Reseña “Saltburn” de Emerald Fennell: Placer Culposo de Seducción, escándalo y misterio




La nueva creación de Emerald Fennell nos sumerge en un mundo de lujo, deseo y secretos oscuros, ofreciendo una experiencia cinematográfica que desafía convenciones y se adentra en los límites de lo contemporáneo.

Una película empacada al vacío e inolvidable guilty pleasure. Por Daniel Ruiz (en X: @tatoruiz

En 2021, y luego de estrenarse con limitaciones gracias a la pandemia, Emerald Fennell se quedaba con el Oscar al Mejor Guion Original con una película que hablaba de consentimiento, pactos de silencio, y cultura de violación: “Promising Young Woman”. El premio a ese guion, lejos de ser uno impecable y robusto, era el resultado de un momento crucial: El de las mujeres de la industria tomando el poder, incluida Fennell, que con su película hacía una mezcla de lucha de género y venganza con un estilo rabiosamente pop. A pesar de ese guion irónicamente ganador, la película sí dejaba ver a una directora promisoria que, con creces, supo traducir un mensaje que era significativo y socarrón en una industria y una sociedad hipócrita y misógina.

Con “Promising Young Woman”, película entretenida, llena de sarcasmo, humor negro y argumentos férreos que también abusa del artificio y carga con un brillito algo aturdidor, se echó al bolsillo al público general y a la crítica. Para la temporada de premios de este año las apuestas por su nueva película “Saltburn” eran más bien bajas o nulas. Se fue de vacío en las nominaciones al Oscar y era de esperarse.

Aquí ya no hay un relato que coincida con estos tiempos, aunque los medios se esfuercen en decir que hay una posición de lucha de clases y/o crítica social. Y aunque desde el relato no hay nada que deje ver crítica sesuda ni hable de nuestra contemporaneidad social (de hecho la historia se cuenta 20 años atrás del presente), sí hay una propuesta visual y una serie de decisiones que hablan de otro gran cambio en la industria: el de acabar con los tabúes, el de no tener miedo a la explicitud de lo realista, como por ejemplo mostrar sin reparos un cunnilingus con menstruación incluida, o incluso tener a un hombre totalmente desnudo danzando por minutos y con esa imagen finalizar la película. Decía una amiga: “Ya basta de no mostrar penes”. Y estoy totalmente de acuerdo con ella.

Para ponernos en contexto cinematográfico, en “Saltburn” se cuenta la historia de Oliver Quick (Barry Keoghan), un tipo de clase trabajadora, becado en Oxford y que tiene como deseo encajar en la clase alta, aquí mostrada a través de esos estudiantes que van y vienen por los patios de la universidad, que hacen chistecitos malvados y de la que hace parte Felix Catton (Jacob Elordi), un estudiante altamente popular que al conocer las desgracias familiares de Oliver, empatiza con él. Ambos se hacen amigos y un buen día Catton invita a Oliver a pasar el verano con su familia, que vive en una mansión de nombre Saltburn. La familia está compuesta por unos padres (Richard E. Grant y Rosamund Pike) extravagantes que tienen poco de racionales, una hermana menor, Venetia (Alison Oliver), con evidentes problemas de alimentación y Farleigh (Archie Madekwe), un primo estadounidense recogido que tiene ínfulas y se convertirá en la sombra celosa de Oliver, a quien ve no solo como el nuevo juguete de Felix, también como una amenaza.

En ese entorno idílico, lleno de lujo, espacios amplios y rebosante naturaleza que invita a relajarse, Fennell crea unas dinámicas familiares a las que disecciona con mala baba y socarronería. Esos ricachones, personajes inútiles y bobalicones, dependen de sus criadas y criados, de que alguien más les solucione la vida sin ellos apenas sufrir y sin tener que ver en peligro ese lugar en el que viven. Oliver, como el extraño de “Teorema” (Pasolini. 1968) se instala en esa casa haciendo que cada miembro de la familia se obsesione con su figura y su relato y, al tiempo, activa su propia obsesión a ese entorno opulento. Esa obsesión alcanza también al ingenuo Felix, a quien desea de forma embrutecida, pero al que también usa como perfecta carnada para intentar escalar a toda costa. Entre banalidades y acciones generosas de esa familia millonaria, Oliver activa un plan que roza todos los límites de lo razonable.

