilmente podía encontrar un espacio en el cine gringo mainstream, pero ahí está convertido en todo un fetiche y en un hombre mimado por directores de renombre.
Más allá de ese físico suyo, Adam Driver es tremendo actor. Y puedo creer que toda esa fiebre por él es exclusivamente por esa forma tan creíble, salvaje, retorcida y tierna en la que puede ponerse en la piel de tantos y variados personajes, como Henry McHenry, el provocador protagónico y también antagonista de la película que me ocupa hoy, “Annette”, una maravilla que desarma y no deja a nadie indiferente. Una más que atractiva pieza de muchísima intensidad. Un artificio que mezcla teatro, ópera y musical empalagoso. Es una película que merece toda la atención; ser alabada y promocionada donde se pueda, y hasta que no de pa’ más.
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