Oct 23 2014 12:21

Reseña Crítica de Memorias del Calavero de Rubén Mendoza

	Por Sandra M Ríos U
	Twitter: @sandritamrios

“Un viaje a una redención imposible”

El próximo 6 de noviembre se estrena en cartelera el tercer largometraje de Rubén Mendoza, Memorias del Calavero.

A principios de año no había distribución para esta película. El mismo Rubén en un master class me decía que creía que era muy difícil que llegara a las salas. Es que Memorias del Calavero es un proyecto tan provocador y arriesgado como lo fue en su momento la chocante y vital La Sociedad del Semáforo.

Precisamente esta película nace de la relación que el cineasta construyó con uno de los personajes más significativos de LSDS, “El Cucho” (su nombre de pila es Antonio Reyes e interpretó a Cienfuegos), quién después de haber abandonado las calles (aparentemente), propone al director emprender un viaje de regreso a su tierra natal y revelar allá un gran secreto. Pero es un viaje riesgoso, pues “El Cucho” tiene cuentas pendientes por pagar con la justicia y otros tantos por ahí.

Así comienza una road movie en la que muy difícilmente se puede determinar qué es verdad y qué no. Una clara muestra de cine híbrido entre el documental y la ficción, una especie de falso documental que con ciertas “mentiras” permite revelar la fuerza y autenticidad de un personaje “inútil” para la sociedad.

Justamente hablando del poder que hoy tiene este tipo de cine en la industria, reflexionaba sobre el tema hace un par de meses y el director me escribía al respecto: “Yo creo que el cine es uno solo. Los injertos como en los cultivos se notan si se cuentan. Creo cada vez más que hay documentales mentirosos y ficciones “verdaderas”, pero la verdad no es solo una. El cine además parte del uso sistemático de las mentiras, para contar grandes verdades: no hay movimiento, es una ilusión; eso frente al más puro y principal principio del cine, el kino, el movimiento. Lo importante es la obra final. Hay que pensar por ejemplo en “El Chacal de Nahueltoro”, o la misma Zelig: ¿Cuántas verdades arrojan sobre el mundo partiendo de hacer pasar por verdad muchas mentiras? Esa línea cada vez es más irrelevante, mientras la verdad sustancial del cine subsista: conquistar el pensamiento, la atención, la emoción, y los sentidos del espectador”.

Hay tantas mentiras tan reales en Memorias del Calavero que terminan convirtiéndose en auténticas verdades cinematográficas. Es en ese fantástico engaño donde radica la fuerza de su tercera película. Muchas mentiras vendidas como verdades con tanto realismo y naturalidad, con tanto desparpajo y tan chocantes, que son lo verdaderamente fascinante de esta obra con la que Rubén se convierte en uno de los pocos directores latinoamericanos que se ha podido dar el lujo recientemente de estrenar en un solo año dos producciones en salas de cine (La otra fue Tierra en la Lengua).

Ese viaje, que recorre el cañón de Chicamocha, el de Umpalá, San Gil, el Alto del Viento, el río Suárez y otros lugares de Santander, con un pequeño equipo de rodaje a bordo, aguarda sorpresas para su personaje y el resto de integrantes de la producción. Se supone que “El Cucho” es un hombre volátil y explosivo, y que Mendoza no sabe muy bien en qué se está metiendo. En ese juego de realidad y ficción surgen verdaderos momentos de tensión – he escuchado al director decir algo como “caos controlado”, otros de goce, de burla, incluso de miedo, irreverencia, incomodidad o que simplemente reflejan la crudeza de nuestra realidad.

Todo ese tránsito de emociones, de imágenes reflexivas, de todo ese contenido visceral con el que suele bombardearnos el director, se suavizan con las excelentes tomas de los lugares donde van llegando. El acostumbrado contraste que propone siempre Rubén: belleza del entorno con la “fealdad” de sus personajes o de las situaciones.

Pero que no se crea que el director se repite. El de Rubén es un cine de autor, de aquel que deja huellas de sus gustos, y en todo caso, en esta película ofrece tomas nuevas, como el estupendo recorrido aéreo por un cañón. El final de Memorias del Calavero es sencillamente fascinante. Tampoco se crea que todo es engaño; hay momentos que dejan evidenciar que hay preparación y que no todo es “caos controlado”.

Por cierto, me cuentan que en este momento de “El Cucho” no se sabe absolutamente nada.

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