“Saltburn” creó altas expectativas y también un efecto de encantamiento y delirio que está más relacionado a sus intérpretes masculinos y protagonistas, nuevos ídolos de las generaciones más jóvenes. La emoción y la popularidad de la película está dada por las diferentes y “retorcidas” situaciones en las que sus protagonistas acaban metidos. Esas situaciones y giros argumentales de la trama han inspirado desde velas aromáticas que son un ‘tributo olfativo a su alteza Elordi’, hasta tendencias en Tiktok pasando por cuentas de X dedicadas a hablar de los miembros viriles de sus protagonistas, análisis sobre romper tabúes con relación a la menstruación y el regreso a las listas de popularidad de una cantante ya olvidada desde el mainstream, Sophie Ellis-Bextor. El resultado habla bien de la popularidad de la película, pero no refleja necesariamente su calidad.

“Saltburn” es una película empacada al vacío con bonito paquete de presentación. Tiene uno que otro detallito interesante desde lo formalmente visual como la constante presencia del deseo, la atmósfera de peligro y una suerte de sensación de adrenalina que provocan los conflictos de los miembros de una familia que es a todas luces disfuncional. La guionista ganadora de un Oscar toma decisiones arbitrarias en relación al drama que propone, se saca constantes as bajo la manga y echa mano a estereotipos relacionados a la gente millonaria que ya hemos visto en montones de película, aunque en esto estoy en desventaja y quizás estoy hablando desde mi límite. Emerald Fennell estudió en Oxford y posiblemente sí sabe de lo que habla. La película está ubicada a mediados del nuevo milenio, el tiempo en el que al parecer fue estudiante allí. Sabrá, entonces, de los salseos entre millonarios, ese necio fanatismo por las pulseritas Livestrong y toda esa pulsión sexual que se cocía entre habitaciones y castillos de gente estratosféricamente millonaria.

“Saltburn” a diferencia de su “Promising Young Woman” no lanza denuncias, ni tiene un relato que hable de nuestra contemporaneidad social. Todo luce artificial y digno del entretenimiento pero, aunque no tenga un discurso, es una película rabiosamente contemporánea, hija de una época de TikToks y tonterías varias. Su promoción y la elección de su casting es la carnada para una generación amplia que requiere constante estimulación visual con alta carga erótica y sexual. En una época en la que se sigue demonizando lo erótico y las muestras de explicitud sexual, irónicamente también requiere esta estimulación.

“Saltburn” puede que no sea una excelente película, pero tiene lo suficiente para volverse una suerte de ícono, algo que en tiempos de nichos es bastante difícil pero no imposible. Pasó sin pena ni gloria en la temporada de premios 2023, pero supo promocionarse. No llegó a tener ninguna nominación a los Oscars pero, seguramente, de ella se seguirá hablando posterior a esta época, cuando incluso las ganadoras a este premio queden olvidadas (a excepción de Barbie, claro está).

“Saltburn” es una película show, una digna cara del entretenimiento puro y duro. Un nuevo y saludable guilty pleasure que deja marca por su escena en la bañera, por el ‘vampírico’ sexo oral, por la elección musical que para algunos de otra generación es un viaje nostálgico  y por ese miembro viril justo en el final de la película, prometiendo memoria visual. Su marca y el erotismo que explota incluso se ha extendido a través de la nombrada vela, que también ha hecho lo mismo con figuras como Timothée Chalamet y Harry Styles. A propósito, y como parte de una promoción divertida, Jacob Elordi asistió al programa de Jimmy Fallon y allí olió (y succionó) una de las velas, afirmando que su agradable olor le recuerda a un cuarto de lavado, y a detergente…

“Saltburn” pasó sin pena ni gloria entre los críticos y más cinéfilos, pero estoy seguro que, sobre todo las nuevas generaciones, la recordarán como la película con un par de hembros con cara de virginales que son capaces de meterse en situaciones “controversiales”, lo que les va a formar emocionalmente, tal y como mi formación emocional incluyó a Ryan Phillippe paseándose desnudo en la piscina de su mansión, a Sarah Michelle Gellar cruzando pierna y esnifando coca en un crucifijo y a Gellar y Selma Blair dándose un húmedo beso.

Yo insisto en que “Saltburn” es la nueva “Cruel Intentions”, aunque en el medio hay otras películas del mismo corte y sobre las que también vale la pena hablar y recordar. Ahora mismo paso de los acordes de Bitter Sweet Symphony a los acordes disco de Murder on the dance floor.

Ficha Técnica

  • Dirección: Emerald Fennell
  • Guion: Emerald Fennell
  • Producida por: Emerald Fenell, Margot Robbie, Josey McNamara
  • Género: Comedia negra, thriller psicológico
  • Reparto: Barry Keoghan, Jacob Elordi, Rosamund Pike, Richard E. Grant, Alison Oliver, Archie Madekwe
  • Montaje: Victoria Boydell
  • Cinematografía: Linus Sandgren
  • Música: Anthony Willis
  • País: Estados Unidos, Reino Unido
  • Año: 2023

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